Las personas adultas solteras con frecuencia se encuentran en el centro de gran atención, debido que los parientes amorosos y afectivos tratan de converserlos, impulsarlos y empujarlos hacia el matrimonio, sin darse cuenta de la falta de pretendientes compatibles disponibles.
Estos esfuerzos están hechos de amor y preocupación genuinos, pero a menudo sólo aumentan la sensibilidad que sentimos con nuestra soltería.
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• Las madres están preocupadas por sus hijas y lloran por los nietos que aún no nacen.
• Los padres se vuelven ansiosos por sus hijas al ver que nadie pueda proveer y cuidar de ellas.
• Los hombres solteros a menudo son interrogados acerca de con quién están saliendo y cómo va su relación.
Cuando alguien en una familia no se casa, toda la familia puede sentir preocupación por el futuro de esa persona. Hay una inquietud general de que algo no está del todo bien.
Los padres juegan una parte muy importante en la vida de sus hijos. Su influencia y opinión son primordiales en las vidas de sus pequeños. La primera oración del Libro de Mormón testifica de aquella influencia:
“Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre”. -1Nefi 1:1
La experiencia personal de la hermana Oaks como una soltera Santo de los Últimos Días
Sé por experiencia personal que, como una hija que ama profundamente a sus padres, me sentí tan frustrada, inadecuada y que había fallado a sus ojos porque no me casé en el tiempo que esperaban.
Mis tres hermanas menores se habían casado muchos años antes que yo. Mi soltería era sólo una parte de mí, pero para mi familia parecía haberse convertido en la característica más predominante. Mis padres sintieron mi dolor y me lo reflejaron e incluso lo intensificaron (algo que nunca fue su intención).
No se dijo más nada sobre mi soltería. De hecho, fue todo lo contrario, mis padres me amaron, me incluyeron, me dieron regalos y me invitaban a cenar y a acompañarlos de vacaciones. Elogiaban mis logros y elogiaban mis metas.
Aún así, sentí una angustia no expresada sobre mi futura felicidad y seguridad. Esto, de hecho, fue confirmado cuando conocí a mi esposo. Mis padres derramaron lágrimas de alivio.
Estuvieron tan contentos por mi matrimonio y no fue sólo porque mi esposo es un apóstol, podría haberme casado con cualquier hombre justo, ellos simplemente deseaban que tuviera un compañero y un amigo que cuidara de mí.
Aunque viví el momento de felicidad que cada novia experimenta, también me sentí un poco triste por el alivio de mis padres, porque pensé que mi vida de soltera había sido maravillosa.
Había provisto muy bien por mi misma, había trabajado internacionalmente, tenía una vida rica en aventuras y bondad.
Hubo una parte de mí que deseaba que ellos hubieran celebrado y respetado mi vida de soltera tanto como yo lo hice. No quería que pasaran por alto lo significante e importante que esa parte de mi vida había sido para mí.
El consejo de la hermana Oaks para padres con hijos únicos
Era natural que mis padres se preocuparan por mí. Los padres en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días han recibido el mandamiento de cuidar e instruir a Sus hijos:
“Porque esta será una ley para los habitantes de Sión… Y también [los padres] enseñarán a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor”. –DyC 68: 26-28
Se les manda a los padres que enseñen a sus hijos los caminos del Señor para que puedan gobernarse a sí mismos.
Los frutos de tal fe y vida son el matrimonio y la familia celestiales, pero a veces esos frutos parecen llegar tarde, también puede que no vengan en esta vida.
Nunca desearía que los padres se aflijan o se preocupen porque un hijo no está casado.
Creo que los padres no son los principales responsables del matrimonio de sus hijos, ya que la crianza se realiza en conjunto con nuestro Padre Celestial. Recuerda cuánto nos ama y que está allí para ayudar a todos los padres con sus hijos.
Algunas veces, sólo al dejar ir a nuestros hijos, crecen. Nuestras experiencias, positivas o negativas, no tienen que evitar que podamos formar un matrimonio feliz.
