La depresión es una enfermedad que no solo te afecta a ti, sino también a todos los que te rodean.
Recuerdo que a los 33 años, sentí cambios graduales en mí. Tenía días tristes, pensamientos pesimistas y me sentía mal. Sin embargo, no imaginé que éste fuera el inicio de la depresión. Entonces, el cielo se volvió amenazante, oscuro, muy oscuro. Me sentía vacío. Tenía muchas ganas de rendirme. Quería renunciar a la vida, a las personas, al trabajo, las responsabilidades.
Nunca imaginé que podría haber un dolor emocional y psicológico tan abrumador que me hiciera desesperar para obtener alivio. Ahora entiendo a las personas que recurren a varios tipos de escape.
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Los 38 y 39 fueron los peores años, los más difíciles. Aunque me negaba a contemplar la idea de terminar con mi vida – tenía muchas personas por las que vivir – luchaba con la voluntad de vivir, la alegría de vivir.
La depresión mina la voluntad de mantenerte conectado con la vida. Estoy agradecido de haber podido reconocer que no era la vida con lo que quería acabar, sino esta dolorosa distorsión de la vida.
Hubo muchas veces en las que después del trabajo, quería desaparecer, quería alejarme de todas las responsabilidades que hacían que mi depresión se magnificara. Pero, no lo hice, porque al regresar a casa, encontraba a mi esposa y mi familia ansiosos por ayudarme.
El autocuidado en cuatro dimensiones
Junto con mi esposa e hijos, comenzamos a abordar lo que aprendí que son las 4 dimensiones de nuestra existencia: Nuestra biología, psicología, ecología y espiritualidad.
Cada dimensión contribuye a nuestro bienestar. Cada una se involucra de alguna manera en cualquier enfermedad con la que luchamos. Cada dimensión juega un papel en la depresión y, a su vez, cada una pudo ayudarme a vivir bien con la depresión.
No importa cuándo o cómo comience la depresión: En nuestro cuerpo (biología, por ejemplo, genética, enfermedad cerebral), por patrones oscuros de pensamiento o sentimiento (psicología), por un ambiente o relaciones tóxicas (ecología), o por descontento espiritual, desánimo, disonancia, perfeccionismo tóxico y vergüenza (espiritualidad).
No importa dónde comience, las enfermedades emocionales y mentales tienden a extenderse. Eventualmente, toda parte de nuestras vidas probablemente haya sido afectada por la depresión. Por lo tanto, tiene sentido que las soluciones de autocuidado necesiten abordar cada área.
1. Autocuidado físico
La depresión puede causar estragos en nuestros cuerpos y biología. En respuesta, el autocuidado físico es como el entrenamiento de pretemporada de un atleta, que le da al paciente una oportunidad de luchar contra la depresión el día del juego.
Para mí, el ejercicio físico regular, la buena nutrición, el peso saludable, el tiempo de inactividad adecuado, el descanso, la recreación y el sueño contribuyen al bienestar general físico, mental y emocional, y me ayudan a inmunizarme contra la depresión.
Mantener una rutina diaria también ayuda a estabilizar mi estado de ánimo. Al igual que las personas en recuperación, estos son mis “diarios”.
Para algunos, la medicación antidepresiva es una herramienta importante en su arsenal. Sin embargo, los medicamentos tienen algunos efectos secundarios, y no son una píldora mágica que restaure el cerebro, la mente o la vida como antes. No puedes simplemente tomar la píldora y esperar curarte.
Las investigaciones confirman la experiencia de que cuando los antidepresivos funcionan, funcionan mejor en combinación con la terapia y el trabajo de autoayuda.
2. Autocuidado psicológico
La depresión implica pensamientos y sentimientos distorsionados. Manejar mis pensamientos fue un largo camino para lograr la regulación emocional. Asimismo, me ayudó mucho la oración y recurrir a Dios.
Se ha demostrado que la terapia es efectiva para ayudar a las personas a manejar el estrés de manera productiva, desafiar las distorsiones cognitivas y frenar o controlar la ansiedad, todo lo cual puede desencadenar un estado de ánimo depresivo. La autoayuda durante la terapia es esencial.
