Las bendiciones no son cosas que suceden por coincidencia, ni son meras casualidades. Por el contrario, son bendiciones derramadas por nuestro Padre Celestial.
En las últimas semanas, hemos visto cómo el mundo ha caído en crisis debido al brote de COVID-19. He visto a muchas familias luchar económicamente porque se han visto obligados a quedarse en casa. He visto a algunos perder su empleo por completo, mientras que a otros se les ha reducido las horas de trabajo.
Por otro lado, he visto familias donde el jefe de familia puede trabajar, pero con el temor de llevar el virus a su familia. Estoy extremadamente agradecida de ser una de las que tiene un esposo que todavía tiene un trabajo al que puede ir cada día.
Puedo recordar un momento de mi vida en que tuve desafíos económicos y se me rompe el corazón por aquellos que tienen que pasar por una prueba tan difícil, especialmente en medio de una pandemia.
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Las promesas del cielo
Cuando me casé con mi ahora ex esposo, nos esforzamos por sobrevivir financieramente hasta fin de mes. Él trabajaba en un cementerio y deseaba ser el único proveedor de nuestro hogar. Si bien aprecié su esfuerzo y el trabajo que realizó, sabía que teníamos desafíos para pagar las cuentas.
Después de pagar nuestras deudas y el alquiler, teníamos que pagar el 10% de nuestros ingresos en el diezmo a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Pagar nuestro diezmo fue definitivamente un momento de prueba para nosotros. Además de eso, queríamos tener hijos, pero sabíamos que nuestras finanzas no daban una oportunidad para ello. Nuestro seguro de salud no era el mejor y no calificamos para recibir asistencia del gobierno. El dinero que pagamos en el diezmo podríamos haberlo utilizado fácilmente para cuidar de un bebé.
Aun así pagamos nuestro diezmo, confiando plenamente en Dios, confiando que las cosas saldrían bien y que nuestras oraciones serían respondidas si es que algún día éramos bendecidos con un bebé a pesar de meses de intentar sin éxito.
En la Iglesia y en las clases de preparación para el templo, nos habían enseñado que cuando pagamos un diezmo íntegro, somos bendecidos en abundancia. Malaquías 3:10 dice:
“Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.”
Nos aferramos a esta esperanza de que si pagábamos nuestro diezmo, todo se arreglaría y las bendiciones del cielo serían derramadas sobre nosotros.
Una lluvia de bendiciones
Al principio no vimos las bendiciones, ni nos dimos cuenta de cuán abundantemente seríamos bendecidos.
Poco después de sellarnos en el templo, sentí la necesidad de conseguir un trabajo, pero estaba limitada en cuanto a dónde podía trabajar porque solo teníamos un auto algo confiable. Y viviendo en una ciudad pequeña, mis opciones eran aún más limitadas, especialmente teniendo en cuenta que tendría que ir caminando al trabajo.
Como tenía pocas opciones, decidí ir al supermercado local en busca de un trabajo. Aproximadamente una semana después, me contrataron como cajera.
Un par de semanas después de trabajar como cajera, alguien llamó a la puerta de nuestro departamento. Para mi sorpresa, cuando respondí ví que había un hombre de la compañía eléctrica parado en mi puerta. Estaba allí para reparar mi medidor eléctrico.
Había notado que había dejado de funcionar y que necesitaba reemplazar algunas piezas. Durante todo el año que habíamos vivido en el departamento, nunca habíamos pagado más de 15 dólares al mes por la electricidad, a menudo pagando tan solo 5 dólares.
Irónicamente, tan pronto como recibí mi primer cheque de pago, fue cuando la compañía eléctrica se dio cuenta de que había un problema y que el medidor necesitaba ser reparado.
Y debido a que la compañía eléctrica no tenía forma de medir con precisión la cantidad de electricidad que realmente habíamos consumido, la descartaron como una pérdida para la compañía a pesar de que ofrecimos pagar cualquier diferencia en la facturación.
El medidor roto fue una bendición antes de que tuviera un trabajo. Si el medidor no se hubiera roto o desgastado, nuestro presupuesto para comprar los alimentos del mes se hubieran ido al pago de de la luz.
Las bendiciones no pararon ahí. Continuamos pagando nuestros diezmos.
Aproximadamente un mes después de empezar a trabajar, nos ofrecieron un trabajo como conserjes del edificio en el que vivíamos. Nunca habíamos solicitado el trabajo ni siquiera habíamos hecho preguntas al respecto. Simplemente nos lo ofreció la pareja propietaria del edificio.
Este nuevo trabajo también era algo que se podía hacer fácilmente mientras que mantenía mi empleo en el supermercado y mi ex esposo trabajaba en el cementerio. Además de convertirnos en conserjes, pudimos mudarnos a un apartamento más grande en el edificio y nuestro alquiler se redujo a la mitad.
Un milagro inesperado
Un par de semanas después de encontrar empleo en el supermercado y aproximadamente dos semanas después de tomar el cargo de conserje, descubrí que estaba embarazada después de casi un año de intentar tener un bebé. Había estado embarazada el año anterior, pero había perdido al bebé.
