Brett and Kate McKay son miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y no son ajenos a la evolución de la fe.
Sin embargo, han descubierto que uno puede tener momentos significativos de decisión dentro de la propia fe mientras la mantiene intacta.
Asimismo, creen que la fe no debería ser aburrida. Los Mckay creen que es posible seguir apasionado por el Evangelio después de dejar la edad adulta.
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En un podcast reciente, Brett y Kate dieron su perspectiva sobre el concepto de que existen “dos mitades” de nuestras vidas y dejar que la fe madure a través de esas dos mitades.
Además, hablan sobre encontrar la verdad dentro de la paradoja y enamorarse del Evangelio.
Kate obtuvo su maestría en religión de la Universidad de Oklahoma City, mientras que Brett se graduó de la Facultad de Derecho de la Universidad de Tulsa.
Son los fundadores de Art of Manliness, la revista de interés masculina independiente más grande de la web, y tienen dos hijos.
El siguiente es un extracto de la entrevista.
Morgan Jones: He estado esperando esta cita durante toda la entrevista. Mi cita favorita de David Brooks es:
“Para mí, la mejor definición de un compromiso es enamorarse de algo y, luego, construir una estructura o comportamiento a su alrededor para esos momentos en los que el amor flaquea”.
Pienso que esa perspectiva se aplica tanto en el matrimonio como en la familia. Sin embargo, también pienso que se aplica a nuestra fe.
Entonces, ¿cómo creen que construimos una estructura o un comportamiento en torno a nuestra fe para los momentos en los que el amor flaquea?
Siento que ahí es donde surge esa sensación de pánico. Ahí es cuando las personas sienten que ese amor comienza a flaquear.
Entonces, ¿qué hacemos en esos momentos? O, ¿qué hacemos para prepararnos para esos momentos, para que cuando ese amor parezca flaquear, no entremos en pánico?
Kate McKay: Diría que la Iglesia nos brinda esa estructura y esos hábitos a través de la reunión sacramental, el servicio y la adoración en el templo.
Creo que lo que a veces necesitamos trabajar y quizás, nos falta, es que no nos hemos enamorado del Evangelio.
Creo que muchas veces la gente asume el compromiso sin enamorarse. Hay una cita genial de un profesor de predicación, que se llama Fred Craddock, dijo:
“Muchos de los que dicen: ‘Aquí vamos de nuevo’, de hecho, nunca antes ‘fueron’”.
Creo que la Iglesia y el compromiso con la Iglesia pueden parecer una rutina.
Esto se puede sentir como una carga si no se ha tenido la experiencia de enamorarse.
Luego, si tienes la experiencia de enamorarte, lo que se siente como esfuerzo y trabajo, e incluso como pánico, también puede sentirse como una alegría.
Con frecuencia, pienso que esta experiencia es como salir con alguien por primera vez y estás en la fase de enamoramiento. Sientes que no hay nada que no harías por esa persona.
Para resaltar el contraste, te daré un ejemplo. Imagina que un conocido te llama a medianoche y te dice: “Necesito que alguien me recoja del aeropuerto, ¿podrías ayudarme?”, dirías: “¡Ah, caramba!”, a regañadientes, “Está bien”.
Sin embargo, si tu novio te llama y te dice: “Necesito que me lleven”, saldrías volando por la puerta y no podrías esperar para entrar al auto y verlo.
Esa realmente es la diferencia en la motivación cuando tienes la experiencia de enamorarte y no. Asimismo, creo que esto resuelve la paradoja que encontramos en las escrituras donde Cristo dice que “mi yugo es fácil y ligera mi carga”.
Creo que muchas veces vemos eso y pensamos, ¿cómo podría ser eso cierto? La Iglesia y el evangelio requieren mucho esfuerzo.
No obstante, si te has enamorado del Evangelio… todavía se siente como un gran esfuerzo, pero de una forma muy natural. Es algo natural.
Así que, creo que muchos de nuestros problemas al sentirnos en conflicto con la Iglesia o querer apartarnos de ella es porque no hemos tenido ese tipo de romance.
Sé que suena raro. Sin embargo, creo que debería haber cierto romance y encanto con el Evangelio.
Brett McKay: Estoy de acuerdo con eso. Creo que aquellos que han estado en una misión, han experimentado cómo cambia su trabajo en el Evangelio cada vez que le infunden amor.
Cuando estaba en mi misión [y] llegué allí por primera vez, estaba en el modo de “primera mitad de la vida”. Es como, “Voy a pulir esto. Soy del tipo A, tengo que obedecer las reglas exactamente. Tengo que, asegurarme de dar tantas lecciones”.
Iba a asegurarme de cumplir con eso.
Sin embargo, no logré nada. Simplemente, sentí como si todo fuera una rutina.
Luego, a la mitad de mi misión, tuve esta epifanía, “mira, tu trabajo… [es] una parte importante. No obstante, eso no es lo que convierte a la gente… Cristo y Su expiación es lo que convierte a las personas”.
Tan pronto como me di cuenta de que, como dijo Katie, el yugo se vuelve suave y ligera la carga.
Todavía estaba haciendo las cosas de antes, pero ya no se sentía que fuera como una rutina. De hecho, se sintió realmente bien salir y hacer estas cosas.
Por eso, siempre trato de recuperar ese sentimiento de ligereza, de gracia, que experimenté en mi misión cuando se trata no solo de mi propia experiencia viviendo el Evangelio, sino también de la vida misma.
Fuente: LDS Living