¿Alguna vez te has preguntado por qué pasan nuestras mentes por el velo del olvido cuando venimos a la tierra?
Tengo algunas ideas al respecto que deseo compartirles, pero primero deseo comenzar con una historia.
Cuando era niña, mi familia se mudaba mucho. Debido al trabajo de mi padre, nos mudábamos de estado casi cada cinco años. No fue un problema hasta que tuvimos que mudarnos cuando tenía entre 15 y 16 años.
Fue un proceso largo y doloroso porque descubrimos que nos teníamos que mudar casi un año antes de nuestra fecha acordada.
Para una joven de esa edad, y sin Internet ni teléfonos celulares, eso era equivalente a que te dijeran que te ibas a morir y que sólo contabas con un año para despedirte de todos.
Comencé a lamentar lo sucedido.
Sabía que tendría que dejar a las personas que amaba más que a la vida misma, personas que se habían convertido en mi mundo entero. Nunca volvería a verles y ni a hablar con ellos. Sabía que mi familia nunca regresaría porque ya había pasado por esto muchas otras veces.
Aún dolida
Escribir sobre esto ahora, más de 20 años después, todavía me causa dolor. Me duele el corazón, se me va el apetito y vuelvo a revivir ese tiempo deprimente. Quizá te preguntes ¿cómo resurgió esto?
¡Fue muy simple! Mi madre encontró un video del show de talentos del barrio de ese año y me envió el enlace.
Lo miré porque quería ver las caras de aquellos queridos amigos y recordar nuestros buenos momentos. Pero mientras miraba el vídeo, rápidamente recordé cuánto me dolía, cómo me dolió decir adiós.
Recordé haber tomado fotos de estos amigos y haberlas puesto en un álbum de fotos que se luego se volvió tan precioso como el oro. Me sentaba y miraba esas fotos durante horas después de mudarnos, lloraba por las amistades perdidas y el cariño que compartimos.
Larga distancia
En aquellos días, solían cobrar extra cuando uno hacía una llamada telefónica a otra ciudad. Eran “llamadas de larga distancia” y era como tres veces el costo de una llamada normal.
Después de mudarnos, creo que llamé a algunas amigas un par de veces, y luego tuve que decirme a mí misma que todo estaba bien y contentarme con hacer nuevos amigos.
Ahora sé que eso no es tan fácil. No puedes simplemente decirte a ti mismo que alguien ya no te importa después de haber sido todo tu mundo. Y cuando estás lamentando la perdida de docenas de personas a la vez, y lo que viviste con ellas, ves lo inútil que es siquiera intentarlo.
Dejando el cielo
A veces me maravillo de lo abiertas que están esas heridas aún después de muchos años. Es como si todas estas personas maravillosas hubieran muerto. No fue así, pero se me quitó el disfrute de su compañía durante mucho tiempo. Mis recuerdos, y el dolor que estoy sintiendo, me recuerdan lo que debimos haber sentido cuando dejamos el cielo para venir a la tierra.
Actualmente, cuando hablamos de la vida preterrenal y la vida después de la muerte, sabemos que volveremos a ver a quienes amamos. Ese conocimiento siempre me consuela.
Cuando me despido de una persona a la vez y, por alguna razón, cuando hay un gran número de personas, el dolor se vuelve aún mas grande. No me es tan fácil encontrar consuelo. Al pensar en esos sentimientos después de ver aquel viejo video, no puedo dejar de pensar en la sabiduría que conlleva pasar por el velo.
Las bendiciones del velo
Cuando venimos a la tierra, Dios coloca un velo de olvido sobre nuestras mentes. He leído de muchas personas que luchan contra ese velo y pasan la vida tratando de ver a través de él. Pero estoy aprendiendo que está ahí como una bendición y no como algo contra lo que debemos luchar.
Alguien me dijo una vez que si pudiéramos ver de dónde venimos y compararlo con el lugar donde estamos aquí en la tierra, quedaríamos profunda e incurablemente deprimidos.
Ese velo nos ayuda a enfocarnos en esta vida, esta tierra y los desafíos que necesitamos vencer aquí. Una vez que se levante ese velo, todos nuestros esfuerzos tendrán más sentido.
El velo nos salva
El velo también nos libra de las distracciones de la vida que dejamos atrás. ¿Imagina la dificultad que vendría de descubrir cosas simples como la ley de la gravedad si estuviéramos enfocados en la gravedad de nuestro hogar preterrenal?
Sinceramente, no sé si son diferentes. Pero si no lo fueran, ¿cuántas otras cosas serían muy diferentes? Me gusta pensar que podíamos volar en el cielo y que los niños pequeños también son lo suficientemente capaces de hacerlo.
El velo también nos da otro regalo. Cuando lo olvidas todo, todo te es posible. Con esto me refiero a que muchos de nosotros somos definidos por nuestras experiencias.
Cuando me entraba a una nueva escuela cuando era adolescente, tenía la oportunidad de reinventarme. Sucede lo mismo con el velo. No nos siguen nuestros errores, no hay nociones preconcebidas de quiénes somos. Tenemos un nuevo comienzo y una hoja en blanco.
Me imagino cómo es el cielo y pienso que será maravilloso estar en ese hermoso lugar un día y mirar en retrospectiva nuestra vida en la tierra. ¡Habremos aprendido mucho!
Creo que habremos formado amistades y relaciones más fuertes que antes. Y todo el dolor y los desafíos de esta vida se desvanecerán cuando veamos claramente todo lo que Dios ha hecho para ayudarnos a ser la mejor versión de nosotros mismos.
Este artículo fue escrito originalmente por Abby Christianson y fue publicado originalmente por ldsblogs.com bajo el título “Why We Have The Veil”