Los sentimientos que tenemos cuando nos enamoramos son algunos de los más especiales, pero se vuelven aun más significativos cuando se nos da un conocimiento seguro de las promesas que le hicimos a una persona en la vida preterrenal.
Mi futuro esposo
William Toft se bautizó a la Iglesia en 1972. En ese momento, su futura esposa estaba sirviendo en una misión en California. Él escribió:
“El día que me bauticé, [mi futura esposa] tuvo una impresión inusual y se preguntó qué significaba. Llamó a casa y supo que todos estaban bien, sin embargo, el sentimiento persistió y lo anotó en su diario…
Para junio de 1974, ella regresó de su misión a su casa en el norte de Texas donde viviría cerca de su hermana y asistiría a la escuela de enfermería.
Un día, mientras asistía a una conferencia de estaca con la familia de su hermana, sentada en la parte de atrás del salón cultural, me vio. Inmediatamente me “reconoció”. Ella solo sabía que yo iba a ser su esposo.
Después de que terminó la conferencia, no supo quién era y se sintió muy frustrada. Yo me fui sin saber nada al respecto.
Cuando su hermana se dirigió al auto después de que terminara la conferencia, encontró a [mi futura esposa] sentada adentro mientras lloraba. “¿Qué pasa?”, preguntó ella. Ella le respondió: “¡Acabo de ver a mi esposo y ni siquiera sé quién es!”
Pasó el tiempo y eventualmente a ella la asignaron a una noche de hogar para solteros, yo era parte de ese grupo de solteros. La primera vez que asistió, el grupo se reunió en mi casa. Habían pasado casi 5 meses desde que me vio por primera vez. ¡Por fin nos conocíamos!
Tres días después de nuestra segunda cita, le pedí que se casara conmigo. Fue solo después de que le pedí que se casara conmigo que me compartió lo que pasó el día que me vio por primera vez. Ella esperó pacientemente a que finalmente nos conociéramos, luego esperó pacientemente a que yo la invitara a salir.
A medida que nos conocimos, ella me preguntó cuándo me bauticé. Cuando le dije la fecha, ella revisó su diario y descubrió que fue el día en que tuvo esos sentimientos que no había podido explicar mientras estaba en la misión.
Llevamos 47 años de casados y vamos por más. ¿Coincidencia? No lo creo”.
Como dos imanes que se atraen
David Gross compartió una historia interesante sobre lo que sintió cuando conoció a su futura esposa. Él expresó:
“Fue en el año 1975, cuando tenía 16 años. Cuando conocí a Sally, yo no era miembro y no estaba interesado en ninguna religión. Inmediatamente sentí algo que solo puedo describir como una experiencia o atracción maravillosa.
Para mí, fue como el final de una obra… Quería estar con ella como dos imanes. Mediante su influencia obtuve un testimonio y aceptó casarse conmigo a los 19 años. Tenemos siete hijos, estamos felizmente casados y esperamos pasar la eternidad juntos”.
Una misión de la vida preterrenal
Una mujer a la que llamaré Jane escribió:
“Vivo en Utah, pero pasé 21 años viviendo al este del país. Durante ese tiempo, ayudé a mi hijo y su joven familia a mudarse al este, esperando que eso le diera una mejor oportunidad de asistir a la escuela de enfermería.
Él y su esposa no estaban teniendo una buena relación y un día se sentó conmigo en la sala de estar, llorando por las dificultades que estaba atravesando y el divorcio que se avecinaba.
La mamá sobre protectora que llevo dentro quiso salir, pero el Señor intervino y me iluminó con el conocimiento de que nuestro hijo, en la vida preterrenal, había aceptado la misión de casarse con esta jovencita en particular porque él deseaba ayudarla a conocer el [Evangelio]. Él había accedido y trabajó duro para ayudarla.
Hemos aprendido mucho de nuestra ex nuera. Sus decisiones nos han herido mucho, pero siempre hay esperanza. Finalmente puedo decir que le deseo lo mejor y oro sinceramente para que cambie su vida en algún momento”.
Una promesa de la vida preterrenal
Steve Clegg también compartió su experiencia:
“Hace cuarenta y tres años, cuando mi presidente de estaca me apartó como misionero, me bendijo para saber que serviría y llevaría el evangelio a las personas que conocí en la vida preterrenal.
Aquello resonó en mí. Conocí a muchas de esas personas en mi misión. Una de ellas se convirtió en mi compañero.
Después de mi misión me mantuve en estrecho contacto con ese compañero de misión. Le gustaban las carreras de motocross… Un día decidí llevar a una de las carreras a una joven en nuestra primera cita. Le conté sobre nuestra amistad con mi ex compañero, pero no sobre la conexión que sentíamos de la vida preterranal.
Al lunes siguiente, esa misma joven y yo salimos a correr y volvió a salir el tema de mi ex compañero de misión. Le conté el resto de la historia. Parecía que algo la golpeó con fuerza y dijo: “Necesito mostrarte algo”. Ella se fue a su casa, y luego vino a la mía…
Cuando estaba en la misión tuve 2 sueños vívidos idénticos. Soñé que estaba sentado en mi cama y mi novia (quienquiera que haya sido en ese momento) me mostró su bendición patriarcal. En ella decía que ella y su esposo se prometieron mutuamente que se encontrarían en la tierra y serían sellados [en el templo].
Cuando mi novia (de 9 días) llegó a mi casa, me hizo leer algunos de los siguientes párrafos de su bendición que confirmaron el sueño que tuve:
‘Además, te doy instrucción sobre este principio en el que deberás encontrar a tu compañero eterno. Te aseguro que conversaste con él en el mundo de los espíritus. Hiciste un convenio con él de que vendrías a [este mundo] y se encontrarían aquí en esta tierra, formarían un hogar y tendrían hijos… Mediante el Espíritu Santo sabrás con certeza cuando esta persona entre en tu vida… él habrá servido en una misión’.
Después de leer la [bendición], las lágrimas brotaron de mis ojos. Ella ya lo sabía y estaba esperando mi reacción. Luego le dije: “¡Supongo que no necesito pedirte que te cases conmigo!”. Ella movió dulcemente la cabeza y nos comprometimos.
Nos casamos 3 meses después. He tenido muchas experiencias espirituales en mi vida, pero ninguna ha sido tan fuerte como la de marzo de 1982”.
Ecos de la eternidad
Nos abrimos a nuevas experiencias cuando el velo se abre y reconocemos a aquellos con quienes estamos relacionados en esta vida.
Algunas personas tienen experiencias que les dan un conocimiento innegable de la persona con quien se han casado en esta vida. Es un amor que resonará para siempre.
Fuente: Meridian Magazine