Tal como “La Familia: Una Proclamación para el Mundo” nos advierte, “la desintegración de la familia traerá sobre las personas, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos”.
Si bien las diferencias entre el hombre y la mujer son reales y espiritualmente significativas, la proclamación también señala que el hombre y la mujer han sido creados, por mandato divino, para ser “compañeros iguales”.
Es por ello que, como resultado, hay una conclusión sumamente obvia: en nuestros días proteger a la familia significa erradicar la misoginia del mundo, que es la creencia o sentimiento de odio hacia las mujeres y a lo femenino.
Esta es una solemne declaración que Dios nos está dando para que, de una vez por todas, podamos entender que el hombre y la mujer han sido creados para ser compañeros iguales.
No podemos seguir menospreciando la opinión de la mujer. Debemos reforzar, en su máxima expresión, la promesa que Dios enseñó:
“Ya no hay judío, ni griego; no hay esclavo, ni libre; no hay varón, ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos conforme a la promesa”. – Gálatas 3:28-29
Todas las mujeres son futuras diosas
Una de las tareas más importantes que faltan completarse en la Restauración es que toda mujer entienda que es un dios en embrión, una futura diosa.
Lamentablemente, este mundo caído ha tratado y logrado, de ciertas maneras, mantener a las mujeres al margen de todo.
En la actualidad, los poderes y tesoros de este mundo han estado por mucho tiempo comandados por hombres.
Todo esto ha influido en las leyes, la política, la ciencia, la educación, el trabajo y las redes sociales. De esta manera, la misoginia se ha normalizado.
Una obligación
Por un lado, el mundo ha obligado a las mujeres a ser personas que se pueden tratar como objetos de deseo, trofeos que deben ganar o imágenes que se deben consumir.
Ya sea que las mujeres sean silenciadas y marginadas en nombre de las religiones falsas o de la industria mundial de la pornografía, el resultado sigue siendo el mismo.
Por otro lado, el mundo también desea que las mujeres sean un tipo específico de persona al instarlas a adorar, junto a los hombres, la fantasía destructiva de una hombría soberana y célebre, ajena a Dios, a la familia o al bien común, como la verdad de lo que significa ser mujer.
Ya sea que las mujeres sean despojadas de su feminidad en nombre de las falsas religiones, el capitalismo global o la suposición frecuentemente secular de que la “masculinidad” debería ser la medida de la igualdad, el resultado sigue siendo el mismo.
En el primer caso, el valor de la mujer se ha determinado por su valía ante los ojos del hombre. En el segundo, se las ha presionado a que tomen al hombre como aspiración para llegar a tener igualdad.
Ninguna posición concuerda con lo que Dios ha revelado: que las mujeres, como herederas de Dios y diosas en embrión, son a la vez iguales a los hombres y NO hombres.
El trabajo delicado y difícil de albergar estas dos verdades es fundamental para el esfuerzo continuo de Cristo por rescatar a este mundo de su idolatría religiosa y secular del hombre.
Es hora de decir: BASTA YA
La paciencia de Dios con la misoginia del mundo se está agotando. Dios no dejará que las cosas continúen así:
“Y no permitiré, dice el Señor de los Ejércitos, que el clamor de las bellas hijas de este pueblo, ascienda a mí contra los varones de mi pueblo, dice el Señor de los Ejércitos.” – Jacob 2:32
Cristo ya está a la puerta, preparando Su puño para tocar y declarar:
“Porque no llevarán cautivas a las hijas de mi pueblo, sin que yo los visite con una terrible maldición, aun hasta la destrucción”. – Jacob 2:33
No hay donde esconderse. Las tradiciones de este mundo no pueden esconderse de la resplandeciente luz de la ira de Dios, Él nos ve como somos en realidad.
Este es el momento en que debemos interiorizar las decisiones que estamos tomando, los hábitos y los ídolos que tenemos.
Esta es la hora en que debemos unirnos, hombres y mujeres, miembros o no, y decir: BASTA YA.
Es hora de dejar la timidez y la vergüenza respecto al hecho de que defender seriamente a la familia significa, sin lugar a dudas, erradicar la misoginia de nuestro mundo.
Fuente: LDS Living