Seamos honestos, en el mundo de hoy, hay muchas cosas que no son reales. Ropa de imitación. Pestañas postizas. Falsas cuentas de redes sociales. Caras falsas. Hay de todo.
Si bien no todo lo que es falso es intrínsecamente malo o incorrecto, como la leche de soya o de almendras o el árbol de Navidad que pasa aproximadamente 11 meses guardado en algún lado de la casa, existe el peligro de que adoptemos la idea de que lo “falso es lo mejor” en nuestras vidas y forma de ser.
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Los pueblos Potemkin de nuestras vidas
En un discurso de la Conferencia General, el Elder (entonces Presidente) Dieter F. Ucthdorf contó la historia de la aldea de Potemkin. En resumen, la historia se trata de un gobernador ruso llamado Grigory Potemkin, quien una vez quiso impresionar a Catalina la Grande mientras recorría su área de gobierno.
Mientras descendían por el río, el gobernador se apresuró a señalar la prosperidad de las aldeas que estaban a lo largo de la rivera del río y a sus felices habitantes. Lamentablemente, todo eso era solamente fachadas de cartón de tiendas y de casas, que luego desarmaban y volvían armar a lo largo del tramo del río para impresionar a Catalina y su compañía.
El Elder Uchtdorf aconsejó no participar de la creación de similares pueblos Potemkin en nuestras vidas, fachadas de engaño y falta de sinceridad.
“Querer causar una buena impresión forma parte de la naturaleza humana. Es la razón por la que muchos trabajamos tan arduamente en la parte exterior de nuestras casas y por la que los hermanos del Sacerdocio Aarónico se aseguran de lucir bien en caso de que se encuentren con alguna jovencita en especial.
No hay nada de malo en lustrar nuestros zapatos, oler bien o incluso ocultar los platos sucios antes de que lleguen los maestros orientadores. Sin embargo, cuando esto se lleva al extremo, ese deseo de impresionar puede pasar de ser útil a ser engañoso.
Los profetas siempre han elevado la voz de amonestación contra quienes se acercan al Señor ‘[honrándole] con su boca y con sus labios… pero que [han] alejado su corazón de [Él]’”
¿Te pones una máscara?
Engaño: “Falta de verdad en lo que se dice o hace, especialmente para obtener una ventaja”.
No creo que alguien quiera estar lleno de engaño en su vida. Sin embargo, es posible que todos tengamos momentos en los que nos sintamos justificados al usar una máscara de engaño.
Quizás retenemos la toda verdad de alguien para “protegerlo”. Tal vez usamos una máscara cuando nos reunimos con nuestro jefe, cuando damos un discurso en la Iglesia, cuando nos enfrentamos a un conductor enojado, cuando jugamos fútbol o cuando el regresar a casa con nuestra familia se parece más a una hidra de múltiples cabezas que a un sincero discípulo de Jesucristo.
Ciertamente me he sentido así antes. Con dos caras, llevando una máscara, una fachada.
Ahora, no estoy sugiriendo que vamos a actuar de la misma manera en cualquier tipo de situación dada. Darle un saludo formal a tus hijos y abrazar a tu jefe no es lo que quiso decir el Presidente Uchtdorf cuando dijo que las apariencias nos ha llevado a “[dejar] de centrarnos en la esencia del evangelio”.
Sin embargo hay ocasiones en las que podemos cambiar innecesariamente nuestro comportamiento o carácter de una manera que no es consistente con lo que el Señor espera de nosotros.
Al considerar las correcciones de este cambio potencial, es importante hacernos la siguiente pregunta: “¿Proviene mi comportamiento de un lugar de orgullo o de un esfuerzo para glorificar a [mi] Padre que está en el cielo?”
Cristo enseñó que debemos ser sinceros y transparentes con cualquier persona que conozcamos. Debemos tratar a una persona indigente de la misma manera en que trataríamos a un poderoso rey. Él dijo:
“De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” (Mateo 25:40).
La forma en que tratamos a los que nos rodean, especialmente a aquellos que no tienen nada que ofrecernos, refleja en gran medida la medida de autenticidad con que vivimos nuestras vidas. Una frase popular de Sirius Black que se encuentra en Harry Potter captura perfectamente esta idea.
“Si quieres saber cómo es realmente un hombre, observa cómo trata a sus inferiores y no a sus iguales.”
Pregúntate: “¿Cómo trato a los que me rodean?¿Cómo trato a los trabajadores del supermercado? ¿Cómo trato a los diáconos molestosos de mi barrio?” Responder honestamente a estas preguntas puede ayudarnos a reconocer los cambios que necesitamos hacer para ser más sinceros.
Siguiendo el ejemplo del Salvador
Al observar el ministerio terrenal del Salvador, es claro ver que Cristo realmente no siempre respetó a las personas, haciendo lo que muchos consideraban incorrecto. Él comía con los pecadores, sanaba a los que estaban físicamente enfermos y rescató a los que se habían perdido espiritualmente.
Sin importar el prestigio, la riqueza material o la rectitud de una persona, Jesús trató a todos con verdadero amor y compasión. Asimismo, Cristo habló en contra de los hipócritas cuando habló sobre el ayuno.
“Y cuando ayunéis, no pongáis un semblante como los hipócritas, porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Mas tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.” (Mateo 6: 16-18).
Cristo condena enérgicamente a los que adoptan apariencias para ser recompensados por el mundo. Aunque esta práctica puede resultar en popularidad o en elogio temporal, el ser algo que no eres nunca traerá un gozo duradero en esta vida o en la vida venidera.
En contraste, una recompensa eterna del Padre Celestial espera a aquellos que hacen las cosas por las razones correctas.
“Nada tiene que ver”
El ser genuinos no debe depender de con quién interactuemos, por el contrario, debe estar presente en nuestra vida diaria. De hecho, “nada tiene que ver” las dificultades de nuestra vida o si sentimos que la otra persona está equivocada, nos trata mal o están usando sus propias máscaras.
Tenemos la oportunidad de reflejar las acciones del Salvador cada día, “limpiando el vaso interior”. Aunque la vida puede ser difícil o injusta a veces, el Evangelio de Jesucristo nos enseña que nuestro éxito y nuestra felicidad dependen principalmente de las decisiones que tomamos.
Todo esto nos lleva a seguir a Cristo. Debemos hacer nuestro mejor esfuerzo para pensar en Él diariamente y esforzarnos por ser más como Él. El Elder Ucthdorf prometió que al hacerlo:
“Resistiremos la tentación de atraer la atención sobre nosotros mismos y, en su lugar, nos esforzaremos por un honor mucho mayor: llegar a ser discípulos humildes y genuinos de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.”
Entonces, la próxima vez que veas el anuncio de un producto en la televisión o en un centro comercial local, tómalo como un recordatorio para esforzarte por ser genuino en tu propia vida tal como lo haría el Salvador.
Este artículo es una adaptación y fue escrito originalmente por Erik parry y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “Elder Uchtdorf’s Take On Those Who Are Fake”