Según un nuevo estudio dirigido por University of Nottingham, podría haber más de 30 civilizaciones inteligentes activas en nuestra galaxia local.
Pero, según la doctrina del evangelio, ¿qué es lo que sabemos sobre la vida en otros planetas?
Este es, probablemente, un tema del que no se habla mucho en el mundo religioso. No obstante, hay distintas fuentes Santos de los Últimos Días de las que podemos extraer ideas claras y concisas.
A continuación, revisaremos dichas fuentes desde un punto de vista doctrinal.
Una creación eterna de mundos
En 1830, José Smith recibió una revelación con respecto a las creaciones eternas del Padre Celestial.
Estas revelaciones se registraron en el libro de Moisés, en la Perla de Gran Precio. Según las palabras del mismo Moisés, leemos:
“Y he creado incontables mundos, y también los he creado para mi propio fin; y por medio del Hijo, que es mi Unigénito, los he creado. Pero solamente te doy un relato de esta tierra y sus habitantes. Porque he aquí, hay muchos mundos que por la palabra de mi poder han dejado de ser.
Y hay muchos que hoy existen, y son incontables para el hombre; pero para mí todas las cosas están contadas, porque son mías y las conozco. Y así como dejará de existir una tierra con sus cielos, así aparecerá otra; y no tienen fin mis obras, ni tampoco mis palabras”. (Moisés 1: 33,35,38)
A partir de estos versículos, podemos observar que Dios creó una cantidad innumerable de planetas, es decir, vida y civilizaciones en otros mundos.
Por otro lado, esto mismo se evidencia en el libro de Abraham.
El Padre le mostró a Abraham las estrellas y señaló que una de ellas, la más próxima a Su trono, se llamaba Kólob. Dicha estrella estaba hecha a la medida del Señor.
Algo muy interesante, es que antes de llegar a Kólob hay un orden de planetas y todos ellos son gobernados por este último y pertenecen al mismo orden, es decir, a la misma especie (Abraham 3).
Entonces, podemos deducir que hay un sinnúmero de planetas con habitantes en el universo.
Estos fueron creados a semejanza de nuestro Salvador y, tal como enseñó el presidente Joseph Fielding Smith, dichos planetas, y sus habitantes, van evolucionando en gloria a medida que se acercan a Kólob, la estrella más cercana al trono de Dios.
Asimismo, el presidente Smith declaró que nosotros no somos las únicas personas que el Señor ha creado, sino que tenemos hermanos y hermanas en otros planetas.
Además, dijo que se parecen a nosotros porque también son hijos de Dios y fueron creados a Su imagen y semejanza, porque también son Su posteridad.
Un Padre Celestial con Padres Celestiales
José Smith enseñó que Dios una vez fue un hombre normal y, posteriormente, fue glorificado. Por ello, ahora está sentado en Su trono en los cielos mientras sostiene todos los mundos.
Esto nos da a entender que hubo mundos y civilizaciones antes de nuestro género humano, y que Dios, nuestro Padre Celestial, tuvo un Padre, y este tuvo un Padre también.
La cadena de paternidad y ascendencia se extiende hasta un punto en la eternidad que nuestra capacidad humana no puede llegar a comprender.
Una expiación infinita para mundos infinitos
El élder Marion G. Romney declaró que Jesucristo, como Creador, Redentor y Señor de todo el universo, ha servido y se ha relacionado con otros mundos y con sus habitantes de la misma forma en que lo ha realizado con esta Tierra y sus habitantes.
Es decir, además de este género humano, hay otros por los cuales Jesucristo también dio Su vida, ministró y redimió. Su expiación va más allá que cualquier escala de dimensión humana y comprensión mortal.
Tal como lo señaló el actual presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Russell M. Nelson, la expiación del Salvador fue infinita porque se extiende no solo a una cantidad infinita de personas, sino también a un número infinito de mundos creados por Él.
Definitivamente, hay vida en otros mundos. Las innumerables posibilidades que nos da la ciencia reflejan esta realidad. No estamos solos en el universo.
Dios lo ha dejado claro, Sus creaciones no tienen fin, al igual que la expiación de Jesucristo y, al igual que cualquier persona que podamos conocer en nuestra vida, aquellos habitantes de otros mundos también son nuestros hermanos y hermanas espirituales.
Todos descendemos del mismo Dios y tenemos al mismo Salvador. Es hermoso imaginar cómo será nuestra reunión con cada uno de nuestros hermanos y hermanas en un futuro no muy lejano, ya que estamos viviendo los últimos días.