Como joven adulta soltera miembro de la Iglesia, he tenido una cuota bastante alta de citas (más de las que puedo recordar en mis diez años saliendo con jóvenes). Salir con alguien que tuviera un problema con la pornografía nunca fue el objetivo de mi vida. De hecho, siempre traté de evitarlos. Mas con el pasar de los años, me di cuenta que hallar a alguien que nunca hubiera tenido dicha adicción, iba a ser más difícil de lo que pensaba.
El año pasado, salí con alguien que mencionó haber tenido un problema con la pornografía. Lo llamaremos Chico #1 (porque aunque era el primero en contarme algo así, no sería el último). Con él podía ver los claros efectos de la pornografía por la forma en que me trataba. Sí, me adoraba, pero su cerebro se había corrompido por los años de adicción. Gracias a las breves conversaciones que mantuvimos sobre el tema, me pude dar cuenta que la pornografía era una batalla en la que, de alguna manera u otra manera, seguía luchando.
Nunca fue demasiado abierto en contarme su situación por lo que no sabía en qué términos estaba con el Señor ni cómo andaba su testimonio. Fue así como empecé a tener mis dudas en cuanto a mostrarme como era frente a él pues nunca llegué a confiar al 100%. Quería que nuestra relación funcionara pero sin importar cuánto lo intentara, seguía sintiendo una voz que decía “deberías terminar con él”.
Y lo hice.
Un año después de la ruptura, me sentía segura de tener mi corazón bien protegido. Justo cuando pensaba que no volvería a confiar en alguien nunca más, conocí a un chico. Lo llamaremos Chico #2. La conexión fue instantánea. Podíamos comunicarnos sin problemas y era abierto respecto a quién era y el camino que había seguido a lo largo de su vida no había sido muy bueno.
Me confesó haber estado involucrado con varios tipos de pornografía desde una temprana edad. Instantáneamente pensé que esta historia acabaría igual que la de Chico #1 dado que ambos habían sido adictos a la pornografía. Pero entonces me di cuenta de que no eran tan parecidos después de todo.
Chico #2 era franco y reconocía la lucha que vivía para superar su adicción. Me contó sobre cómo solía tratar a las mujeres y por qué era tan increíble el cambio que había tenido conmigo. Me confió conversaciones que había tenido con su obispo. Me habló sin rodeos de su estado espiritual y de sus esfuerzos por rehabilitarse. Me habló de las impresiones que le venían durante su estudio personal de las escrituras… En resumen, confiaba en mí.
No podía negar que estaba dando un salto de fe tremendo al ser tan sincero conmigo, alguien a quién no conocía desde hace mucho pero que sin embargo le importaba de forma genuina. Sé que no era fácil para él exponerse de la forma en que lo hacía, razón por la cual no me precipitaba a juzgarlo y trataba de ser tan tierna como me fuera posible.
Estas conversaciones me ayudaron a derribar el fuerte alrededor de mi corazón, haciendo que se cayeran todos los ladrillos que lo componían por la enorme confianza que le tenía. Si su historia estuviera plasmada en papel, tendría tantas banderas rojas que cualquier muchacha saldría corriendo espantada. No obstante, él estaba usando la Expiación de Jesucristo para borrar esas banderas y cambiar de corazón.
Y lo hizo.
Me di cuenta que no todos los adictos a la pornografía eran iguales. Una gran cantidad de hombres Santos de los Últimos Días se han visto envueltos en ella, hecho que no significa que sean personas malas, siniestras o destinadas a romper los corazones de las jovencitas. La pornografía es una adicción considerable debido a los químicos que se liberan en nuestro cerebro debido a dicha experiencia, la cual puede venir en distintos tamaños y formas. Tanto hombres como mujeres son igualmente víctimas de la pornografía, siendo estas últimas más atraídas por publicaciones menos visuales, tales como la literatura.
He aprendido que es más importante concentrarse en quién el hombre es hoy y quién puede llegar a ser en lugar de quién fue en el pasado. Tener el amor puro de Cristo implica darle a nuestros semejantes el beneficio de la duda. Este principio bien podría llamarse “recorrido de esposo”, aplicable tanto a tu compañero eterno o a quien pueda serlo algún día.
Hay algunas preguntas a considerar a fin de sentir acaso el hombre a su lado aplica para el “recorrido de esposo”, tales como: ¿te trata bien? ¿es honesto y abierto contigo? ¿está viendo pornografía en la actualidad? ¿está combatiendo su adicción? ¿de qué forma? ¿cómo se esfuerza en seguir a Cristo?
De ninguna manera quiero que este artículo se tome como un medio para animarlos para que salgan con un adicto a la pornografía. Pero he aprendido por mi propia experiencia que cada persona y relación es diferente. Seguir los susurros del Espíritu Santo será la mejor guía para su felicidad futura. Sin embargo, cuando alguien amado nos confiesa un problema relacionado con la pornografía, sírvanse escuchar sin prejuicios y llenas de caridad. No existe una cura universal para las víctimas de esta plaga moderna, pero confiar el uno en el otro y por sobre todo en la Expiación es un buen comienzo.