Colocarnos ciertas prendas para ocasiones especiales es algo común, ya sea por ocasiones culturales o religiosas.
Posteriormente, estas prendas se retiran y nos vestimos con otras más informales y cómodas para “volver a nuestro yo” del día a día.
Como parte de los convenios que hacemos en el templo, como las investiduras, los miembros de la Iglesia de Jesucristo reciben una ropa interior sencilla, a menudo llamada el “gárment del templo” o el “gárment del sacerdocio”.
A diferencia de la ropa ceremonial que se emplea durante la investidura en la Casa del Señor, los miembros visten el gárment debajo de su ropa normal por el resto de su vida.
Esto sirve como un recordatorio físico diario de la relación que han establecido con Dios por medio de los convenios.
Para algunos esto puede ser confuso o frustrante por varias razones, como por ejemplo, el hecho de tener puesto algo que cubre nuestro cuerpo todo el día.
Al comprender la naturaleza de las investiduras y escoger llevar los gárments del Santo Sacerdocio día y noche, cumplimos con lo que le dijo el Señor a Moisés:
“Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y un pueblo santo”.
Tomar sobre nosotros el nombre de Cristo
El significado y propósito de vestir el gárment puede entenderse cuando personificamos el sacrificio de Jesucristo realizando los convenios en el Templo.
Pedro se refiere a este cambio radical cuando expresa:
“Pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. – Gálatas 3:27
Esto se entiende mejor cuando nos concentramos en la ordenanza:
“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?” – Romanos 6:3
Nosotros experimentamos Su muerte y sepultura en las ordenanzas.
Después de una vida cumpliendo con la voluntad de Su Padre, Cristo entregó Su vida expresando una humildad y sumisión sin igual a Su Padre.
Su muerte fue la fuente de una nueva vida, una eterna vida para Él y nosotros.
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por medio del bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. – Romanos 6:4
Después de participar de Su muerte y sepultura, ritualmente resucitamos con Cristo.
Así como el bautismo, con las ordenanzas del templo experimentamos el sacrificio y Su crucifixión mediante los símbolos y los rituales que realizamos para entrar al Reino Celestial.
Es de esta forma que tomamos Su nombre sobre nosotros y caminamos con una nueva identidad. Esto requiere un esfuerzo diario por el resto de nuestra vida.
Una nueva vida
Mediante las ordenanzas se nos promete y experimentamos la redención y salvación. De esta forma podemos disfrutar una vida libre pecado por el resto de nuestro trayecto en la mortalidad, todo esto si nos esforzamos por seguir las enseñanzas de Jesucristo.
En las enseñanzas sobre el bautismo, Pablo explica el gran significado de las ordenanzas en el templo que nos orientan a una nueva vida en Cristo:
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. – Romanos 6:5
Al representar a Jesucristo en las ordenanzas, experimentaremos su muerte y Su poder exaltador que nos eleva a una forma de vida más santa.
En otras palabras, el significado de las experiencias que pasamos en las ordenanzas de salvación es el siguiente: al ritualmente personificar la muerte de Cristo, Él nos redime, y nos levantamos para servirlo a Él y no al pecado.
A pesar de realizar estos convenios, aprender a servir a Dios y no al pecado requiere un esfuerzo de por vida.
Continuar participando regularmente en las ordenanzas del templo cambiarán gradualmente nuestras acciones, corazones, y mentes.
El élder David A. Bednar enseñó:
“Nuestro corazón —la suma total de nuestros deseos, afectos, intenciones, motivos y actitudes— define quiénes somos y determina lo que llegaremos a ser. Y la esencia de la obra del Señor es cambiar, hacer volver y purificar el corazón mediante convenios del Evangelio y ordenanzas del sacerdocio”.
Al participar de las ordenanzas del Templo, nuestras costumbres pecaminosas morirán con Cristo y nos levantaremos victoriosos a través de Él, empoderados por los convenios de vivir con Dios.
“Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque al haber muerto, murió al pecado de una vez y para siempre; mas al vivir, para Dios vive”. -Romanos 6: 8-10
Los gárments no son “ropa interior mágica” que nos cuidará del daño físico, pero sí nos cuidarán del poder espiritual del maligno a medida que guardemos nuestros convenios.
El regalo de vestir el gárment del Santo Sacerdocio significa estar cubierto con el amor de Cristo, “quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:14).
Cristo desea ser nuestro mayor tesoro, y nosotros podemos vestir Su amor y aquel regalo todos los días de nuestra vida.
Fuente: LDS Living