El Elder Giménez, una de las nuevas Autoridades Generales de los Setenta, de 47 años, nació en Antofagasta, Chile y en este artículo te invitamos a conocerlo.
La ciudad de Antofagasta, Chile, parecía estar doblemente bendecida en la Conferencia General de abril de 2019.
En una sesión de la conferencia, el Presidente Russell M. Nelson anunció un nuevo templo para la ciudad portuaria, Antofagasta, en el área minera del norte de Chile. En otro anuncio Ricardo P. Giménez, fue nombrado como uno de las 10 nuevas Autoridades Generales de los Setenta.
Nuevas Oportunidades
El anuncio del templo de Antofagasta fue compartido por los Santos de los Últimos Días en Ely, una ciudad de unos 4,000 habitantes en el centro-este de Nevada que sirvió como una estación de diligencias en el siglo XIX y en donde se descubrió cobre en 1906.
Ely es el lugar donde el Elder Giménez, su esposa, su hermana Catherine Giménez y sus dos hijos han vivido durante los últimos tres años.
En abril de 2016 un contrato para trabajar como gerente administrativo de una compañía minera en Ely por tres años le llegó al Elder, el cual coincidía con su relevo como un Setenta de Área en Chile. La familia Giménez llegó a la ciudad en un día oscuro y lluvioso, a un nuevo lugar, un nuevo idioma y una nueva cultura.
“Oramos al respecto, y sentimos que estaba bien”, dijo el Elder Giménez. “Mirando hacia atrás, podemos atar los cabos, pero en ese momento, fue bastante difícil.”
Aceptar invitaciones para hablar en la Iglesia, dar clases y discursos parecía desalentador, incluso hablar inglés con otros por teléfono era un desafío muy grande al principio.
“Durante ese tiempo, nos acercamos más a nuestro Padre Celestial que en cualquier otro momento”, dijo la hermana Giménez, quien diligentemente preparaba discursos y lecciones, iba a enseñar con los misioneros de tiempo completo y se comprometía a compartir su testimonio mensualmente en inglés.
El Elder Giménez dijo: “Fue una experiencia que nos llenó de humildad el poder recordar que tenemos que poner nuestra confianza en el Señor más que en nuestras propias capacidades.”
“Esa fue nuestra intención desde el principio. Así que no importa lo que el Señor requiera de nosotros, diremos que “sí”, haremos lo mejor que podamos y confiaremos en Él. …Fue parte del aprendizaje que el Señor quería que tengamos en esos tres años.”
Esa actitud sigue en pie hasta ahora, no sólo para el Elder Giménez en sus nuevas asignaciones, sino también para la hermana Giménez, quien lo acompaña y participa como invitada.
Conociendo al Elder Giménez
A los 11 años, Ricardo Giménez, se unió a la Iglesia en Santiago, donde él, su madre y su hermana menor se mudaron después del divorcio de sus padres en Antofagasta. Al asistir a varias iglesias en busca de consuelo y paz, su madre conoció a los misioneros de los Santos de los Últimos Días.
Después de haber sido enseñado por los Elderes, el joven Ricardo le dijo a su madre que quería ser bautizado; ella estuvo de acuerdo y se unió a él. “Tenía una impresión real y clara de que era verdad”, recordó el Elder Giménez de su conversión. “Sentí que todo tenía sentido y encajaba en el lugar correcto.”
Catherine Carrazana nació en una familia Santo de los Últimos Días y participó en reuniones y actividades hasta la edad de 12 años, cuando su familia dejó de asistir a la Iglesia. Recurriendo a los recuerdos de la infancia de cantar himnos y canciones de la Primaria y ver videos de la Primera Visión, regresó a la Iglesia a los 18 años.
“Regresé sola. Siempre supe que era el lugar correcto para mí y nunca dejé de orar”, compartió ella y agregó: “Sabía que tenía que casarme en el templo.”
