Durante gran parte de mi vida, incluso ahora, me he preocupado demasiado por lo que otros piensan de mí. Recién ahora me estoy dando cuenta de lo venenoso que es ese comportamiento para mi alma.
Es natural negarlo. El orgullo en mí me hace creer que no importa para nada lo que otras personas piensen de mí. Lo vemos como un problema de autoconfianza, un problema de autoestima y una debilidad.
A veces, después de estresarme y pensar por lo que otra persona podría estar pensando en mí, recuerdo haberme dicho “¿a quién le importa lo que alguien piense de ti, Greg?” como un tipo de mecanismo psicológico para convencerme de que verdaderamente no me importaba lo que alguien pudiera pensar de mí.
Pero no pude engañar a mi subconsciente. Podía decir que no me importaba… pero en el fondo, sí lo hacía.
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Un cambio de perspectiva
Diariamente, me encuentro preocupado, analizando y especulando lo que otros podrían estar pensando de mí por cualquier razón. Pero la verdad es que… ¡es un veneno! Un veneno de ansiedad, extenuante y debilitante.
Nos preocupamos por algo que casi nunca podemos controlar. No importa lo que hagamos, las personas van a pensar lo que deseen a pensar.
Interpretarán tu apariencia, tus expresiones faciales, tu tono de voz, tus acciones, la forma en que caminas, el auto que conduces, la ropa que usas, los amigos que tienes, la empresa para la que trabajas, la Iglesia a la que asistes, el cónyuge que tienes, los hijos que criaste, los logros que has alcanzado, los fracasos que has sufrido, el lugar donde naciste y el modo en que finalmente mueres.
Todo será interpretado de manera diferente por personas con diferentes perspectivas.
Puede que realmente le agrades a una persona sin razón alguna y que otra persona pueda realmente odiarte sin una razón aparente. ¡¿Y adivina qué?! Literalmente, no hay nada que tú o yo podamos hacer al respecto. La gente va a pensar lo que desea pensar.
Lo único que podemos hacer es tratar de ser nuestro mejor yo y dejar que la gente piense lo que piense. Pero… cuando estemos siendo nuestro mejor yo, seamos nuestro mejor yo para nosotros mismos y no porque queremos impresionar a los demás. No tengas miedo de ser como eres en verdad, tú verdadero yo.
Valor individual
Recuerdo una vez cuando tenía unos 25 años y me encontraba enseñando una clase de la escuela dominical en una nueva área en la que mi esposa y yo recientemente nos habíamos mudado, que un hombre en esa clase, del que luego me hice buen amigo, en un ataque de honestidad, decidió contarme lo que pensó de mí cuando me vio por primera vez. Él me dijo:
“No me agradaste mucho cuando te vi por primera vez. No fue algo que dijiste o hiciste… Simplemente no me gustaba cómo te veías. Me recordabas a alguien que no me agrada, por lo que tampoco me agradaste.”
No estaba seguro de cómo responder a eso, así que sólo le sonreí y le dije… “Bueno… gracias por hacérmelo saber.”
La única razón por la que este hombre se sintió cómodo diciéndome esto fue porque con el tiempo nos habíamos convertido en muy buenos amigos. Desde entonces me he preguntado cuántas personas hay por ahí que sienten lo mismo que él.
Usar las opiniones de los demás como una medida para nuestro valor es una batalla perdida. Realmente creo que este concepto único es responsable de la gran mayoría de la tristeza que abarca el mundo.
A medida que envejezco, más me doy cuenta de que es imposible complacer a todos y he luchado con esa realidad. He tratado de cambiarlo y controlarlo.
Si descubría que a alguien no le caía bien, hacía todo lo posible para averiguar por qué a esta o aquella persona no le caía bien. Quería saber qué fue lo que hice, lo que dije o cuál fue la causa de que esa persona no me quisiera.
“Si tan solo me conocieran mejor, no sentirían lo mismo”, pensaba para mí. Pero esa no es la forma en que funcionan las cosas. Y tratar de probar tu valía a todos los que se crucen en tu camino es algo agotador, inútil y muy dañino.
¿A quién debemos agradar?
Una de las cosas más importantes que puedes hacer es superar la tendencia a complacer a todos. Nunca sucederá. Hay algunas personas con personalidades que son muy agradables para mucha gente, sin embargo ellas también conocen personas que no piensan lo mismo.
Por alguna razón, alguien, en algún lugar… no importa lo que hagas… o lo que digas… tendrá problemas contigo. Depende de nosotros cambiar la forma en que pensamos de nosotros mismos y no preocuparnos por los pensamientos de los demás.
El apóstol Pablo advirtió de tratar de caer en el juego de ser querido por todos. Llamó a las personas que ansiaban la admiración de los demás, “hombres complacientes”.
Pablo aprendió que si lograba su propósito predeterminado en la vida y alcanzaba sus objetivos más importantes eso significaría que sería odiado por la gran mayoría de las personas con las que entraría en contacto.
Si hubiera tratado de agradar a las personas que conocía, él hubiera vivido una vida mucho más tranquila. Sin embargo Pablo adoptó una postura más osada con respecto a los asuntos más importantes y se convirtió en una de las figuras más odiadas de Roma en ese tiempo.
Aprendió que solo tenía que complacer a un ser y ese era Dios. Si otros se burlaban de sus palabras o se burlaban de su presencia, a él no le importaba. Él sabía quién era y a dónde iba. La admiración de sus compañeros no significada nada para él.
Jesucristo enseñó que “el reino de Dios está dentro de nosotros”. Sabía que en el fondo sabríamos si estábamos viviendo una mentira, usando máscaras o viviendo por la atención y el reconocimiento de los demás.
Él sabía que si somos fieles a nosotros mismos, y no a las opiniones de los demás, encontraríamos paz en esta tierra. Sabía que nunca podríamos agradar a Dios si nos disgustamos con el hombre o la mujer que nos mira en el espejo.
Cambiar constantemente quién eres para que la gente te quiera es como vivir en una prisión.
Nunca podrás complacer a todos.
Pero si puedes mirarte en el espejo y saber que has hecho todo lo posible para hacer lo correcto a pesar de lo que alguien diga de ti, entonces habrás logrado algo que pocas personas han podido lograr en esta tierra.
Este artículo fue escrito originalmente por Greg Trimble y fue publicado originalmente por gregtrimble.com bajo el título “Worrying About What Others Think Of You Is Like Poison To The Soul”