Ridge Petersen nació el 14 de abril de 2015 con una condición cardíaca poco común y extremadamente seria: síndrome de corazón derecho hipoplásico. En términos simples, esto significa que la mitad derecha de su corazón no se desarrolló correctamente. Desde el inicio, su vida estuvo marcada por cirugías, cuidados médicos intensivos y una fe inquebrantable por parte de su familia.
Sus padres, Tagg y Katie Petersen, supieron del diagnóstico cuando Katie aún estaba embarazada, el 1 de diciembre de 2014. Esa noticia cambió por completo sus planes y les permitió prepararse para lo que vendría.
Tuvieron que programar el parto en un hospital especializado donde Ridge pudiera recibir atención inmediata. A los seis días de nacido, fue sometido a su primera cirugía a corazón abierto. Vendrían otras dos operaciones antes de que cumpliera 4 años. Todas estaban destinadas a redirigir su sistema circulatorio para que funcionara solo con el lado izquierdo del corazón.
Durante su infancia, Ridge fue conectado varias veces a una máquina corazón-pulmón. De hecho, esa máquina —clave en la historia de la cirugía cardíaca moderna— fue parte de un avance desarrollado por el presidente Russell M. Nelson, líder de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, quien participó en su diseño décadas atrás.

Años después, Ridge escribiría una carta al presidente Nelson para agradecerle por su investigación pionera, reconociendo que esos avances médicos hicieron posible su vida.
Por un tiempo, la salud de Ridge se mantuvo estable. Pero todo cambió inesperadamente en la víspera de Año Nuevo de 2023. Con solo 8 años, su cuerpo comenzó a deteriorarse. Lo que parecía ser una etapa tranquila pronto se transformó en un nuevo capítulo lleno de incertidumbre.
Fue entonces cuando los médicos confirmaron que Ridge necesitaría un trasplante de corazón. Aunque al inicio intentaron no hablar mucho del tema con él, la situación se volvió tan crítica que la familia tuvo que enfrentar la realidad. Comenzaron a visitar hospitales y evaluar opciones. Ridge, por su parte, se sintió asustado cuando entendió lo que significaba recibir un corazón nuevo.
Mientras buscaban el mejor lugar para realizar el trasplante, Katie descubrió que estaba embarazada. Al principio, la noticia la desbordó: cuidar de un hijo en espera de un trasplante y al mismo tiempo prepararse para tener un bebé parecía una tarea imposible.

Pero pronto se dieron cuenta de que esa situación les ayudaría a tomar decisiones más claras. Necesitaban quedarse cerca de Dallas, donde vivían, para poder contar con la ayuda de familiares y amigos. Finalmente eligieron el Centro Médico Infantil de Dallas y el 29 de octubre de 2024, Ridge fue oficialmente incluido en la lista de espera para trasplante de corazón.
A partir de ese momento, la fe y el apoyo de la comunidad fueron cruciales. La familia recibió ayuda constante de vecinos, amigos, miembros de la Iglesia y hasta desconocidos.
Comidas, mensajes, oraciones y muestras de cariño aparecían sin pedirlas. La familia sentía que no estaba sola. Katie lo resumió con gratitud:
“Siento que toda nuestra comunidad se ha involucrado con nosotros y con él, ayudando a cargar esta carga de cualquier forma que podían”.
Ese periodo también trajo otros desafíos. A Ridge le diagnosticaron diabetes y una condición llamada enteropatía perdedora de proteínas, lo cual complicaba aún más su situación médica. A pesar de su fortaleza, hubo momentos muy duros. Ridge llegó a expresar sus miedos más profundos: “Si me hacen el trasplante, podría dormir y no despertar. Podría morir”, le dijo una noche a su padre. Para sus padres, esas conversaciones fueron desgarradoras. Intentaban responder con esperanza, pero sin ocultar la realidad.

Ridge también cuestionaba por qué tenía que pasar por todo esto. Se preguntaba cómo un Padre Celestial amoroso podía permitir tanto sufrimiento. Esas preguntas, aunque dolorosas, eran honestas. Aun así, la fe seguía viva en él. En sus oraciones, pedía por la persona que algún día le donaría un corazón. Su madre recuerda cómo oraba para que esa persona “estuviera teniendo una buena vida”, sabiendo que, para que él viviera, alguien más tendría que partir.
El milagro llegó inesperadamente. El 27 de diciembre de 2024, a las cinco de la mañana, el teléfono sonó. Había un corazón disponible. Solo habían pasado dos meses desde que Ridge fue incluido en la lista, cuando les habían dicho que podrían esperar uno o dos años. La noticia fue impactante.
Se reunieron como familia para orar, agradeciendo por la oportunidad y pidiendo consuelo para la familia del donante. Era una mezcla de emociones: esperanza, tristeza, nervios y gratitud.
Además de la sorpresa, estaba la inminente llegada del nuevo bebé. Katie se encontraba a solo tres semanas de dar a luz. Sin embargo, todo se acomodó de forma providencial. Era temporada navideña, por lo que Tagg ya tenía tiempo libre del trabajo, los niños no tenían clases y familiares de ambos lados estaban en la ciudad. El apoyo fue inmediato. Todos estuvieron ahí para ayudar.

Ese mismo domingo, la Iglesia local dedicó el ayuno a Ridge. La reunión sacramental fue una manifestación de fe colectiva: testimonios sobre milagros, oraciones sinceras y menciones constantes por la recuperación del pequeño. Los niños de la Primaria, sus compañeros de clase, también se unieron con cartas, videos y mensajes de amor.
Después de 18 días en el hospital, Ridge volvió a casa —justo dos días antes de que naciera su hermanito. Fue un momento lleno de emoción. Al poco tiempo, regresó también a la escuela, donde sus compañeros lo recibieron con una fiesta sorpresa y camisetas personalizadas con su nombre. El colegio entero celebró su regreso.

Hoy, Ridge continúa recuperándose. Aunque su futuro es incierto —el promedio de duración de un corazón trasplantado es de 18 años—, su familia mantiene la esperanza. Los avances médicos siguen mejorando, y nadie sabe con certeza cuánto durará su nuevo corazón. Lo que sí está claro es que Ridge tiene grandes planes: quiere ser conductor de camiones monstruo, doctor y también servir como misionero.
Katie y Tagg creen firmemente que no han estado solos. Han sentido el apoyo del cielo de formas que no se pueden explicar. “El velo ha sido delgado”, dijo Katie. “No solo hemos sentido a Dios de nuestro lado, sino también a nuestros seres queridos que ya partieron. Recibimos ayuda desde ambos lados del velo, y en momentos así, eso se siente más fuerte”.
La historia de Ridge no solo es la de un niño con una condición médica rara, sino la de una familia que ha aprendido a caminar por la fe, a confiar en la comunidad y a sostenerse en el amor. Su historia, marcada por desafíos, milagros y esperanza, continúa siendo un testimonio viviente de que incluso en medio del dolor, siempre hay lugar para los milagros.
Fuente: Church News