Mientras viajaba en un autobús de camino a su trabajo en la tienda de su padre un día de verano en 1995, Catherine vio por primera vez a Ricardo, caminando por una calle de Antofagasta. Ella lo volvió a ver más tarde esa noche en una fiesta.
Ellos no se conocieron ni hablaron hasta que terminó el verano y ella se mudó a Santiago para ir a la universidad y vivir con su tío, que era el obispo de un barrio en la capital de Chile. Al asistir a las reuniones dominicales, vio al mismo joven que recordaba haber visto en Antofagasta.
Cuando se conocieron, ella supo que él, un misionero retornado y estudiante universitario que vivía en Santiago, regresaba a Antofagasta cada verano para pasar tiempo con su padre, la razón por la que ella lo vio por primera vez. Pasaron los siguientes seis meses convirtiéndose en buenos amigos antes de que él le pidiera salir en una cita.
La pareja se casó por civil en septiembre de 1997 en Antofagasta, y luego se selló un par de días más tarde en el Templo de Santiago de Chile.
Los Templos del Señor
Cuando decidieron agrandar su familia en Chile, él primero trabajó en la industria minera y luego en servicios de tecnología de la información. A medida que su familia y profesión progresaron, él consideró asistir a la Escuela de Negocios de Marriott de la Universidad Brigham Young para buscar oportunidades de trabajo en el extranjero.
Desafortunadamente su compromiso con los llamamientos de la Iglesia no parecían coincidir con el tiempo de tales posibilidades, que se produjeron cuando él estaba sirviendo como obispo en Antofagasta, luego como presidente de estaca, y más tarde como Setenta de Área.
Estando en Ely, se dieron cuenta de que los templos estaban casi en todas partes, en Nevada, Utah y Idaho; sin embargo todos estos se encontraban a una distancia de tres a cinco horas en auto. Para la familia Giménez, eso es sólo una tercera parte o menos de las 15 horas en auto desde Antofagasta al templo en Santiago.
“Eran cuatro horas, para mí, eso era un regalo, una bendición. [Podemos poner] el templo como una meta, no sólo como parte de un viaje para hacer recados o ir de compras. Podemos cambiar [nuestras] prioridades, vayamos al templo. [Podemos] hacer lo otro, pero la principal prioridad es ir al templo.”
Adaptándose a una nueva vida
El Elder y la hermana Giménez han compartido parte de su cultura con sus amigos y conocidos en Ely, como los gestos latinos de cercanía: saludos de un abrazo y un pequeño beso en la mejilla entre mujeres o un abrazo entre varones.
“He convertido a toda la presidencia de estaca y al sumo consejo, los agarro y los abrazo”, dijo el Elder Giménez. “Y es lo mismo con los misioneros, cuando los abrazo, ponen sus cabezas en mi hombro.”
A pesar de lo difícil que parecía al principio, ellos decidieron avanzar con fe, fortaleciendo su testimonio, con servicio y ministración. Ya sea en Antofagasta, Chile o en Ely, Nevada, ellos están decididos a aceptar “todo lo que es bueno y ponerlo al servicio del Señor”, dijo el Elder Giménez.
Ambos se preguntan si están a la altura de sus nuevas asignaciones. “Me preocupada mucho estar espiritualmente preparada”, admitió la hermana Giménez.
El Elder Giménez compartió que piensa que hay otros Santos de los Últimos Días con más conocimiento y más experiencia.
“Esta es la primera vez en mi vida que realmente siento mis deficiencias, mis grandes, grandes insuficiencias. Me pregunto, ‘¿Quién eres? No soy nadie.’”
Es en esos momentos que él trata de recordar las muchas veces que enseñó el principio en el que el Señor califica a quienes llama.
“He enseñado eso muchas veces en el pasado, y ahora estoy tratando de aplicarlo a mí mismo. El Padre Celestial los llama. Él los conoce Así que vayan y hagan lo que Él desea que hagan. Todo va a estar bien.”
Fuente: The Church News