Nota de autor: En este artículo se aborda el tema de la sexualidad en el matrimonio de forma transparente, pero respetuosa y no está dirigido para lectores jóvenes.
Ante la vista de Dios, ¿qué es apropiado y NO en el dormitorio matrimonial?
La siguiente información fue proporcionada por Jonathan Decker, terapeuta de matrimonio y familia, y Santo de los Últimos Días.
Me encanta esta pregunta. Muchos Santos nos la hemos hecho porque deseamos disfrutar de la intimidad sexual en el matrimonio como Dios manda. Sin embargo, también somos como Alma, quien “temía hacer lo malo a la vista de Dios” (Mosíah 26:13).
El evangelio de Jesucristo nos enseña que las relaciones sexuales deben ser santas, hermosas y unificadoras dentro de los vínculos del matrimonio.
La intimidad sexual no está mal en sí (todo lo contrario, de hecho). No obstante, el adversario intenta confundir el amor con la lujuria para alejarnos de Dios.
Como enseñó el presidente Spencer W. Kimball:
“Dentro de los lazos del matrimonio legal, la intimidad de las relaciones sexuales está bien y cuenta con la aprobación divina. No hay nada impuro ni degradante en la sexualidad en sí, puesto que por ese medio el hombre y la mujer se unen en un proceso de creación y en una expresión de amor” (The Teachings of Spencer W. Kimball, pág. 311).
No existe una declaración oficial de la Iglesia que califique como “prohibido” realizar ciertos actos dentro de la intimidad sexual del matrimonio.
Sin embargo, Dios ha revelado a través de Sus profetas y apóstoles, 4 principios correctos sobre la sexualidad que nos guiarán a tener una vida íntima y digna con nuestro cónyuge.
1. Fuiste creado para sentir placer, date el permiso de hacerlo
Nuestro cuerpo fue creado a imagen de Dios y ciertas partes de su anatomía existen únicamente con el propósito de obtener placer sexual.
Pensemos en lo mencionado.
Nuestro cuerpo cumple la medida de su creación, en parte, al experimentar una sexualidad amorosa y placentera en una relación matrimonial.
La doctora Laura Brotherson explica que, culturalmente, muchos Santos casados sufren del síndrome de “buena chica” y “buen chico”. Esta es la lucha por darse permiso para sentir placer sin culpa.
Como solteros nos abstenemos durante años de cualquier tipo de placer sexual y nos arrepentimos si lo hacemos. “Refrenamos nuestras pasiones” para estar llenos de amor (véase Alma 38:12).
No obstante, fuimos creados para experimentar la pasión dentro de los límites que Dios ha establecido. No es pecaminoso en ese contexto. Es santo y hermoso.
Así que, permitámonos disfrutar de la intimidad sexual dentro del matrimonio, con respeto y amor.
2. La ternura y el respeto, no el egoísmo, conducen a la santa sexualidad
Esta es la clave para saber qué hacer y NO dentro del dormitorio matrimonial.
No se trata de qué actos específicos sean categóricamente correctos o incorrectos. Se trata del espíritu de lo que hacemos.
Se trata de si nosotros y nuestro cónyuge tenemos una experiencia ennoblecedora y unificadora o degradante, que nos separa emocionalmente.
El presidente David O. McKay enseñó:
“Enseñemos a los jóvenes que acuden a nosotros, en primer lugar, a los hombres jóvenes de la Iglesia, para que sepan que la mujer debe ser dueña y señora de su propio cuerpo.
El convenio matrimonial no le da al hombre el derecho de esclavizarla, abusar de ella o usarla con el fin de gratificar las pasiones de él.
La ceremonia por la cual se contrae matrimonio no da tal derecho”. (Conference Report, abril de 1952, pág. 86)
Claramente, si uno de los cónyuges se siente incómodo por cierto acto; entonces, eso no es adecuado para la pareja, incluso si al otro cónyuge le parece bien.
El presidente Howard W. Hunter dijo:
“Eviten cualquier proceder dominante o indigno en la delicada e íntima relación entre marido y mujer…
La ternura y el respeto —nunca el egoísmo— deben ser los principios que rijan la relación íntima entre marido y mujer.
Cada uno debe ser considerado y sensible para con las necesidades y los deseos del otro. Cualquier proceder tiránico, indecente o desenfrenado en la relación íntima es condenado por el Señor”.
La sexualidad dentro del matrimonio debe ser una experiencia que permita a ambos cónyuges sentirse amados, seguros y respetados.
3. La sexualidad ayuda a construir vínculos de amor entre marido y mujer
El presidente Joseph F. Smith declaró:
“La unión legítima de los sexos ha sido ordenada por Dios y no tan solo como el único medio de perpetuar la raza, sino también para el desarrollo de las más elevadas aptitudes y los más nobles rasgos de carácter de la naturaleza humana, los cuales solo pueden asegurar el compañerismo inspirado por el amor entre hombre y mujer”. (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, págs. 169–170)
Las relaciones sexuales dentro del matrimonio no solo son para “tener bebés”, según la voluntad de Dios, también son para el desarrollo de las “facultades superiores y los rasgos más nobles de la naturaleza humana”.
La intimidad sexual entre marido y mujer es una experiencia ennoblecedora y santificadora. Es la máxima expresión de consideración abnegada de apreciar a la pareja, de dar y recibir amor.
Esto no quiere decir que no pueda ser apasionante y divertida (porque definitivamente puede e incluso debe serlo), sino que nuestra mentalidad y perspectiva espiritual colorean la experiencia.
4. La sexualidad para crear vida
El presidente Spencer W. Kimball señaló:
“El propósito principal de la unión del hombre y la mujer, del esposo y su esposa (y únicamente del esposo y su esposa), es traer hijos al mundo.
El Señor nunca consideró en sus planes que la experiencia sexual fuese un mero juego o que sirviese simplemente para satisfacer las pasiones y la lujuria.
No tenemos conocimiento de que el Señor haya dado instrucciones de que la debida relación sexual entre marido y mujer deba limitarse totalmente solo a la procreación, pero contamos con amplias evidencias, considerando el tiempo desde Adán hasta el presente, de que el Señor tampoco ha dado plenas libertades para abusar de la relación sexual”. (Liahona, abril de 1976, pág. 3)
Las relaciones sexuales dentro del matrimonio tienen como finalidad principal traer hijos al mundo y formar familias eternas. Sin embargo, eso no quiere decir, que la intimidad sexual esté limitada únicamente a ese propósito.
Esta experiencia también fue diseñada, como ya se mencionó anteriormente, para fortalecer los lazos de amor entre el marido y la mujer, con ternura y respeto.
La intimidad sexual es un regalo del Padre Celestial para sus hijos que se unieron en matrimonio. No es un pecado disfrutar de este don divino en el matrimonio.
Fuente: LDS Living
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