Si tú eres como yo –un miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días- tienes un obispo mormón. (Miembros de una congregación más pequeña que tienen un presidente de rama en lugar de un obispo, no se vayan. También les estoy hablando a ustedes.)
Si asistes a otra iglesia, quizá tengas a un pastor, predicador o ministro. Esto también aplica para la mayoría de ustedes.
Hace algunas semanas, participé en una reunión de capacitación y coordinación con 10 líderes de mi iglesia que prestan servicio en nuestra religión. Escuché, tomé muchas notas y di mi opinión una o dos veces. Sin embargo, principalmente los mire a los ojos y tal vez, por primera vez, realmente los vi. Estos son hombres maravillosos y líderes amorosos.
A medida que la reunión se desenvolvía lentamente, comencé a ver los rostros a cada obispo que siempre había conocido. Estaban todos ahí.
Recordando a estos maravillosos hombres de mi pasado y rodeado por amados líderes del presente, me llamó la atención que, aunque no sea experto, he aprendido una o un par de cosas sobre los obispos.
De hecho, apuesto a que incluso sé una o un par de cosas sobre los tuyos.
Primero que todo, salvo que hayas tenido solo un obispo en todo tu vida o desde que te uniste a la iglesia. Entonces, te has dado cuenta cuan diferentes son. Estos hombres, ninguno de los que solicitaron el puesto, aportan sus propios antecedentes, talentos, fortalezas y debilidades a su llamamiento.
Todos desean ser discípulos de Cristo pero sus personalidades son tan diferentes como las de cualquier otras dos personas. Asimismo, cuando son ordenados como obispos, no se les pide que sean alguien nuevo. Simplemente, se les invita a convertirse en la mejor versión de quienes ya son.
Aun así, a pesar de esas diferencias, una cosa se mantiene sin importar su edad, ubicación o idioma: tienen las valiosas llaves del sacerdocio que brindan regularidad, seguridad, revelación e inspiración.
Lo segundo tampoco te sorprenderá: es imperfecto. Comete errores. Quiere que seas un mejor esposo, un mejor padre, un mejor hombre y un mejor líder. Sin embargo, en sus mejores días, cuando conduce a casa después de un largo día de servicio sintiéndose exitoso con una gran sonrisa en su rostro. Aún sigue siendo tan imperfecto como el resto de nosotros.
Tu obispo sabe que tu familia ora por él y su propia familia. Y, aunque no siempre lo agradezca, aprecia esas oraciones más de lo que nunca imaginarás.
Recuerda que mientras oras por él, él ora por ti. Todos los días, por su cuenta, con su familia y en sus reuniones, está orando por ti.
Cualquier conversación sobre un obispo debe incluir a su esposa. Ella sabe que él tiene un llamamiento que puede ser solitario y aislado debido a las confidencias que guarda. Entonces, cuando necesite a alguien que lo abrace, alguien con quien reír o el hombro de alguien para recostarse, su esposa siempre estará ahí. Simplemente no podría ser un obispo sin ella. De tantas maneras, ella es quien mantiene a su familia y la familia de la iglesia unidas.
A veces, tu obispo se despierta en la noche con impresiones que no puede explicar. Sin embargo, te detiene a un lado del pasillo, la siguiente semana, para preguntarte cómo estás o te envía un mensaje de texto sin razón o programa una visita o entrevista, es bastante probable que el Espíritu lo haya despertado con un empujón.
Desafortunadamente, a veces tu obispo dice algo equivocado. A veces, también dice lo correcto en la manera equivocada. Sin embargo, no es porque no lo esté intentando, es porque no es un obispo profesional. Es un hombre que está aprendiendo a su paso con el Espíritu – así como tú.
Ese obispo que ves corriendo entre reuniones y frunciendo el ceño durante la reunión sacramental quiere hacer un mejor trabajo al momento de delegar. Tiene consejeros y los ama como hermanos pero delegar no siempre es fácil. Su mente y corazón desean quitar parte de la carga pero sus manos no siempre están de acuerdo. No pierdas la fe en él, se recuperará.
¿Sabes cuánto desea tu felicidad? Vive para eso. Al verte sonreír en el pasadizo, al verte adorar al Salvador durante la Santa Cena, esos momentos reflejan tu gozo. Cuando estás deprimido, se pregunta por qué estás así. Cuando estás bien, se regocija contigo.
Porque ha visto bendiciones en tantas vidas, quiere que perdones, estudies, ayunes, pagues tu diezmo, sirvas, vayas al templo y compartas el evangelio. El Señor ha dado una montaña de evidencias con la finalidad de que tengas esa vida que trae bendiciones. Sin embargo, porque eres el hermano espiritual del obispo, te ama así estés haciendo esas cosas o no.
Sí, todo se trata del amor. Y, ¿qué importa más que eso? Tu obispo te ama. Te ama en los días buenos y en los malos. Te ama cuando estás sentado en una banca los domingos, te ama cuando estás a la deriva, te ama cuando aceptas un llamamiento o asignación y te ama cuando dices entre lágrimas que simplemente el momento no es el correcto.
Y volviendo a donde empezamos- en ese salón de líderes luchando para aprender más, servir mejor y traerte más cerca de Cristo. No son mejores, no más espirituales y ninguna gota más perfecto que tú. Sin embargo, están seguros de que lo estás intentando.
Te lo dice un obispo.
Este artículo fue originalmente escrito por Jason Wright y publicado en jasonfwright.com con el título “Everything you need to know about an LDS bishop.”