Aunque este era mi segundo embarazo, sería el primer bebé que podría traer del hospital a casa, y teníamos muy poco para cuidar del bebé. Todo el dinero que gané en mi trabajo fue para nuestro bebé. Compré todas las cosas que un bebé necesita sin dejar de pagar el diezmo. Tenía más de dos años de suministro de pañales en varios tamaños almacenados en el armario del cuarto de mi primer bebé.
Sabía que una vez que naciera mi bebé, no volvería a trabajar en el supermercado y que tenía que comprar lo esencial con mi salario mientras podía trabajar.
Cuando llegó el momento de pagar la parte final de la cuenta del doctor y el hospital que el seguro no cubría, inesperadamente recibimos algo de dinero que podíamos usar para pagar esas deudas.
El dinero era suficiente para cubrir la deuda total del médico y una parte de la deuda del hospital, o la totalidad de la deuda del hospital y nada para el médico. Debatimos si deberíamos pagar el diezmo del dinero que habíamos recibido, ya que reduciría aún más el dinero y dificultaría el pago de las deudas por lo que debatimos sobre qué cuenta pagaríamos primero.
Finalmente decidimos que lo primero que teníamos que pagar era el diezmo. Así que no pagamos las deudas médicas hasta el lunes siguiente, después de haber pagado el diezmo el domingo.
Bendiciones del Señor
Cuando llegó el lunes, pensé que iría al consultorio del médico y pagaría esa cuenta primero, luego pagaría el resto del dinero al hospital y establecería un plan de pago para todo lo demás adeudado. Ese era mi plan, solo que no funcionó de esa manera. Cuando llegué al consultorio del médico, su consultorio estaba cerrado.
No era feriado y no había ninguna nota en la puerta… Estaba cerrado por alguna razón. Así que me dirigí al hospital para ver qué podía hacer allí.
Después de hablar con una mujer en facturación, me dijo que tenían un programa de descuentos en el que si pagaba mi factura en su totalidad ese día, calificaría para un descuento y obtendría un porcentaje de descuento en mi deuda.
Así que eso fue exactamente lo que hice, y el porcentaje que se descontó fue justo lo que necesitaba para pagarle a mi médico.
Supongamos por un momento que no hubiéramos pagado nuestro diezmo. Habría ido al consultorio del médico la semana anterior en lugar de esperar hasta el lunes, lo más probable es que el consultorio hubiera estado abierto. Le habría pagado al doctor, luego habría ido a pagar la cuenta del hospital sin tener lo suficiente para pagar el total de la deuda, y habría tenido que acceder a un plan de pago.
Este tipo de bendiciones no son cosas que simplemente suceden por coincidencia, ni son meras casualidades. Por el contrario, son bendiciones derramadas en abundancia de nuestro Padre Celestial.
El diezmo abre las puertas de los cielos
Una cosa que he aprendido a lo largo de los años al pagar el diezmo es que, independientemente de cuánto o poco dinero tenga, cuando pago el diezmo, soy bendecida sin medida y nada me falta. Independientemente de cuán difíciles sean las cosas financieramente, mis necesidades siempre se satisfacen y mi familia siempre está satisfecha.
Lo curioso del dinero es que, independientemente de si lo tienes o no, siempre es una prueba. Cuando estamos haciendo todo lo posible para llegar a fin de mes, nuestro Padre Celestial compensará la diferencia con lo que nos falta.
Al pagar el diezmo, mostramos nuestra obediencia y gratitud hacia Dios y nuestro amor por el Señor. El élder Yoshihiko Kikuchi, miembro del Primer Quórum de los Setenta de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dijo:
“El diezmo es una muestra de gratitud, de obediencia y de acción de gracias, una señal de nuestra dedicación y buena disposición. Pagar el diezmo con agrado nos ayuda a tener un corazón íntegro y puro. El pago del diezmo aumenta nuestro amor por el Señor.”
Hasta que realmente pagué el diezmo y deposité mi entera confianza en Dios durante mis tiempos más difíciles económicamente, no entendí el propósito del diezmo, ni había visto las bendiciones que el Señor derramaba simplemente al dar un diezmo íntegro.
Me di cuenta de que cualquier dinero que gano ya le pertenece al Señor. Al darle el 10%, no le estoy pagando nada, sino que estoy saldando una deuda que le debo al Señor. El élder Jeffery R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, dio las siguientes instrucciones:
“El pago del diezmo no es una pequeña dádiva que otorgamos a Dios caritativamente, sino que es el pago de una deuda.”
Testifico que independientemente de cuán estresante sea nuestra situación financiera o cuánto dinero tengamos, cuando pagamos nuestro diezmo, no solo estamos saldando una deuda que le debemos al Señor por Su sacrificio, sino que recibimos una abundancia de bendiciones que van mucho más allá del 10% que damos.
Si hay algo que puede mejorar nuestra situación y aumentar nuestra fe en Dios durante estos tiempos difíciles, es simplemente dar un diezmo íntegro.
Desde mi experiencia personal, te aseguro que cuando damos nuestro diezmo, ese pequeño 10% pasará desapercibido en comparación a la abundancia de bendiciones que recibiremos sin medida.
Fuente: ldsblogs.com