Monique McDown tenía seis meses como misionera de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en la Misión Curitiba de Brasil cuando, un domingo por la tarde mientras caminaba por una calle residencial, escuchó un automóvil que se acercaba por detrás.
Esto no era inusual, pero Monique alentó a su compañera para que se uniera a ella al alejarse lo más posible de la pista. Ella recuerda haber escuchado el motor del automóvil antes de ser golpeada con la parte delantera izquierda del vehículo. Monique estuvo despierta y alerta durante todo el incidente. Ella hizo contacto visual con el conductor antes de que él se diera a la fuga, para nunca más volver a ser visto.
A raíz del incidente, los médicos no pudieron encontrar ningún hueso roto en el cuerpo de Monique, pero el impacto del auto dejó su pierna derecha inexplicablemente paralizada. Eso fue hace casi 13 meses.
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A pesar de sus esfuerzos por quedarse en la misión, algo que amaba más de lo que nunca imaginó, Monique McDown regresó a su hogar en Flower Mound, Texas, una semana y media después del accidente.
En casa, los médicos le dijeron que volvería a la normalidad en unas pocas semanas, pero las semanas se convirtieron en meses y, para el 15 de julio de 2019, los meses se convirtieron en un año, sin ningún movimiento en su pierna derecha.
Si bien el accidente y su recuperación le han traído una amplia gama de emociones a Monique, también la han llevado a pasar tiempo en el templo reflexionando sobre lo bueno que ha venido a su vida como resultado del accidente y las muchas formas en que su vida ha cambiado.
Todos hemos escuchado la historia de Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-nego y cómo, después de recibir la amenaza de ser arrojados al horno de fuego por negarse a adorar a los ídolos falsos, respondieron:
“Si es así, nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tus manos, oh rey, él nos librará.
Y si no, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.” (Daniel 3: 17-18).
Hay muchos discursos en la Conferencia General sobre esta declaración, “Pero si no”, pero en el Templo de Dallas, Texas, Monique oraba “Pero si”.
“Le expresé al Padre Celestial que aceptaba completamente quién era”, compartió ella. “Aceptaba que estaba paralizada, y que con mucho gusto viviría así y sería así por el resto de mi vida si es que ese es Su plan para mí.”
“Realmente había llegado a ese punto en el que estaba muy feliz con quien era. A lo largo de este año, obtuve esa aceptación… Recuerdo haber expresado eso en mi oración, rindiendo y sometiendo mi voluntad completamente a la Suya. Luego, al final de la oración, dije: ‘Pero si hay un milagro reservado para mí, que suceda.’”
En los días que siguieron, ella ayunó y oró e hizo todo lo posible para estar lista para un milagro.
El 31 de julio, Monique McDown publicó lo siguiente en Facebook:
“Después de un año de estar paralizada y perder completamente mi capacidad para caminar, milagrosamente he comenzado a recuperar una pequeña porción de movimiento y control en mi muslo derecho… A todos los que han estado orando por mí, estoy muy agradecida por cada uno de ustedes. ¿Existen los milagros? Sí, y esta es una prueba.
Su familia dice que, después de su accidente, Monique nunca se quejó de su lesión, pero expresó repetidamente lo triste que estaba por tener que abandonar su misión.
Monique McDown es muy fuerte; durante nuestra entrevista, su confianza nunca flaqueó. Está claro que ha depositado su confianza en un Dios que ha llegado a conocer en un nivel íntimo. Sin embargo, ver a Monique luchar con sus desafíos ha sido difícil para quienes la aman.
“Ha sido difícil”, dijo Nancy McDown, la mamá de Monique, cuando se le preguntó sobre cómo ha sido para ella ver a su hija pasar por este desafío.
“La gente no sabe las pequeñas cosas que ella no puede hacer”, expresó Nancy al enumerar cosas que se han vuelto difíciles para Monique, como abrir puertas y dormir cómodamente, y agrega, sin embargo, que el ver a su hija pasar por esto realmente ha sido un privilegio.