La mayor expectativa de nuestro Padre Celestial es que los padres enseñen a sus hijos a amarlo y honrarlo. El Señor está complacido con nuestra devoción hacia Él, sin importar cuál sea nuestro estado civil.
Esa creencia me es confirmada por la siguiente escritura:
“Porque mi alma se deleita en el canto del corazón; sí, la canción de los justos es una oración para mí, y será contestada con una bendición sobre su cabeza”. -DyC 25:12).
El Señor no dice que solamente los buenos cantantes o intérpretes de ópera lo complacen; Él da su promesa a todos “los justos”.
La calidad de nuestra fe y la condición de nuestros corazones son lo más importante, ya sea que estemos casados o no. Nuestro verdadero valor se basa en ser hijos de un Padre Celestial que nos ama.
El consejo de la hermana Oaks para cada miembro soltero
Una madre que veía a su hija, una joven de treinta años que nunca se había casado, desanimarse y amargarse por estar soltera, me pidió un consejo. La madre me confió:
“Le he estado diciendo que recibirá sus bendiciones si es sólo paciente. Quiero aconsejarla con la verdad y no estoy lista para decirle que quizá no llegue a casarse”.
Le dije a la madre:
“Escucha a tu hija y trata de comprender sus sentimientos. Dile que todo estará bien y que nunca pierda la esperanza. Nuestra responsabilidad es sólo hacer nuestra parte. El Señor nos dará la vida que es mejor para nosotros. De una forma u otra, no será fácil.”
Durante un seminario, conocí a otra madre preocupada y a su hermosa hija soltera de unos treinta y tantos años.
La madre me contó que los parientes masculinos de la familia insistían que esta joven se estaba negando a sí misma la oportunidad de casarse porque simplemente era demasiado exigente con sus pretendientes.
La madre me comentó en privado:
“Me preocuparía por ella también, sino fuera porque ella es muy fiel, firme y justa. Ella lee sus escrituras, ora, presta servicio, asiste al templo y está activa en la Iglesia. Ella es la hija perfecta. Creo que ella está cerca del Espíritu y está tomando decisiones correctas.”
La madre me preguntó:
“¿Qué piensa usted?, ¿se le presentaron a usted otras oportunidades?, ¿Cómo esperó?, ¿Cómo supo usted con quién casarse?”
Mi respuesta fue la respuesta que le hubiera dicho a cada persona soltera: Seguí al Espíritu.
El matrimonio es el pacto más importante que jamás harás. Cuando yo consideré seriamente a los demás antes de conocer a mi esposo, algo siempre obstruyó la relación; de alguna manera no funcionaba.
Cuando oré y ayuné en otras situaciones, a veces no sentía nada, a veces me sentía confundida y, a veces, me sentía abrumada por la tristeza.
En otras oportunidades de citas, siempre sentí que me estaría conformando con alguien que no estaba del todo bien para mí, incluso si él era una persona maravillosa.
Cuando conocí y comencé a salir con el élder Oaks, fue una experiencia muy tranquila y placentera. No fue difícil ni traumático. Lo amaba y lo respetaba.
Solamente debes considerar el matrimonio con alguien que amas y respetas con todo tu corazón. Cualquier cosa menos será eternamente inadecuada.
Nunca dejes que las opiniones y la presión ejercida sobre ti influyan indebidamente en tu elección de un compañero eterno. La elección más importante que hacemos en la eternidad es la de con quién nos casamos.
El élder Bruce R. McConkie lo dijo de manera memorable:
“No hay nada más importante que casarse con la persona indicada, en el momento apropiado y en el lugar en que se debe hacer mediante la autoridad competente.
Y, entonces, cuando hayan sido sellados por el poder y la autoridad que Elías el profeta restauró, lo más importante que todo Santo de los Últimos Días puede hacer es vivir de tal manera que los términos y condiciones del convenio lo vinculen de manera eficaz ahora y para siempre.”
Esa elección es personal y sagrada.
Fuente: LdsLiving