Las escrituras abundan para mostrarnos que todos pueden orar. Leamos algunas de ellas:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. (Mateo 11:28)
“Orad sin cesar.” (1 Tesalonicenses 5:17)
“Ora siempre para que salgas triunfante”. (DyC 10: 5)
“Consulta al Señor en todos tus hechos”. (Alma 37:37)
En ninguna de estas escrituras ni en ninguna otra, el Señor establece reglas que mencionen que para orar debemos ser perfectos o algo semejante. Él siempre invita a todos a orar.
A menudo, dejamos de orar porque olvidamos verdades preciosas y simples. Hoy, nos gustaría recordártelas:
1. El Padre Celestial y Jesucristo nos aman a pesar de todo
Es cierto que el Señor espera que seamos fieles seguidores de Su Evangelio, que guardemos los mandamientos y que hagamos Su voluntad. Sin embargo, no ser como a Él le gustaría no nos impide que nos convirtamos en la persona que Él desea que seamos.
¡El Padre Celestial y Jesucristo nos aman independientemente de cualquier cosa que hayamos hecho y debíamos haber hecho!
El amor del Padre Celestial y de Jesucristo es perfecto, sin medida y sin reservas.
Debido a que ese amor es independiente de cualquier cosa, podemos recurrir a Él en oración. ¡No debemos sentirnos indignos de orar!
2. El arrepentimiento es el camino
A menudo, nos sentimos indignos porque todavía no hemos seguido el camino del arrepentimiento.
Sin embargo, el arrepentimiento es el camino que nos llevará a una mayor felicidad y, en consecuencia, a una relación más cercana con el Padre Celestial.
Independientemente de lo que hayamos hecho, podemos arrepentirnos y andar nuevamente por el camino estrecho y angosto.
¡El arrepentimiento y la oración siempre irán juntos!
3. Somos hijos de Dios
Una madre no ama menos a un hijo solo porque él “le dé trabajo”. Una madre no prefiere un hijo sobre otro.
Del mismo modo, es el Señor. ¡Dios no ama más a Sus hijos que guardan los mandamientos y viven Su Evangelio! ¡Todos somos Sus hijos y esta verdad debe guiar nuestros pensamientos!
Cuando tenemos en cuenta que somos hijos de Dios, la oración se vuelve tan natural como debería ser. De hecho, se convierte en una conversación entre nosotros y nuestro Padre Celestial.
En resumen…
No importa cuándo oraste por última vez. No importa lo que hiciste. ¡Lo que importa es tu deseo de acercarte al Padre Celestial en oración y cambiar!
Fuente: Mais Fe