Crecí en un hogar religiosamente extraño. Mis padres se divorciaron porque no pudieron decidir si me criarían como judía o católica. Uno pensaría que esta es una decisión que se debió tomar antes de tener un bebé, especialmente cuando te casaste una década antes de que el bebé apareciera en escena. Sin embargo, lastimosamente, la religión abrió un agujero en el matrimonio de mis padres, que no se pudo cerrar.
Mi padre era judío, mi madre era católica y a pesar de vivir todo el tiempo con mi madre, decidí que sería judía. Mi madre me dijo que los judíos eran “personas del libro” y me gustaban los libros. Así, a la sabia edad de 7 años, me declaré judía y casi 25 años después, todavía lo soy.
Me criaron en un lugar inesperado para una familia católica-judía: La región de los lagos Finger en el estado de Nueva York, justo fuera de Palmyra, el lugar dónde nació La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Mi madre quedó “encantada” con el espectáculo del cerro Cumorah y la gran asistencia. Era fanática del teatro y volvió a casa hablando con entusiasmo sobre lo fascinante que estuvo el espectáculo.
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Sin embargo, debido al espectáculo y haber crecido alrededor de tantos miembros de la Iglesia, conocía la versión de su origen, y que todo comenzó cerca de donde vivía. A pesar de esto, siempre supuse que el espectáculo era toda la atracción, que el espectáculo anual se encargaba de un cerro que de otro modo estaría desierto.
El verano pasado, me di cuenta de lo equivocada que estaba. Hice una visita a mi ciudad natal para dejar a mis hijos con una querida amiga de la infancia mientras viajaba, por única vez en mi vida, a Corea del Sur durante una semana. Antes de irme, tomé en cuenta algunos días para que mis hijos se acostumbraran al hogar de mi amiga. Mi primer pedido sobre cómo pasaríamos ese tiempo era conocer la historia de Palmyra, que ignoré toda mi infancia.
Mi querida amiga de la infancia, con quien dejé a mis hijos, se convirtió a la religión de los Santos de los Últimos Días cuando éramos adolescentes. Visitamos la imprenta donde se imprimió el primer Libro de Mormón y dónde se ubicaba la granja de la familia Smith. Fue fascinante, desde una perspectiva histórica, ver cómo se imprimían los libros y cómo era la vida en la época de José Smith. Pero, había algo especial al respecto que parecía más que un sitio histórico. Varias veces, a lo largo de mi vida adulta, visité Jerusalén, recorrí los lugares santos de todas las otras religiones importantes del mundo. Fue maravilloso experimentar una reverencia y admiración similar al recorrer los lugares que estaban a pocos metros de dónde vivía.
La arboleda sagrada se sintió tal como la llaman sagrada, no solo porque comparto la narrativa sobre lo que sucedió ahí, sino por cómo las personas trataban el lugar. Este era un lugar especial y santo, y se sentía de esa manera porque los demás lo trataban como tal. Solo pasamos por el área circundante de la arboleda debido a que nuestros hijos “habían tenido suficiente”, y hubiera sido muy irrespetuoso que los niños estuvieran gritando en un lugar tan sagrado. Al igual que se retira a un niño que grita de los servicios de la Iglesia.
Sin embargo, no evadí aprender acerca de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Debido a que toda mi vida me fascinó su Iglesia, leí mucho sobre su historia, orígenes, prácticas religiosas y ceremonias.
Recientemente, mi esposo y yo recorrimos el templo de Filadelfia cuando estuvo abierto al público y le pregunté entre bromas: “¿Por qué no somos Santos de los Últimos Días? Todos son muy amables y ¡también tienen muchos hijos!”, a lo que respondió: “Sí, son amables… tú no… me refiero a que estabas destinada a ser judía”. Y, sí, tiene razón en eso. La base del judaísmo es debatir, algo en lo que soy muy buena.
Cuando hablo acerca de mi amor por su Iglesia con otros judíos, a menudo escucho preguntas sobre las prácticas religiosas “extrañas” de los Santos de los Últimos Días. Sin embargo, el hecho es que sus prácticas religiosas no son muy diferentes a las nuestras.
Los judíos tenemos nuestra propia versión de los gárments, se llama “tzitzit” y es una camiseta que tiene cuerdas largas y anudadas a cada lado, que mi esposo usa. Y, ni siquiera me refiero a los conceptos de la pureza familiar, eruv o kapparot. Si deseas hablar sobre las religiones con prácticas “extrañas”, los judíos son los dueños del mercado.
A menudo me pregunto si la reacción del público en general ante el judaísmo sería similar si fueran tan “nuevos” en la escena de las religiones del mundo como La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Tal vez, su obra misional sería más fácil si los miembros de la Iglesia señalaran qué tan extrañas son las otras religiones del mundo, ¡pero definitivamente todos ustedes son demasiado amables como para decir eso!
Este artículo fue escrito originalmente por Bethany Mandel y fue publicado en ldsliving.com con el título “Why One Jewish Woman Loves the Church + Her Message to Latter-day Saints”.