El objetivo de esta lección 6 de Doctrina y Convenios para la Escuela Dominical, es aprender a reconocer la revelación personal que se recibe por medio del Espíritu Santo y la bendición que puede ser en nuestra vida si la buscamos.
¿Cómo el Espíritu Santo se comunica con nosotros?
Podemos recibir revelación de muchas formas. Entre ellas se encuentran apariciones del Señor o de Sus mensajeros, la voz del Señor o de Sus mensajeros, visiones y sueños. No obstante, por lo general, la revelación se recibe por medio de la comunicación del Espíritu Santo a nuestra mente y de un sentimiento en nuestro corazón.
El élder Boyd K. Packer dijo: “Esas comunicaciones espirituales delicadas y refinadas no se pueden ver con los ojos ni escuchar con los oídos y, aun cuando se describen como una voz, es una voz que siente más que se oye”.
Es importante también que atendamos a la advertencia del élder Dallin H. Oaks: “Algunas personas… se han dedicado a buscar exclusivamente las grandes manifestaciones que se registran en las Escrituras y no han logrado reconocer la voz suave y apacible que se les ha dado… Es preciso que sepamos que el Señor muy pocas veces habla alzando la voz; Sus mensajes casi siempre vienen en susurro…”
Recibimos revelación de acuerdo a nuestra preparación para recibirla. A medida que más preparados estemos, más revelación personal recibiremos. En cuanto a esto, el élder Richard G. Scott enseñó:
“Cuando buscamos inspiración para las decisiones, el Señor nos da suaves impresiones que nos hacen pensar, ejercer la fe, esforzarnos, luchar a veces, y poner manos a la obra. Es raro que la solución total de un asunto sumamente importante o complejo aparezca de pronto. La mayoría de las veces aparece parte por parte, sin que podamos tener a la vista el fin”.
Cuando no se recibe o no se reconoce la revelación
Cuando no recibimos la revelación personal que esperamos tener podemos seguir el consejo del élder Boyd K. Packer:
“En ocasiones luchan con un determinado problema y por alguna extraña razón no reciben ninguna contestación, y se preguntan: ‘¿Qué sucede? ¿Qué es lo que estoy haciendo mal?’ Es posible que estén haciendo nada mal, sino que no hayan estado haciendo lo correcto durante la cantidad de tiempo suficiente. Recuerden que no pueden forzar las cosas espirituales. A veces nos sentimos confundidos simplemente porque no estamos dispuestos a aceptar una respuesta negativa…
“No estén pensando permanentemente en preguntas complejas y sigan adelante con su vida; pero mediten y oren en forma silente y persistente en cuanto a ellas.
“La respuesta quizás no les llegue como un relámpago, sino que tal vez se les manifieste en forma de una pequeña inspiración aquí y allí, ‘línea sobre línea, precepto tras precepto’ (D. y C. 98:12).
“Algunas respuestas las encontraremos leyendo las Escrituras o al escuchar a determinados oradores; y, algunas veces, cuando sea importante, habrá respuestas que vendrán por intermedio de una inspiración en verdad directa, tan potente y nítida que resultará inconfundible”.