Ryan Blubaugh no tenía idea del giro que daría su vida al contactar a un amigo de la secundaria, J.D. Griffith, un amigo que no había visto en 29 años.
Meses antes, cuando Ryan se puso en contacto con Griffith a través de Facebook y le preguntó si alguien como él podía unirse a la Iglesia de Jesucristo, J.D. respondió con dos palabras: “Por supuesto”.
Ryan aceptó la respuesta de su amigo, pero su conversión no comenzaría ese día, ni planeó que terminara ese día. La suya es una historia de semillas plantadas a lo largo de su vida, por J.D., por su difunta prometida, Jennifer, y lo más importante, por su Padre Celestial.
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Los días de escuela
Ryan había pasado la mayor parte de su niñez en Nuevo México con su madre. Él recuerda que cerca de su calle vivía una familia Santo de los Últimos Días con nueve hijos. Uno de los niños solía prestarle a Ryan su bicicleta, ya que él no tenía una propia.
“Eran personas súper agradables, tolerantes y muy amables”, compartió Ryan.
Para cuando Ryan se mudó a Denver para vivir con su padre durante la mitad de su tercer año de secundaria, él adquirió más conocimiento sobre los miembros de la Iglesia por medio de su amigo J.D., quien también se había mudado a Colorado en la mitad de su tercer año.
Los dos se conocieron en el equipo de béisbol, se hicieron amigos y ocasionalmente pasaban tiempo juntos. Ninguno de los dos diría que eran mejores amigos, pero eso no impidió que Ryan notara una clara diferencia en J.D. como persona.
“Todos los demás iban a fiestas, bebían y hacían ese tipo de cosas, y eso no era algo de lo que participaba [J.D.]. Él me invitaba a sus fiestas, y eso incluía ver películas, comer palomitas de maíz y terminar antes de las 12. Esa era una gran fiesta en su casa, y era divertido”.
Pero no fueron solo las fiestas en la casa de Griffith lo que llamó la atención de Ryan. Él expresó:
“Era una persona muy positiva. Nunca tenía nada malo que decir sobre alguien. Nunca perdía los estribos. Probablemente era el chico más agradable que había conocido… Puede que no haya hablado mucho todo el tiempo, pero bastaba mirar la forma en que se comportaba para hacerte querer ser un poco mejor como persona”.
Después de su graduación de la escuela secundaria en 1991, ambos se mantuvieron en contacto por un corto tiempo a través de cartas. J.D. recibió un llamamiento misional para servir en Dublín, Irlanda. Ryan se unió al ejército y finalmente se encontró sirviendo en Alemania.
Los dos intercambiaron un par de cartas ese primer año después de la graduación. Aunque los dos no compartían la misma fe en ese momento, ambos sabían lo que era estar lejos de casa siendo tan joven.
Una carta de Ryan escrita el 31 de marzo de 1992 haría eco de algo que Ryan le diría a J.D. casi tres décadas después: “Sé que puedes entender por lo que estoy pasando”.
Pero antes de que los dos volvieran a entrar en contacto, otras semillas se plantaron para Ryan, más momentos en los que Dios preparó a Ryan para recibirSu mensaje.
Un camino lleno de preparación
Cuando Ryan piensa en las formas en que su corazón fue preparado para aceptar el evangelio, piensa en su difunta prometida, Jennifer.
Ryan conoció a Jennifer en el Hospital VA en Vancouver, Washington. A ambos se les diagnosticó con TEPT desde su tiempo en el ejército, ella sirvió en la Fuerza Aérea. Jennifer era miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero no había estado activa desde que se divorció.
En diciembre de 2018, los dos se comprometieron y se mudaron a Denver, un lugar en el que Jennifer siempre quiso vivir. Sin embargo su felicidad duraría poco cuando ella comenzó a tener problemas con sus riñones y su hígado.
Jennifer y Ryan acordaron que tan pronto como ella estuviera lo suficientemente bien como para regresar a la Iglesia, asistirían juntos. Él le prometió que juntos aprenderían más sobre la fe a la que ella quería regresar. Pero luego Jennifer enfermó de gravedad, sus problemas de salud fueron tan graves que no fue elegible para recibir una diálisis renal.
