En el Nuevo Testamento canónico, Jesús tiene una serie de interacciones con mujeres.
Las mujeres están presentes en todas las etapas de la vida de Jesús y Él habla de ellas positivamente.
Es por ello que, dividimos lo mencionado en tres categorías: mujeres como discípulas, mujeres como testigos y mujeres que ungieron a Jesús.
Mujeres como discípulas
Al comienzo de Lucas 8 leemos:
“Y aconteció después, que Jesús caminaba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, y Juana, mujer de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes”.
Aquí, Jesús identifica a María Magdalena, Juana, Susana y muchas otras como sus seguidoras que ministraron a la gente con Él.
Jesús identificó a mujeres como discípulas en otros lugares. En Mateo 12:49, el texto dice:
“Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana y madre’”.
El mensaje de Jesús sobre el discipulado fue que todos pueden seguirlo.
Mujeres que ungieron a Jesús
Los evangelios incluyen dos historias de mujeres ungiendo a Jesús.
La unción de una mujer arrepentida
Este episodio solo ocurre en el evangelio de Lucas. El autor del evangelio escribió:
“Y una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con ungüento”.
Luego, las mujeres ungen los pies de Jesús y Jesús le cuenta una parábola a Simón. Después de perdonar los pecados de la mujer, le dijo:
“Tu fe te ha salvado; ve en paz.”
La unción de las mujeres en Betania
Una mujer en Betania unge a Jesús según los evangelios de Mateo, Marcos y Juan.
En el evangelio de Juan, Marta servía la cena mientras “María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús y se los enjugó con sus cabellos”. (Juan 12: 3)
Después de que ella ungió a Jesús, Judas Iscariote preguntó por qué no se vendía el perfume para dárselo a los pobres.
Jesús respondió:
“Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis”.
Las mujeres como testigos
Las mujeres fueron las primeras testigos del Cristo resucitado.
Un mensajero de Dios le dijo a María Magdalena y a “la otra María”:
“No temáis vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, porque ha resucitado, así como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos”.
Luego, mientras las mujeres salen corriendo de la tumba, se encuentran con Jesús, quien les dice:
“No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán”. (Mateo 28: 10)
El evangelio de Lucas contiene un episodio similar.
María Magdalena, Juana, María madre de Jacobo/Santiago y otras mujeres que estaban con ellos vieron a “dos hombres con ropa resplandeciente”.
Estos mensajeros comunicaron que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos y corrieron hacia los once apóstoles para decírselo.
“Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creyeron”.
Pedro fue a la tumba para confirmar esto.
La erudita bíblica Barbara Reid escribió:
“Narrativamente, las mujeres en la cruz, el entierro y la tumba son el vínculo crucial con el Jesús crucificado y sepultado, cuya tumba está vacía. Las mujeres también son la conexión de regreso a Galilea, ya que brindan el vínculo necesario para recordar lo que Jesús les dijo a los discípulos allí”.
Fuente: Deseret News