Hace unos años, mi sobrina, Lizzy, decidió aprender a tocar el violonchelo. Sus padres estuvieron de acuerdo y ella comenzó a tomar clases.
El maestro de Lizzy era una persona muy preparada, pero hacía fuertes críticas sobre la precisión, la postura y la entonación de mi sobrina. Después de unos meses, Lizzy estaba lista para rendirse. Le dijo a su madre: “No estoy hecha para el violonchelo. Todo lo que hago está mal. Simplemente no tengo talento”.
Su sabia madre respondió: “Vamos a intentarlo otra vez con otro maestro”.
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Nerviosa y con pocas expectativas, Lizzy fue a una clase de prueba con otro maestro. Mientras tocaba una simple melodía en su violonchelo, el maestro la aplaudió con deleite y dijo:
“¡Oh, qué hermoso! Ahora, solo levanta el codo aquí. Me encantaría ver que hagas una pasada más larga del arco. Mueve tu tercer dedo un poco. ¡Eres una violonchelista maravillosa!”
Con entusiasmo, Lizzy aceptó recibir otra lección. Escuchaba todo lo que le decía su maestro, practicaba más y mejor porque sabía en qué trabajar exactamente. Así pasaron días, semanas, meses y años, y Lizzy se convirtió en una gran violonchelista.
Ahora, aquí está la parte importante de esta historia: Lizzy siempre tuvo la capacidad de convertirse en una violonchelista experta, solo necesitaba escuchar al maestro adecuado.
Todos tenemos dos voces en nuestras cabezas. La voz negativa, como la del primer maestro de violonchelo, que te dice todo lo malo, todos tus errores. Esta es la voz del miedo, la voz del desánimo, incluso podrías llamarla la voz de Satanás.
La voz positiva, como la del buen maestro de violonchelo, susurra: “¡Tú puedes hacerlo!”, “Solo haz este pequeño cambio”, “Sigue intentándolo”. Esta es la voz de Dios, tu amado Padre celestial, que te habla con amor, aliento y confianza.
A veces, nos confundimos. Creemos que Dios es crítico, está enojado y busca nuestras fallas. Pero, en realidad, el Padre Celestial habla a Sus hijos con amor, corrección apacible y persuasión gentil.
Si quieres sentirte más feliz en tu vida, presta atención a la voz correcta. No creo que quieras escuchar la voz de temor y enojo, ¿cierto? En cambio, enfócate en escuchar la voz de Dios.
Es una lección difícil de aprender, pero no imposible. Podemos ser perfectamente conscientes de nuestras debilidades y aún concentrarnos en nuestras fortalezas. La clave es la paciencia.
Por medio de la presente, te otorgo el permiso oficial para ser amable contigo mismo, escuchar la voz de Dios y decir cosas buenas sobre ti para notar tus fortalezas y perdonar tus debilidades.
Recuerda, si tienes hijos, que el mejor tipo de crianza combina altos niveles de amor y apoyo con altas expectativas. Habla con tus hijos con amor, corrección apacible y persuasión gentil.
Ninguno de nosotros quiere ser el “maestro malo de violonchelo”. Somos constructores y buscamos elevar a los demás. Amamos a Dios y a todos Sus hijos.
La próxima vez que notes esa voz crítica y áspera en tu cabeza, DETENTE. Apaga la negatividad y escucha el consejo amable y gentil de tu Padre Celestial. Él te ama. Él conoce tu potencial infinito y quiere que tengas éxito. ¡Él quiere que Sus hijos progresen!
La próxima vez que quieras ofrecer críticas sobre ti mismo, DETENTE y pregúntate si estás edificándote o destruyéndote. Habla con una voz piadosa. Eres Su hijo, Él te mostrará el camino.
Fuente: Meridian Magazine