“Keith Lionel Brown, un converso mormón, comparte su sobre su testimonio del Evangelio, su raza y su experiencia dentro de la Iglesia de Jesucristo.”
Mi nombre es Keith Lionel Brown. Tengo 59 años y soy un veterano retirado con honores hace 30 años de la Marina de los Estados Unidos. También soy miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Eso me hace lo que la mayoría de la gente llamaría… un mormón. Para ser más específico, soy un mormón de raza negra.
Fui bautizado miembro de la Iglesia un martes 10 de marzo de 1998 en Reykjavik, Islandia, mientras prestaba servicio activo en Keflavik, Islandia.
Mi herencia es predominantemente metodista y luterana, pero nací y me crié como bautista. En un momento de mi vida, asistí a un colegio Bautista donde me estaba preparando para convertirme en un ministro Bautista. Sin embargo, Dios tenía otros planes para mi vida.
El hecho de que soy afro-descendiente y mormón no debería ser un problema importante, sin embargo, hubo algunos casos en que algunos familiares y amigos me preguntaron por qué decidí convertirme en miembro de la Iglesia SUD.
No entienden por qué una persona de raza negra como yo querría asociarse con una Iglesia que algunas personas consideran prejuiciosa y racista. Muchas veces, incluso, he sido objeto de comentarios crueles y poco amables en mis páginas en las redes sociales.
La razón por la que algunas personas sienten que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días – la Iglesia restablecida del Salvador en la tierra en nuestros días – es prejuiciosa y racista es porque durante un período de 130 años en la historia de la Iglesia, desde 1848 hasta junio de 1978 , los hombres de ascendencia africana no podían tener el sacerdocio. Esto no era un problema para mí en el momento en que me convertí en miembro, y para ser honesto, nunca pensaba mucho sobre el asunto hasta que la Presidencia de Estaca me pidió, hace varios años atrás, que hablara en una charla fogonera sobre la Revelación del Sacerdocio de 1978.
Al investigar y prepararme para la charla fogonera, aprendí que la mayoría de las personas no se da cuenta de que el no ser capaces de poseer el sacerdocio se relaciona más con el linaje de una persona que con el color de su piel.
De mi investigación, aprendí que si se pudiera demostrar que un hombre blanco tenía algún linaje africano en ese tiempo, también a él se le habría negado el sacerdocio. Otro hecho importante que a menudo se pasa por alto es que, aunque los hombres de raza negra no pudieron poseer el sacerdocio durante un tiempo, el número de miembros, hombres y mujeres, afro-descendientes, siguió aumentando.
Aunque la Iglesia nunca dio un motivo oficial para la restricción del sacerdocio, ellos creyeron que la Iglesia era verdadera y que en el debido tiempo del Señor, aquellos a quienes se les negaba el sacerdocio algún día podrían disfrutar de todas las bendiciones de la misma. Ese día bendito llegó en junio de 1978 cuando el Profeta de la Iglesia, Spencer W. Kimball, en compañía de sus apóstoles, recibió la revelación del Señor de que todos los hombres dignos, independientemente de su raza, podían recibir el sacerdocio.
Pero ¿Por qué la Iglesia de los Mormones?
De todas las Iglesias de las que podría haberme hecho miembro, ¿por qué elegí convertirme en miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días?
En resumidas cuentas, mientras yo era miembro de la Iglesia Bautista, aunque ocupaba posiciones de liderazgo y estudiaba y enseñaba el Evangelio, y aprendía cosas nuevas y emocionantes, siempre sentí que había partes del rompecabezas que faltaban.
Al igual que Enós en el Libro de Mormón, “mi alma tuvo hambre” y anhelaba encontrar esas piezas faltantes. En lo más profundo de mi corazón, sentí que había mucho más sobre el Evangelio de Jesucristo y las eternidades que necesitaba saber. Tenía preguntas que sabía que la Iglesia Bautista no podía responderme: preguntas como “¿De dónde vengo?”, “¿Por qué estoy aquí?” Y “¿A dónde voy?” Y muchas otras.
Cuando comencé a investigar la Iglesia y los misioneros me presentaron el Libro de Mormón, admitiré que al principio, era un poco escéptico de que pudiera haber más escrituras que las que figuraban en la Biblia. En mi mente, estaba indeciso y una parte de mí declaraba: ¡Una Biblia! ¡Una Biblia! ¡Tenemos una Biblia, y no puede haber más Biblia!” (2 Nefi 29:3), pero al mismo tiempo, no pude refutar la posibilidad de que haya más en la Palabra de Dios que sólo la Biblia.
Había leído la Biblia en su totalidad seis veces hasta este momento, sin embargo, había algo diferente acerca de este Libro, y dentro de mí, sabía que tenía que averiguar qué contenía en sus páginas.
Mientras más leía, más me daba cuenta de que el Libro de Mormón no es un volumen de Escrituras que reemplaza la Biblia, sino que complementa la Biblia de manera perfecta y que me ayudaba a mejorar el conocimiento de las Escrituras que ya tenía. El Libro de Mormón es exactamente como su título dice que es: Otro Testamento de Jesucristo.
Les había dicho a los misioneros que no decidiría bautizarme hasta después de haber leído todo el Libro de Mormón y haber orado fervientemente al respecto. Hice justamente eso y recibí la confirmación de que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días era la Iglesia a la que debía unirme ya que es ahí donde obtendría el conocimiento sobre la plenitud del Evangelio y encontraría respuestas a las preguntas que siempre había tenido.
Eso fue hace un poco más de 20 años.
Desde que me convertí en miembro, pude dar fe de que la Iglesia no tiene prejuicios ni racismo. Desde la primera vez que entré por las puertas, sentí nada menos que un espíritu de bienvenida y una atmósfera de aceptación. He sido bendecido para servir en varias áreas de liderazgo y para participar en muchas actividades en la Iglesia sin el menor grado de preocupación con respecto a mi raza.
No hay absolutamente nadie que me juzgue por el color de mi piel, ni se me niega ningún privilegio del Evangelio porque soy un mormón de raza negra. He tenido en el pasado y continúo teniendo hasta el día de hoy la oportunidad de disfrutar todas las bendiciones de ser miembro de la Iglesia.
Puede haber algunas diferencias entre algunos otros miembros y yo debido a su linaje, su cultura y sus antecedentes, pero en la gran realidad de las cosas, todos somos hijos de nuestro Padre Celestial, trabajando por el mismo objetivo de un día volver a vivir en Su presencia por toda la eternidad
Por lo tanto, podemos ser diferentes en algunos aspectos, pero no permitimos que esas diferencias nos separen. Todos somos miembros de la misma familia Real. Todos nos esforzamos por seguir la amonestación del Señor cuando nos enseñó: “Yo os digo: Sed uno; y si no sois uno, no sois míos.” (Doctrina y Convenios 38:27).
Este artículo fue escrito originalmente por Keith L. Brown y fue publicado por mormonhub.com bajo el título: “A Black Mormon Convert Shares his Story”