La inspiradora historia de conversión de una espía de guerra británica

Edith Papworth

La historia y conversión de Edith Papworth, una espía de guerra durante la primera guerra mundial, que encontró la Iglesia en el lugar menos pensado.

Fue un domingo de primavera, a mitad de la Primera Guerra Mundial, cuando Edith Papworth abordó un autobús de dos pisos en Londres. Mientras avanzaba, un letrero sobre la puerta de un edificio grande llamó su atención: “El Mensaje Mormón al Mundo”.

“Mormón.”

La palabra le era conocida. Sus padres le habían advertido que tuviera cuidado con esas personas. Pero por alguna razón, ella no pudo apartar su mirada de ese letrero…

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Trabajando como una Emisaria Secreta

Edith Papworth

La joven de dieciséis años se había mudado recientemente a Londres para trabajar en la Oficina de Guerra. Aunque comenzó como mecanógrafa, pronto Edith y otra joven fueron elegidas para misiones secretas: transportar mensajes militares a las fuerzas británicas en la Francia ocupada por los alemanes.

Si bien ella consideró que fue una oportunidad “emocionante”, Edith comprendía los peligros involucrados. Algunos de sus compañeros de trabajo en la Oficina de Guerra habían sido encarcelados y asesinados.

Las dos jóvenes recibieron algunas indicaciones para su propia seguridad. Mastique los mensajes y tráguelos si es capturada por los alemanes. No abra y lea los mensajes. No hable con nadie. Vuelva a la sede de Londres tan pronto como le sea posible.

Cada vez que cruzaban el Canal de la Mancha, la pareja de emisarias debía tenor cuidado de los contra espías y las fuerzas alemanas. Hubo algunos momentos de peligro, como cuando un joven que se encontró con ellas en el barco en Francia resultó ser un espía alemán, pero por lo general siempre viajaban seguras. Aunque ella describió algunas de sus misiones como “tranquilas” y “sin incidentes”, Edith también las consideró una gran aventura.

En ese domingo en particular, mientras viajaba en el autobús de dos pisos, Edith Papworth tomó otra decisión llena de aventuras; una que le causaría dolor como alegría y le traería sus pruebas y milagros. La curiosidad la llevó a bajarse del autobús en la siguiente parada y caminar de regreso a ese edificio.

El curioso edificio Deseret

Edith Papworth

Edith entró cautelosamente en el edificio que llevaba el nombre “Deseret”. Descubrió que alrededor de 400 santos de todo Londres se reunían para una conferencia.

Observó a los niños participar de las reuniones, a personas de todas las edades que se bautizaban y a los bebés que recibían bendiciones.

Edith estaba especialmente encantada con las enseñanzas de los Santos de los Últimos Días sobre el bautismo. Uno de sus hermanos menores había fallecido a los 18 meses y aún no había sido bautizado. En su funeral, el ministro dijo que el bebé no podía ser redimido y que había sido enviado al infierno. Ella no había podido reconciliar eso con lo que Jesús había enseñado en la Biblia: 

“Dejad a los niños venir a mí y no les impidáis hacerlo, porque de los tales es el reino de los cielos.”(Mateo 19:14).

Antes de la sesión de la tarde, conoció a un misionero de Utah llamado Elder Linford. Aunque al principio fue cautelosa y vacilante al responder las preguntas del misionero, Edith se emocionó cuando descubrió que eran primos segundos. Aprendió más acerca de lo que creían los santos, asistió a las reuniones y se encontró a sí misma “llena del espíritu del Señor”.

Una navidad sin familia

Edith Papworth

Aunque sus padres lo prohibieron, Edith Papworth fue bautizada en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días a sólo cuatro días antes de cumplir dieciocho años.

Se acercaba la Navidad y Edith quería pasarla con su familia como lo había hecho todos los años. Así que ella tomó el tren a casa y caminó los kilómetros que le faltaban en la noche de la víspera de Navidad. Al entrar en la casa, su padre le preguntó qué estaba haciendo allí. Aunque su madre le rogó a su padre que la dejara quedarse, el padre de Edith le dijo que se fuera y que nunca volviera.

Volvió a la estación de tren y esperó en el frío hasta que llegó la mañana.

Durante esa solitaria Navidad en su pequeño apartamento, Edith escribió una larga carta a sus padres expresando su amor y agradeciéndoles por haberle dado una infancia feliz. Ella dio su testimonio y explicó que no podía renunciar a su membresía en la Iglesia. Mientras pasaban los meses sin tener noticias de su padre, ella intercambió cartas con su madre.

El milagro del aceite consagrado

Edith Papworth

Después de hablar con el presidente James Gunn McKay, el Presidente de la Misión de Londres, Edith decidió mudarse a Utah porque “tenía el deseo de ir a Sión”.

Este proceso se detuvo cuando su padre curiosamente firmó los trámites necesarios para su pasaporte, pero luego afirmó que ella había falsificado sus firmas. Al final de un juicio en la corte, un juez le ordenó regresar a casa bajo la jurisdicción de su padre por un año.

Durante ese tiempo en casa, un médico encontró que en la garganta de Edith se había desarrollado el cancer y le dijo que no había nada que pudiera hacer por ella. Determinada a sobrevivir esa prueba, ella ejerció algo de fe:

“Me dirigí al presidente McKay y le pedí que me enviara una botella de aceite consagrado, lo cual hizo junto con una carta que decía que si tenía la fe suficiente, el aceite duraría tanto como lo necesitara.

Era un frasco muy pequeño, pero tomé una cucharada cada día durante semanas hasta que pude hablar una vez más y mi garganta ya no me dolía. Mi padre me vio tomar el aceite pero no creía que pudiera ayudar.

Regresé al médico y me dijo que había ocurrido un milagro. ¡El cancer se había ido! Tomé una cucharada más de aceite y la botella quedó vacía, sin embargo, en todo el tiempo que lo necesité, el aceite nunca había desaparecido de la botella.”

Un ejemplo de fe y sacrificio

ambigüedad en el evangelio

Edith Papworth finalmente pudo solicitar con éxito su pasaporte y viajar a Utah. Allí se casó con John Weenig y tuvo tres hijos. Después de la muerte de John, se casó con Paul Leroy Tanner en 1964 antes de fallecer veinte años después, a los 84 años.

Su valor al ser fiel incluso cuando las cosas se pusieron difíciles es un ejemplo para todos los que conocen su historia. Buscó la verdad y sintió el Espíritu, dejándose guiar hacia a donde necesitaba estar.

¿Qué has aprendido de las historias de conversión de tu familia? ¿Cuál es tu propia historia de conversión? Comparte con nosotros en los comentarios.

Este artículo fue escrito originalmente por Morgan Wykstra y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “The Inspiring Conversion Story of a British War Spy

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