La vida es difícil. Llegué a aceptar eso, y a experimentar, validar y encontrar alegría en la nobleza del esfuerzo. Incluso, cuando tal esfuerzo, no parecía hacer la diferencia que deseaba. Presentarme era un éxito; luego, prepararme; después, encontrar gradualmente un impulso para el momento.
Mi autocuidado psicológico incluía resistir la rendición a los síntomas, incluso si aún no era la cura completa para esta enfermedad cerebral.
Levantarme, vestirme, salir por la puerta, caminar, correr, comprometerme con la vida, hacer lo que pueda. Los esfuerzos de cada día influyen poderosamente en el siguiente. Mantener el impulso, por más pequeño que sea, es fundamental.
La depresión se alimenta al detenerse, las cosas solo se ponen más difíciles a partir de ahí.
He aprendido a aceptar que no tengo el control total de esta enfermedad cerebral. Sin embargo, puedo elegir reducir su influencia y los síntomas que derivan de ella.
3. Las relaciones interpersonales y el autocuidado ecológico
Tal como aprendimos en la biología de la escuela secundaria, la vida existe en sistemas ecológicos, ambientales y de relaciones. Una buena ecología con fuertes relaciones nos sostiene. La conexión y la pertenencia, no solo en abstracto, sino en la práctica diaria, son poderosas.
En mi caso, mis responsabilidades con mi esposa y mis hijos fueron el impulso que necesitaba cada día para levantarme, ir a trabajar y continuar. Mis actividades como maestro y terapeuta de matrimonio y familia, probaron ser una y otra vez una influencia transformativa y sanadora.
Si bien la depresión seguía siendo parte de mi vida, encontré gozo al entregarme en amor y servicio a los demás. Ayudar a los demás se convirtió en un camino confiable hacia la alegría. Sumergirme en el arte y la práctica de amar a los demás, me levanta el ánimo, me vuelve la mente y el corazón al cuerpo, me alivia y sostiene.
Cada día trabajaba en todo aquello que me hiciera sentir que mi vida valía la pena. Me concentré en identificar y vivir según mis propios valores, en paz y alegría con mi esposa, mis hijos y mi Hacedor.
Descubrí que podía vivir bien con la depresión si fomentaba relaciones afectuosas positivas. Descubrí que alejarse de la ira y la amargura en Internet ayuda a evitar la negatividad que puede desencadenar un estado de ánimo depresivo.
Encontré en la recreación social y en solitario una fuente de alivio y renovación que me trajo alegría pura. Con el tiempo, estas actividades borraron por completo de mi mente y corazón las fantasías e impulsos anteriores de alejarme de todo y abandonar mis responsabilidades.
4. El autocuidado espiritual y la gracia
La depresión también puede afectar la vida espiritual. A mí me sucedió, pero encontré consuelo y paz al estudiar las Escrituras, al tener una comunicación más personal con nuestro Padre Celestial a través de la oración, asistir al templo (aunque ahora por el covid-19 estoy tratando de encontrar una alternativa a ese refugio seguro), ir a la Iglesia con un enfoque más elevado en la adoración y en el servicio a los demás.
Me esfuerzo por vivir dignamente en comunión y participar en la comunidad espiritual, incluso si no siempre puedo sentir.
Mantengo rutinas espirituales incluso cuando la depresión puede hacer que parezcan algo vacías. Cuando experimento esto, mi esposa me acompaña y juntos retrocedemos para tomar impulso y volver al ruedo.
El Evangelio y la vida de Jesucristo son la brújula que señala el camino hacia los pensamientos y los sentimientos de los demás que me rescatan de la profunda depresión.
El amor puro por el que vivió Cristo es un don de Dios que requiere un verdadero esfuerzo espiritual. Encontrarlo me ayuda a vivir bien con la depresión. La caridad es una de las claves en mi autocuidado espiritual para la depresión.