“Me siento realmente bendecida y afortunada de estar con ella, de verla tener que lidiar con estas cosas y que me diga todo el tiempo: ‘Está bien, mamá. Está bien que no pueda hacer esto. Ahí es cuando te necesito.’”
Confiando en las promesas de Dios
Cuando Monique regresó a casa, su Presidente de Estaca, Jonathan Cannon, la miró a los ojos y le hizo una promesa: “Caminarás de nuevo.”
Su padre, Chris McDown, quien sirve como obispo, dice que encontró consuelo al saber que el presidente Cannon no habría hecho tal promesa si no se hubiera sentido inspirado a hacerlo. Es una promesa a la que su familia se ha aferrado porque, como explicó Chris: “Creemos y lo sostenemos como nuestro Presidente de estaca”.
Confiando en esa promesa, Monique McDown ha sorprendido a su familia con su fe.
“En el último año, ella me enseñó acerca de tener fe en algo que no puedes ver y que no sabes si va a suceder. Ella siempre supo que las cosas mejorarían… Cada día hay algo que hace o algo que dice que siempre me enseña a ser fiel”, expresó Nancy.
Su padre agregó: “Lo hemos aprendido porque ella siempre se mantuvo muy positiva y confió en Dios, con fe y optimismo, nos enseñó que estas cosas pueden hacerte mejor, y eso es realmente lo que nos enorgullece más.”
¿Han cesado los días de milagros?
Los médicos con frecuencia le han advertido a Monique que no se deje engañar por sensaciones fantasmas o movimientos en la pierna, pero una mañana a fines de julio, mientras estaba sola en casa, Monique decidió intentar mover la pierna sin la ayuda de su brazo. Miró hacia abajo y notó que su muslo derecho en realidad se había movido un poco hacia adelante.
“Sentí una alegría inmensa. Caí de rodillas y comencé a llorar y a agradecer a nuestro Padre Celestial”, dijo ella.
Se mantuvo cautelosamente optimista, pero llamó a su madre y le pidió que volviera a casa del gimnasio para ver lo sucedido. Juntas, comenzaron a practicar, colocando sus brazos sobre los hombros de la otra, dando dos o tres pasos a la vez.
La práctica continuó durante una semana hasta que Monique finalmente se sintió lista para mostrarle su progreso a sus hermanos y a su presidente de misión.
Un milagro había ocurrido. Ella dios sus primeros pasos sin la ayuda de su madre, quien se mantuvo cerca alentándola a seguir.
“Fue un momento increíble”, compartió Monique. “Uno que con certeza nunca olvidaré.”
La historia atrajo la atención de varias estaciones de noticias locales en los Estados Unidos, todas las cuales compartieron las buenas nuevas de un milagro en Flower Mound.
Fue la hermana mayor de Monique, Bianca, quien la animó a compartir la historia con el mundo. Ella explicó que, en un mundo lleno de negatividad, creía que la historia de su hermana tenía el potencial de cambiar corazones. Su deseo de compartir la historia de Monique fue inspirada al ver a muchos cercanos a ella perder la fe.
“Sé que los medios de comunicación tienen una gran influencia en eso, y siempre he sido del tipo de personas que a veces queda en silencio porque no quiero ofender a nadie”, explica Bianca. “Pero cuando Monique recibió su primera llamada de los medios, ella me llamó [a mí] y le dije: ‘Tienes que compartir tu historia porque es del tipo que puede callar al resto del mundo.”
“Su historia es la base de por qué estamos aquí. Si puedes apoyarte en Cristo, todo funciona, y ningún médico podrá decirte cómo es qué estás caminando… No hay una razón médica. Fue un milagro, sé que fue un milagro por el que ella luchó, y eso fue porque tenía a Cristo como su apoyo.”
Este artículo fue escrito originalmente por Morgan Jones y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “Missionary Hit by Car Takes Miraculous First Steps After a Year of Using “Christ as Her Crutch””