Nota del editor: la Dra. Debra Theobald McClendon es una psicóloga clínica que se especializa en la escrupulosidad, un subtipo de trastorno obsesivo compulsivo (TOC) relacionado con la religión.
Mediante mis experiencias profesionales, he visto los diferentes tipos de ansiedad que afectan a algunos de los discípulos fieles de Jesucristo.
Descubrí que cuando alguien usa el término “crisis de fe”, por lo general dos cosas son ciertas. Primero, está cuestionando su creencia religiosa. Segundo, está experimentando una intensa angustia emocional y ansiedad por sus dudas.
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Al hablar sobre el papel de la ansiedad en una “crisis de fe”, espero que obtengas información para ayudarte a ti mismo y a tus seres queridos en este viaje por la fe.
No todas las dudas con respecto a la fe constituyen una “crisis de fe”. No nos debemos atemorizar por nuestras preguntas, sino abordarlas con sinceridad.
En este artículo, analizaré cinco puntos que debemos considerar al explorar las dudas desde una perspectiva basada en la fe.
1. La fe es el primer principio del Evangelio
La fe es fundamental para el Evangelio de Jesucristo, es el primer principio del mismo.
La fe significa que no sabes todo en este momento, pero decides creer (Marcos 9:24).
El profeta José Smith enseñó lo siguiente:
“El plan de salvación… era un sistema de fe: comienza con fe y continua mediante ella, y toda bendición que se obtiene en relación con la fe, es en consecuencia de esta, ya sea que pertenezca a esta vida o a lo que está por venir. Todas las revelaciones de Dios dan testimonio de esto”.
En otras palabras, no solo tienes el permiso de Dios para vivir por fe, ¡Él lo requiere! El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, declaró:
“En momentos de temor o duda, o en tiempos de dificultad, mantengan la fe que ya han cultivado, a pesar de que esa fe sea limitada”.
“Cuando lleguen esos momentos y surjan los problemas, y la resolución de esos problemas no sea inmediata, aférrense al conocimiento que ya tienen y manténganse firmes hasta que reciban más conocimiento”.
2. La fe es un principio de acción
La fe no es solo el primer principio del Evangelio, es el primer principio de la vida. “Discursos sobre la fe” dice:
“La fe es la causa motriz de toda acción”.
Al lidiar con tus preocupaciones sobre la fe, ten en cuenta que no puedes evitar vivir por fe. Simplemente, tú eliges dónde depositar tu fe. Se necesita fe para vivir el Evangelio cada día.
Lo que quizás no se reconozca de manera clara es que también se necesita fe para alejarse y elegir otro camino. No puedes evitar actuar con fe, porque para cada acto se requiere fe.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó:
“Llega el momento en el cual todo hombre cuenta únicamente con el respaldo de la fe, y entonces es cuando debe tomar una posición definitiva”.
3. Es natural hacer preguntas
Es natural y saludable hacer preguntas y explorar doctrinas, principios e inquietudes en el proceso del discipulado como creyente de Jesucristo y como miembro de Su Iglesia.
Como nos recuerda una sección de los Temas del Evangelio:
“La restauración del Evangelio comenzó con José Smith haciendo una pregunta sincera y con fe”.
Pensar en nuestro discipulado no solo está bien, es fundamental. No podemos ser pasivos.
Los líderes de la Iglesia han asegurado a los Santos de los Últimos Días que sus preguntas son bienvenidas. La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles han declarado:
“Entendemos que de vez en cuando los miembros de la Iglesia tendrán preguntas sobre la doctrina, la historia o la práctica de la Iglesia. Los miembros siempre tienen la libertad de hacer estas preguntas y buscar sinceramente una mayor comprensión”.
El élder Holland ha dicho:
“Sean tan francos en cuanto a sus dudas como tengan que serlo; la vida está llena de dudas sobre un tema u otro; pero si ustedes y su familia desean ser sanados, no permitan que esas dudas impidan que la fe produzca el milagro”.
4. Paciencia y aceptación del viaje de fe
Permite que tu viaje de fe fluya naturalmente y con sinceridad. Esto funcionará para calmar la ansiedad y será más productivo a largo plazo, a medida que trabajes para encontrar soluciones a tus preocupaciones.
Por ejemplo, el músico Michael McClean compartió su historia de lo que llamó una “crisis de fe” de 9 años.
El momento crucial de su historia ocurrió cuando dejó de intentar forzar sus sentimientos:
Entonces, me puse de rodillas. . . y dije: “No sé si estás escuchando esto. Voy a dejar de quejarme por esto. Voy a confiar en ti. Confiaré en que hay una razón por la que no puedo sentir tu presencia. Hay una razón por la que me siento tan abandonado. Voy a confiar en que eres más inteligente que yo, que entiendes esto mejor que yo, que en algún momento te comunicarás conmigo, sentiré tu amor y no me sentiré tan perdido”.
No había perdido la esperanza, pero había dejado de intentar controlar lo que sentía o decía.
Después de este momento, comenzó su sanación. Esta historia ilustra cómo renunciar a los esfuerzos por controlar o forzar nuestros sentimientos. Y, en cambio, permitir que esos sentimientos fluyan.
Esa actitud ayuda a crear un corazón abierto que puede permitir que el Espíritu trabaje con nosotros. Intentar “demasiado” generar ciertos sentimientos solo logra apagarlos.
5. Explorar la fe con fe
En 2013, el élder Dieter F.Uchtdorf, en ese entonces miembro de la Primera Presidencia, enseñó:
Hay pocos miembros de la Iglesia que, en algún momento u otro, no hayan luchado con preguntas serias o delicadas.
Uno de los propósitos del Evangelio es nutrir y cultivar la semilla de la fe, incluso algunas veces en el arenoso suelo de la duda y la incertidumbre.
La fe es la esperanza de cosas que no se ven pero que son verdaderas.
Por lo tanto, mis queridos hermanos y hermanas, mis queridos amigos, les pido, primero duden de sus dudas antes que dudar de su fe.
Nunca debemos permitir que la duda nos mantenga prisioneros y nos prive del amor, la paz y los dones divinos que vienen mediante la fe en el Señor Jesucristo.
Mi experiencia
Durante mi adolescencia tuve muchas dudas sobre el Evangelio. Sin embargo, permití que el proceso siguiera su curso natural, en lugar de forzar el problema.
Eso no significó que fuera pasiva. Me esforcé mucho, reflexioné, exploré, leí, hice preguntas y trabajé en este tema durante meses.
Discutí mis pensamientos y hallazgos con aquellos en quienes confiaba. Escribí sobre eso. Leí lo que había escrito y medité un poco más. Luego, lo dejé reposar en mi mente.
Meses después, retomaría el problema y comenzaría a trabajar en él nuevamente. ¡Hice esto una y otra vez durante un período de ocho años!
Lo que aprendí no solo me enseñó que mis preocupaciones particulares estaban equivocadas, sino que me ayudó a convertirme en lo más profundo de mi alma y a profundizar mi lealtad a mi Padre Celestial y a Su Hijo Jesucristo.
Pagué el precio y lo supe por mí misma. El presidente Russell M. Nelson dijo recientemente:
“El Señor ama el esfuerzo, porque el esfuerzo brinda recompensas que no pueden recibirse sin él”.
Tú también puedes tener este tipo de experiencia de fortalecimiento de fe que expande el alma mientras exploras y abordas tus preguntas sobre las creencias.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito por la Dra. Debra Theobald McClendon y fue publicado en ldsliving.com con el título “Anxiety and belief: 5 principles of faith to help you prevent your doubts from becoming a faith crisis”.