Querido lector, tengo que hacer una confesión: Uso pantalones para ir a la Iglesia.
Lo siento, debo aclarar por qué ésta es una confesión: soy mujer y uso pantalones para ir a la Iglesia.
Si hablamos acerca de opciones de estilo, también me gustan las rayas horizontales, los aretes colgantes y el cabello natural y ondulado. Pero, esta elección de estilo en particular es mucho más importante que eso.
Claro, puedes estar pensando que lo que te pones para ir a la Iglesia no es importante. Vamos a la Iglesia para renovar nuestros convenios. ¡Estoy de acuerdo! Sin embargo, si lo que nos ponemos es tan insignificante, ¿por qué ver a las mujeres usar pantalones causa tanto escándalo en primer lugar? Créeme, lo hace.
En diciembre de 2012, algunos Santos de los Últimos Días organizaron el evento “Wear Pants to Church Day” (Usa Pantalones para el Día de Iglesia). Un participante, Jamie Baydd, comentó que este movimiento fue creado para decirles a los miembros de la Iglesia que “si crees que eres diferente… o si sientes que no hay un lugar para ti aquí, sí lo hay”.
Aunque el movimiento no intentaba promover un cambio doctrinal, recibió críticas. Algunos miembros percibieron el movimiento como innecesario. Otros dijeron que las mujeres que usan pantalones para ir a la Iglesia “no saben cómo seguir al Señor”.
Un obispo dijo que estas mujeres no sabían el significado de liberación y una mujer en línea comentó que debían irse y buscar otra iglesia. Finalmente, el grupo de Facebook que obtuvo apoyo para el evento, “All Enlisted” (“Todos están invitados”), fue cancelado.
¿Por qué es importante?
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Ciertamente, muchos miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no se preocupan por la ropa de las mujeres en la Iglesia, ya que centrarse demasiado en algo tan superficial le resta valor a sentir el espíritu y realizar ordenanzas.
A aquellos miembros, les digo esto: ¡Me alegra que piensen eso! De hecho, “Para la Fortaleza de la Juventud” nos enseña a “mostrar respeto al Señor y a nosotros mismos al vestir apropiadamente en las reuniones y actividades de la Iglesia”. Apropiadamente. Las mujeres en América del Norte y Europa se han puesto pantalones para ir a entrevistas de trabajo, conferencias formales e incluso para hacer apariciones en la alfombra roja desde la década de 1960.
Además, disfruto mucho ir a la Iglesia con pantalones. Me siento segura, camino con mayor comodidad y recibo muchos cumplidos, lo que usualmente me lleva a conversaciones amigables. La mayoría de mis experiencias han sido positivas. Sin embargo, eso no significa que no me haya sentido ansiosa vistiendo pantalones. Cada vez que me dirijo al púlpito, a mi asiento, o a un salón de clases, siento que las miradas de todos se posan en mí como si estuviera quebrantando una norma.
Cuando las mujeres en la Iglesia me hablan acerca de mis pantalones, siento una especie de admiración triste. Una de mis amigas una vez me miró de arriba a abajo, suspiró y dijo, “también los usaría, pero no quiero etiquetarme o llamar demasiado la atención”.
Independientemente del cambio que ocurrió durante el evento “Usa Pantalones para el Día de Iglesia” de 2012, no fue suficiente. Las mujeres todavía se sienten inhibidas por lo que los demás dirían acerca de su elección de vestimenta.
Una entrevista
A pesar de todo esto, ningún comentario acerca de usar pantalones en la Iglesia nunca me detuvo hasta que llegué a una entrevista para recibir la recomendación para el templo, usando pantalones. Entré, mi obispo me miró de arriba a abajo y comenzó a hacerme las preguntas habituales. En medio de la entrevista, me miró con preocupación y dijo, “Ahora, tengo otra pregunta… se trata de tus pantalones. Está bien si los usas. Pero, por favor, dime, ¿usar pantalones son un símbolo de rebelión?”
Fruncí el ceño. ¿Qué? ¿Esto se iba a interponer en el camino hacia el templo?
Dije, “No. Solo pienso que son lindos y cómodos de usar. Además, las normas de vestimenta de la Iglesia solo requieren que te vistas de la mejor manera posible. Estos pantalones son tan formales como cualquiera de mis vestidos”. Mi obispo asintió y terminó con las preguntas recomendadas de costumbre. No me ofendí, no me sentí lastimada, pero estaba sorprendida.
Además, tuve que preguntarme a mí misma: ¿Mis pantalones eran un símbolo de rebelión? ¿Qué estaba intentando comunicar a través de mi apariencia? Si hubiera querido rebelarme, hubiera hecho algo que fuera en contra de las normas de mi fe, pero no era así. Quería vestirme como me sentía: poderosa, segura y única. ¿Por qué eso era un símbolo de rebelión?
Quizá estás pensando que es comprensible relacionar el movimiento “Usar Pantalones para el Día de Iglesia” con la rebelión, como los miembros de los grupos activistas que buscan cambiar la doctrina de la Iglesia. Estaría de acuerdo. Las metas de esos grupos coinciden con la meta del movimiento de 2012 de incluir y elevar las voces afuera de la cultura de la Iglesia. Sin embargo, suponer que toda mujer que usa pantalones para ir a la iglesia es un símbolo de rebelión contra las normas que consideramos sagradas es un error.
Apariencia = virtud
Estoy de acuerdo en que los miembros deben venir a la casa del Señor vistiendo lo que comunique culturalmente respeto y reverencia. Incluso, entiendo por qué las mujeres no usaban pantalones para ir a la Iglesia en la década de 1960, cuando apenas se estaba volviendo aceptable en la cultura popular. Pero, querido lector, no entiendo la razón por la que estoy escribiendo este artículo, que es que las mujeres todavía no se sienten cómodas expresándose en la iglesia.
Mi obispo tuvo buenas intenciones. Pero, su perspectiva demuestra que tenemos un problema. Con demasiada frecuencia confundimos la comodidad con la dignidad. Programé la entrevista para recibir la recomendación para el templo en un esfuerzo por seguir progresando en mi testimonio. Me alegró informar que era digna y me sentía feliz en el Evangelio. Pero, todo eso me llevó a una pregunta acerca de mi vestimenta y por qué me veía diferente a todos los demás.
Si en cada barrio, una mujer se siente incómoda usando su albedrío para expresarse, hay un problema y si este problema impide que las personas se sientan seguras y aceptadas en la Iglesia, deberíamos hacer todo lo posible para solucionarlo, ¿verdad?
Si así lo hicieron en 2012 y en 2013, tal vez lo vuelvan a hacer. Quizás, todos entenderemos un poco más y reaccionaremos un poco diferente.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Caroline Coppersmith y fue publicado en thirdhour.org con el título “Why Women Don’t Wear Pants to Church”.