Asimismo, mi testimonio de que un amoroso Padre es mi Dios; que soy Su hijo y que Él demostró compasión y amor a través de la expiación de Jesucristo, es un antídoto paliativo y, en ocasiones, curativo para la depresión. La fe en Cristo trae esperanza en Cristo, como lo expresa Alma:
Los espíritus de todos los hombres, en cuanto se separan de este cuerpo mortal, sí, los espíritus de todos los hombres, sean buenos o malos, son llevados de regreso a ese Dios que les dio la vida.
1Y sucederá que los espíritus de los que son justos serán recibidos en un estado de felicidad que se llama paraíso: un estado de descanso, un estado de paz, donde descansarán de todas sus aflicciones, y de todo cuidado y pena. (Alma 40:11-12)
Mientras practico la gratitud, descubro una abundancia de gracia en mi vida.
A pesar de todo…
A pesar de todo, me siento profundamente reconfortado al saber que de vez en cuando experimentaré una feliz reunión con los sentimientos edificantes, que provienen de los esfuerzos biológicos, psicológicos, de relación y espirituales, como si esos sentimientos y yo nunca nos hubiéramos convertido en extraños el uno con el otro.
Para los días difíciles, guardo y atesoro pequeñas notas, tarjetas, cartas y fotografías que describen las influencias positivas de mi vida, trabajo y relaciones. Estos son mis recuerdos contra la depresión.
A veces, cuando las dudas me invaden, simplemente abrir mi carpeta de recuerdos felices y verlos, me ayuda. Esos recuerdos son un milagro, un testimonio reiterado de la bondad de Dios y del prójimo.
Las acciones que me sirvieron como un antídoto confiable
A lo largo de mi viaje con la depresión, he descubierto rutinas diarias y personales que son acciones que funcionan como antídotos confiables. Cada persona puede descubrir los suyos.
Para mí, forzarme a salir de la cama y relacionarme con la vida es mi punto de partida. Eso es sobre todo importante porque me coloca donde puedo salir de mí mismo y estar disponible para los demás.
Servir, ayudar, elevar a otros a través de mi profesión como maestro y terapeuta me eleva, de una manera sorprendente y confiable. Paradójicamente, perderme en el amor es mi mejor prescripción de autocuidado y sanación, no solo me alivia, sino que en realidad pone la depresión en remisión por un tiempo, reemplazándola con alegría pura y un propósito satisfactorio.
Conclusión
La depresión no me define; no es mi identidad; solo describe mi odisea personal. El éxito es, por supuesto, mantenerse con vida. Pero, mucho más que eso, es encontrar la alegría en experiencias grandes y pequeñas, obvias y ocultas, cada día.
Todos los días hay razones para alegrarse de estar vivo. A veces, tengo que quitarme los tapaojos de la depresión para darme cuenta de ello.
La experiencia de todos con la depresión es única. No sé la magnitud o dificultad de la experiencia de otra persona. Entiendo que mi viaje y las soluciones que me han ayudado no son una imagen especular para nadie más.
Más bien, son más una resonancia comprensiva que, con suerte, arroja luz hacia el autocuidado holístico que es exclusivamente tuyo, y un estímulo para seguir intentando y descubriendo.
La depresión es una discapacidad cerebral que afecta nuestros pensamientos, emociones, motivación y experiencias de vida. Cuando una persona experimenta una limitación que cambia su vida, por un período de tiempo, puede experimentar impotencia y desesperanza, y “rendirse”.
Podemos y encontraremos alegría al hacer lo mejor que podamos con lo que enfrentamos en la vida, incluso cuando nuestras limitaciones pueden ser de por vida.
Necesitamos saber que si bien la depresión puede permanecer con nosotros, podemos descubrir que podemos cambiar de manera considerable sus contornos, lo que nos permite vivir realmente bien con la depresión. Algunos incluso se sorprenderán de escucharnos decir que ¡es nuestra lucha!
Para mí, a través del autocuidado holístico y el don de Dios – incluido Jesucristo – mi cerebro y mi cuerpo se renuevan a partir de esta vida, mientras que la sanación perfecta para todos espera la resurrección.
Fuente: Public Square Magazine