Por qué aposté mi vida por Dios y el mormonismo

¿Cómo aposté mi vida por Dios y el mormonismo? Aquí va la historia…

No solo hace un par de meses era un día frío y lluvioso también estaba visitando Provo, Utah. Me topé con un lugar llamado Magleby’s que aparentemente es un lugar popular en Utah. Magleby’s estaba justo al lado de otro lugar popular llamado “Sodalicious.”

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Me reunía con un amigo en este Magleby’s de Provo para conversar durante el desayuno. Este amigo mío es un profesor religioso muy respetado en BYU. Mi amigo sabe muchos idiomas y tiene más energía por el evangelio y para ayudar a los demás que cualquier otro ser humano que haya visto.

Mientras nos sentamos y conversamos entre burritos, interminables panqueques y algún tipo de almíbar mantecoso, me contó generalmente sobre su viaje de idas y vueltas de la fe, idas y vueltas de la iglesia y su lucha con la fe en Dios y el mormonismo –lado intelectual y académico.

Realizó su capacitación académica en alguno de los departamentos religiosos rigurosos y famosos de Ivy League. Me explicó algunas de las expectativas puestas sobre él mientras investigaba textos antiguos por medio del lente de un análisis secular. Además, habló sobre su posterior viaje por el camino del cinismo y la duda.

Se centró tanto en encontrar cada pequeña falta, discrepancia e incongruencia en los textos antiguos y el saber religiosos hasta que lo condujeron a lo que consideraba como algunos de sus “días más oscuros.” Mi amigo se vio expuesto plenamente a la última advertencia de Moroni en el Libro de Mormón.

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Antes de enterrar las planchas por última vez, Moroni incluyó algunas palabras en la última lámina de las planchas que finalmente se convirtieron en lo que hoy se conoce como la portada del Libro de Mormón. Hubo una última cosa que Moroni deseaba advertirnos para el momento en que recibiéramos este texto.  “Y ahora bien,” dijo Moroni, “si hay faltas, estas son equivocaciones de los hombres; por tanto, no condenéis las cosas de Dios.”

Eso fue lo último que Moroni escribió, presumiblemente antes de ir a su tumba. De hecho, dice… “no permitas que las equivocaciones de los hombres te alejen de la felicidad que se encuentra por medio del acto sencillo de la creencia y la fe.”

Mi amigo, sentado en este Magleby’s, se emocionaba un poco a medida que describía cómo se había permitido empujar la fe cada vez más y más hacia el rincón oscuro de su cerebro intelectual.

Describió cómo este periodo de tristeza, soledad, confusión y desesperación se intensificó. Parecía como si cada día aprendiera más, pero realmente sabia menos. Describió que era como Pablo, “siempre estaba aprendiendo, pero nunca podía llegar al conocimiento de la verdad.” Quizá, incluso, como James E. Faust describió, estaba “sofocado de información” hasta que se abrumó. Incluso, se paralizó por su incapacidad de descubrir lo que era verdadero o falso.

Con el pasar de los días, la creencia de mi amigo en Dios y el mormonismo disminuía. Esto sucedió en el periodo de algunos años…

Hasta que un día, se preguntó lógicamente, “¿Por qué me siento tan oscuro y terrible por dentro?”

Este inteligente gigante intelectual usó su cerebro para salir del oscuro abismo en el que se encontraba. Dijo, “hubo un tiempo en que fui feliz en mi vida. ¿Qué estaba haciendo en ese entonces? Y ¿Por qué soy tan infeliz ahora?

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Hubo una respuesta clara y lógica. CREENCIA. ESPERANZA. FE. LA IGLESIA. Estaba más claro que el agua. Esa era la única diferencia. Aquellas cosas desaparecieron de su mente y corazón. Fue fácil de precisar. La indulgencia académica persistente en las “equivocaciones de los hombres” y sus explicaciones bíblicas lo habían cansado.

Me contó sobre cómo analizó sus sentimientos y recuerdos del tiempo en que era feliz y sin equivocarse, siempre recordaba cuando tenía fe en Dios y el mormonismo además de estar activo en la iglesia.

Nunca olvidaré lo que dijo después que explicó su camino de regreso a la felicidad. Ese mismo camino que lo llevó a sentarse a mi costado en este Magleby’s sin nada de la luz del sol radiante de su rostro.

Dijo, “decidí volver a Dios y el mormonismo, la iglesia. Decidí escoger vivir la vida de fe.” Lo que hizo fue apostar su vida por Dios y el mormonismo. Hizo la apuesta más lógica que pudo porque había visto cómo lucía la alternativa… y no era mala para sí. Era algo que conocía… sin duda. Ninguno de los intelectuales pudo quitarle las marcas indelebles que el espíritu dejó en su pasado. Ser feliz nuevamente significaba regresar a Dios y el mormonismo además de las doctrinas de la restauración incluso, si no sabía todo en ese momento. ¿Recuerdas cómo es “cantar la canción del amor que redime?” Alma preguntó a algunas  almas obstinadas. “¿Puedes sentir esto ahora?”

Recordar… sentir… y luego, decidir.

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A los 22, aposté mi vida por Dios y el mormonismo. Tenía todo lo que un hombre mundano podría desear. Pero, dejé todo y lo decidí por mí mismo. La razón era sencilla. Cuando recosté mi cabeza en mi almohada al final de la noche… estaba inexplicablemente infeliz y no deseaba que eso me sucediera para siempre. Eso era todo lo que sabía.

En ese momento, diría que tenía muy poco “conocimiento” de que la iglesia era verdadera y que Dios vivía. Había tanto que no sabía. Incluso hoy, aún hay muchas cosas que no sé.

Pero… existe algo que sé tanto como estoy seguro de que “la luz del día proviene de las noches oscuras.” Tengo un conocimiento absoluto de mi propia felicidad con o sin una creencia en Dios y el mormonismo además de con o sin la iglesia en mi vida. Ese es un conocimiento perfecto para mí. Algo que experimenté.

Hace 15 años, tomé la misma decisión e hice la misma apuesta que mi amigo profesor. Y, con cada hueso de pregunta lógica en nuestros cuerpos, ambos llegamos a la misma conclusión: “¿A quién más… y, hacia donde iremos?”

Artículo originalmente escrito por Greg Trimble y publicado en gregtrimble.com con el título “Why I Bet My Life On God and Mormonism.”

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