Después de estar varios días en el hospital, Jennifer decidió regresar a casa. Durante ese tiempo, su obispo y algunas hermanas de la Sociedad de Socorro vinieron a visitarla, y la impresión que Ryan tuvo de esas visitas lo impactaron más que las visitas mismas.
“El obispo vino y le dio una bendición probablemente dos días antes de su muerte, y sé que en esos dos días ella parecía mucho más en paz. Ese fue el momento en el que pensé: ‘Ahora sé la razón por la que quería que asistiéramos a esta Iglesia y nos convirtiéramos en miembros’”.
Ryan expresó que está seguro de que Jennifer estaría sonriendo por su decisión de unirse a la Iglesia.
“Ella pasó sus últimos momentos conmigo, mostrándome amor y guiándome a esta Iglesia; fue una bendición. Ahora puedo afrontar su pérdida gracias a mi conocimiento del Evangelio, que pienso que fue un regalo suyo”.
El Mensaje
Ryan esperó unos meses después del fallecimiento de Jennifer para conocer la Iglesia. Extrañaba a su prometida, de quien rara vez había estado separado durante casi dos años; pasaba la mayor parte del tiempo llorando o bebiendo.
Una noche, mientras estaba en Facebook, casi de inmediato vio la cara de J.D. en el cuadro “Personas que quizás conozcas”. Curioso saber de su viejo amigo, entró al perfil de J.D. y pudo decir por sus publicaciones y fotografías que J.D. era un verdadero hombre de familia y que seguía activo en la Iglesia.
Ryan supo en ese momento que tenía que pedirle ayuda.
“Sabía que necesitaba la ayuda de Dios. Me hallaba una terrible situación. Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando comencé a escribirle un mensaje y me alegré de haber escrito y no llamado porque no habría podido mantener aquella conversación por teléfono”.
J.D. se sorprendió y se preocupó al mismo tiempo cuando vio el mensaje de su viejo amigo del que no había tenido noticias desde marzo de 1992.
“Estaba muy nervioso cuando recibí su primer mensaje porque te puedes dar cuenta cuando alguien está sinceramente en problemas, así que le envié un mensaje rápidamente y le dije: ‘Me alegra saber de ti’, y le dije: ‘Me encantaría charlar contigo’.
Y luego me envió otra pregunta… ‘¿Es posible que pueda convertirme en [un Santo de los Últimos Días]? Es que cada hombre mormón que he conocido es un buen hombre.. ¿Se me permitirá entrar en tu Iglesia a pesar de la vida que he llevado?’”
Griffith, sin dudarlo dos veces, respondió: “Por supuesto”.
El fruto de las semillas
Con el tiempo Ryan conoció al Élder Barton y al Élder Hess gracias a la referencia de J.D. y asistió a todas las lecciones junto con él y los misioneros por medio de Zoom.
Griffith respondió todas las preguntas del evangelio que él tenía durante sus llamadas telefónicas a la hora del almuerzo y consoló a su amigo en cada momento de desesperación, estuvo para Ryan en las buenas y en las malas.
Ryan compartió que las lecciones fueron más cómodas para él porque sabía que tenía un amigo al lado y que en el futuro, espera poder hacer lo mismo por alguien más.
Finalmente, los élderes invitaron a Ryan a ser bautizado. Rápidamente J.D. miró a su amigo y redijo que él estaría allí. No importaba cuándo ni dónde, él iba a estar allí para Ryan.
Ryan le pidió a J.D. que lo bautizara. Y, después de 29 años de no verse en persona, los dos se reunieron en un hotel la noche antes de su bautismo. La esposa de J.D. y sus dos hijas menores también viajaron desde Kaysville, Utah, a Denver, Colorado, para asistir al bautismo.
Ryan fue bautizado el 21de noviembre de 2020. Para él, ese día estuvo lleno de amor y de paz.
“Sigo siendo una persona imperfecta y mis problemas no han desaparecido, pero mi vida es mil veces mejor de lo que era antes de contactar a [J.D.]”.
Ryan espera que las personas se den cuenta del impacto que pueden tener en los demás, que son semillas pequeñas que se van plantando en otros, y que fueron justamente esas semillas las que cambiaron su vida.
“Compartimos el Evangelio y nuestro amor por nuestro Padre Celestial, y quizá algunas personas no están preparadas para eso, pero no debemos subestimar el poder de plantar esas semillas”.
Fuente: Lds Living