Dale Adams, un profesor jubilado de la Universidad Estatal de Ohio, encontró su segunda pasión en la descarga y conservación de obituarios con el fin de ayudar en la historia familiar.
Hace dos años, junto con el resto del mundo, Dale Adams tuvo un problema. Su problema no fue adaptarse a vivir en una pandemia, sino a tener que pasar por ella solo.
Sus hijos y nietos no viven en el mismo estado y pasar un tiempo con sus amigos era demasiado peligroso. A sus 86 años, se encontraba en la categoría de “personas vulnerables”.
Antes de que alguien supiera de qué se trataba el COVID, él tenía planeado mudarse de su casa de 25 años y establecerse en un centro de vida asistida donde pudieran cuidarlo.
Pero la pandemia no le dio esa opción.
Pero si una palabra representa a Dale Adams, sería la palabra “ingenioso”. Es un hombre que sabe cómo adaptarse y seguir adelante.
Como economista agrícola (obtuvo su doctorado en Michigan State y enseñó en Ohio State), viajó por el mundo estudiando la difícil situación de las personas con bajos recursos de las zonas rurales con el fin de buscar formas de mitigarla.
Sus viajes lo llevaron desde Colombia, donde pasó tres años, a Uganda, Tailandia y muchos otros lugares.
Dale también es miembro de la Iglesia de Jesucristo de toda la vida y le gustaba pasar su tiempo libre visitando sitios históricos Santos de los Últimos Días en las cercanías de Kirtland, Ohio, así como Misuri, Illinois y el norte del estado de Nueva York.
Cuando llegó a los 80 años y sus viajes se volvieron menos enérgicos, Dale descubrió algo. A través del sitio web de Utah Digital Newspapers él podía quedarse en su casa y seguir recorriendo los lugares más cercanos.
El programa UDN comenzó, gracias a una subvención del gobierno, en 2002. Su objetivo es digitalizar todos los periódicos de Utah, poniendo en línea millones y millones de páginas impresas en varias ciudades, grandes y pequeñas, a lo largo de los años.
Desde sus oficinas en la Biblioteca Marriott de la Universidad de Utah, la UDN ya ha digitalizado cerca de 3 millones de páginas.
Hace unos cuatro años, Dale comenzó a leer obituarios en estas páginas en línea con un deseo de mantener viva a la persona de la que se hablaba o al menos su recuerdo.
Dale descubrió que podía leer los obituarios de, por ejemplo, los periódicos de su ciudad natal publicados entre 1929 y 2000. Con eso en mente, él descargaba las imágenes a su computadora y luego las subía al sitio web de Historia Familiar de la Iglesia de Jesucristo (familysearch.org).
Al usar algunos datos importantes que comprendía el obituario (una fecha de nacimiento, una fecha de defunción, el apellido de soltera de una mujer), él podía encontrar el archivo de la persona y agregar el obituario al registro público.
En muchos casos, descubrió que la información del obituario era lo primero que se había ingresado en familysearch.
De esto, Dale expresó:
“Es una lección de humildad saber que cuando fallecemos muchos de nosotros no dejamos ningún tipo de huella.
Me entristece que una persona que viva hasta los 80 o 90 años, que haya sido un minero o un pastor de ovejas no tenga ni una carta ni recuerdo personal relacionado a ellos.
Esto es especialmente cierto para las mujeres. Las mujeres son como una pizarra en blanco en lo que se refiere a la historia familiar”.
Es por eso que Dale busca llevar esa información a todos los que la necesiten.
Antes de la pandemia de COVID-19, él había subido alrededor de 10,000 obituarios a familysearch.org. Durante los dos años siguientes, subió otros 20,000.
No solo ha ampliado enormemente la base de datos de los registros genealógicos, sino que, en un beneficio no deseado, ha abierto las puertas de su casa a visitantes virtuales.
“Una vez a la semana, y a veces más, recibo una llamada telefónica. Alguien que ha visto que agregué el aviso de defunción en el archivo de su familiar me llama para ver qué más sé sobre [esa persona].
Piensan que soy un pariente inmediato. Les digo que eso es lo único que sé y luego de la nada nos quedamos hablando por teléfono durante una hora.
Una cosa que la pandemia me ha enseñado es la cantidad de personas, que en su mayoría son mayores, se sienten solas”.
Dale estima que ha pasado regularmente de dos a tres horas al día buscando periódicos digitalizados desde 2020, ayudando a su manera a encontrar a aquellos que quizá hayan sido olvidados.
Este proyecto ha sido realmente un regalo para Dale.
“Encontré algo que no es dañino para mi salud y que no cuesta mucho. Esto es lo que he hecho para no volverme loco”.
Fuente: Deseret News