El 22 de septiembre de 2018, me encontraba en el dormitorio de mi hermano mayor, Braden, y a mi alrededor estaba su ropa doblada y organizada de manera muy cuidadosa.
Toda su vida se hallaba en ese pequeño apartamento.
Mi madre estaba acostada en su cama abrazando una almohada mientras lloraba, su tristeza y dolor inundaban la habitación.
No podía creer que esto estaba pasando. ¿Cómo sucedió y por qué no pude salvar a mi hermano? ¿Le fallé? ¿Quién le vendió la heroína? Esta vez sí importa, porque esta vez le quitó la vida.
¿Dios me permitiría cambiar mi vida por la suya? Llévame a mí y deja a mi hermano aquí: mi madre necesita que le devuelvan a su hijo mayor.
Muchos pensamientos venían a mi cabeza y no podía detenerlos.
Llegamos al último capítulo del libro de mi hermano. Sin embargo, la historia no comenzó aquí. Esto sucedió durante 17 años.
Comencé a consumir drogas y alcohol cuando tenía 12 años.
Cuando tenía 14 y Braden 17, seguí su ejemplo y probé heroína por primera vez. En ese tiempo, Braden ya era adicto a las drogas.
Sabía que esto iba en contra de todo lo que me habían enseñado en la Iglesia de Jesucristo durante mi infancia, pero eso ya no me importaba.
El divorcio de nuestros padres había golpeado a nuestra familia como un misil y ambos solo queríamos escapar del dolor.
Nuestra decisión de consumir drogas nos puso en el mismo infierno durante años: terminamos en la cárcel muchas veces, entramos y salimos de centros de rehabilitación, vivimos en las calles, vendimos drogas y tuvimos muchas experiencias cercanas a la muerte.
Los siguientes años fueron de supervivencia para nosotros.
Robamos; desaparecimos y nuestra familia comenzó a buscarnos en las morgues y la cárcel para encontrarnos; hicimos todo lo que teníamos que hacer para drogarnos.
Eso sucedió durante años.
Hace diez años, cuando tenía 20, Dios me dio la oportunidad de estar limpio y sobrio.
Ingresé a un programa de rehabilitación en Colorado, este se centraba en Dios y el crecimiento espiritual. Ese programa cambió y salvó mi vida.
Entré al programa de rehabilitación con la intención de fingir que todo estaba bien conmigo hasta que pudiera volver a las calles. Sin embargo, mi Creador intervino.
Los líderes de este programa me enseñaron a vivir según los principios morales y el servicio a los demás.
Me enseñaron que sin importar lo que pasara, podía permanecer en este camino.
Estoy aquí hoy gracias a estos líderes y sus oraciones.
Estoy aquí porque soy un hijo de Dios y es probable que Él todavía me necesite.
Hoy entiendo que una vida espiritual basada en la fe y los principios es la respuesta a TODOS mis problemas.
Braden no pudo encontrar las mismas respuestas.
La tormenta que rugía dentro de él solo cesaba momentáneamente y cuando regresaba lo hacía con toda su fuerza; entonces, Braden otra vez era arrastrado a las garras de las drogas.
Me dijo que la oscura tormenta lo seguía a todas partes.
Aunque era un músico increíblemente talentoso y tenía un alma bondadosa y compasiva, no podía escapar.
Sin embargo, la muerte de Braden nunca será en vano.
Las experiencias oscuras y dolorosas de nuestro pasado se han convertido en la mejor herramienta que tengo para ayudar a otras personas que luchan contra la adicción.
Ahora soy el director ejecutivo de Choice House, un programa de rehabilitación para jóvenes, similar al que me salvó.
Enseñamos a nuestros jóvenes cómo tener una vida significativa basada en principios espirituales, los mismos principios que enseñó Cristo.
Les ayudamos a experimentar la alegría y la fraternidad.
He visto a más de cien de ellos recuperarse de su adicción y crear nuevas vidas.
A lo largo de los muchos años de adicción, mi hermano y yo fuimos bendecidos con una familia que nunca se dio por vencida con nosotros.
Nuestra madre y nuestro padre continuaron apoyando nuestros intentos de limpiarnos de las drogas. Nuestro hermano y hermana menores nunca nos excluyeron.
Nuestros abuelos y toda la familia oraron hasta que les dolieron las rodillas.
Ahora tengo la oportunidad de ser ese mismo sistema de apoyo para muchas personas.
A pesar de la tragedia de perder a mi hermano, sé que aún hay esperanza.
Sé que a través de Dios y las herramientas que nos dio, hay una salida y hay paz.
Mi vida se ha convertido en algo que no podría haber imaginado.
Ahora mi vida tiene un significado y un propósito, veo la mano de Dios en la vida de los que sufren todos los días.
Dios me dio la oportunidad de compartir un testimonio de milagros.
Estaré eternamente agradecido por la gracia de Dios, porque él me tiene con vida hasta el día de hoy.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Jordan Hamilton y publicado originalmente en LDS Living con el título “Addiction and Redemption: How God Saved Me from a Life of Heroin“.