La obra del Señor no acaba con el delgado velo que nos separa

mujer velo

Nuestros líderes a menudo nos recuerdan que hay un velo que nos separa del mundo de los espíritus. El presidente Monson, por ejemplo, dijo: 

“Ruego que siempre recordemos, al visitar o trabajar en esos gloriosos templos, que el velo que separa este mundo del mundo espiritual es sumamente delgado. Yo se que esto es verdad.”

No muchos de nosotros hemos tenido la oportunidad de experimentar de primera mano cuán delgado puede ser este velo, incluso a veces fuera del templo. Hay también experiencias que suceden y deben compartirse para fortalecer nuestros testimonios de esta gran obra del Padre Celestial.

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En mi propia familia, hemos tenido una experiencia de la que hablamos y compartimos a menudo entre nosotros. Es una experiencia muy especial que le sucedió a uno de nuestros antepasados. Después de más de un siglo, este testimonio de John Johnson sobre lo delgado que es el velo continúa inspirándonos. Espero que también pueda hacer lo mismo por ti.

John Johnson era un joven que vivía en Suecia cerca de la ciudad de Karbenning en 1886. Era el mayor de ocho hijos. La muerte prematura de su padre lo dejó a cargo de la granja de su familia y de su madre viuda.

Durante ese año, los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días llegaron a su ciudad. El mensaje de la Restauración tocó profundamente el corazón de John.

Él se habría unido a la Iglesia de inmediato de no haber sido por la fuerte oposición de su madre. Él esperó por un tiempo, pero no pudo olvidar los principios que estaban tan firmemente arraigados en su mente. Sus conflictos mentales fueron implacables.

Finalmente, se dio cuenta de que no podría tener paz mental hasta que se uniera a la Iglesia. Fue bautizado el 12 de septiembre de 1886. Tenía 22 años en ese momento. Su bautismo enfureció a su madre, a sus tíos y a su comunidad. Lo dieron por perdido.

Un tío lo había invitado a visitar su casa durante un fin de semana, antes de enterarse del bautismo de John. John estaba emocionado por pasar un tiempo con la familia y sus primos. Era lo suficientemente ingenuo como para pensar que todos escucharían sus nuevas creencias. Sin embargo, al llegar a la puerta, se dio cuenta de que no era bienvenido.

Después de unos momentos, su tío se le acercó y le dijo: “Quiero que salgas de esta casa y nunca regreses. Entiendo que el mormonismo tiene un extraño poder para el mal que la gente no puede resistir. No quiero que contaminen a mi familia”.

Cuando John salió del lugar, vio a sus primos, ellos lo miraron a través de una ventana. Se volvió hacia ellos esperando despedirse, pero sus rostros desaparecieron. Ellos no iban a salir. 

De camino a casa, pasó por una zona boscosa. Cuando se apartó totalmente de su vista, se sentó en una roca y lloró. Este rechazo fue una gran pena para él. Arrodillándose junto a la roca, oró para tener la capacidad de algún día llegar al corazón de su pueblo y darles el evangelio.

 En los años que siguieron, John mantuvo su testimonio. Fue llamado a servir en dos misiones, en Suecia en su ciudad natal de Karbenning.

La primera misión llegó antes de que él pudiera emigrar a Utah con los Santos, su mayor deseo. Tuvo éxito llegando a bautizar a muchos, pero nunca a su madre u otros miembros de su familia. Sin embargo, antes de irse a los Estados Unidos él pudo restablecer su relación con su madre.

El segundo llamamiento misional llegó después de casarse con una joven también de ascendencia sueca llamada Edla, en Utah. Cuando llegó el llamamiento, ellos tenían tres hijos: Elinor, Elsie y Lawrence, la última de solo tres meses. Le tomó toda su fe (y la de su querida esposa Edla) aceptar el llamamiento y dejar a su familia por varios años. 

Cuando John regresó nuevamente a su tierra natal, fue con mucha más confianza. Incluso descubrió que sus parientes, que alguna vez lo rechazaron, ahora se enorgullecían de él.

En ocasiones, incluso se hicieron amigos de él y abrieron sus hogares para que les enseñara. Pero ninguno de ellos aceptó su mensaje. Y nuevamente, regresó a casa sin ver a ningún miembro de su amada familia aceptar el evangelio. ¿Qué se necesitaría para llevarlos al redil?

Sin embargo, más de treinta años después, John recibió el deseo de su corazón, y de una manera notable. Su hija mayor, Elinor, fue llamada a servir una misión en Colorado. Mientras servía, contrajo tuberculosis y sufrió por varios años antes de sucumbier a la enfermedad.

Su muerte a una edad tan temprana fue un duro golpe para John. Estaba constantemente atormentado por la pregunta: “¿Por qué mi primera y amada hija tuvo que morir tan joven?” Parecía tan injusto; ella tenía todas las ganas de vivir. Ella había dado su corta vida al servicio de los demás.

voluntad de Dios

Entonces, una noche recibió su respuesta de una manera maravillosa. Él ya se había ido a dormir cuando de repente, fue despertado por una voz que le decía: “Pediste una bendición, y yo te he dado una mayor”.

Se sentó en la cama, completamente despierto, y recibió lo que llamó una “manifestación”. Podía ver a Elinor frente a él, su rostro brillaba de felicidad. Ella le dijo: “Papá, he estado predicando el evangelio a nuestros familiares que han fallecido y me están escuchando”.

 Él recordó lo que ella le había dicho antes de morir: “Papá, me gustaría poder ir a otra misión”. Ella tenía ese deseo; y ella ahora servía en otra misión dentro de su familia, haciendo lo que John nunca había podido lograr.

La oración que había ofrecido tan fervientemente en la zona boscosa hacía mucho tiempo en Suecia estaba siendo respondida. John agradeció a Dios por esta hermosa y satisfactoria experiencia.

Sí, a veces el velo puede ser muy delgado.

Fuente: ldsblogs.com

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