¿Cómo participo en la Iglesia cuando siento que no pertenezco?

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Venimos de diferentes entornos, culturas y genéticas. Cada uno de nosotros es único. Es una de las cosas maravillosas de la vida. Debemos relacionarnos y aprender de personas que son distintas a nosotros.

La variedad de personas nos ayuda a aprender las lecciones de la vida, desarrollar empatía, ver las cosas desde perspectivas diferentes y apreciar la diversidad de los hijos de nuestros Padres Celestiales.

Incluso, cuando las diferencias nos llevan a conflictos, podemos aprender a llevarnos bien, resolver el problema y respetar a los demás. Venir a Cristo no significa que renunciemos a nuestras diferencias; significa que nos comprometamos a seguir a Cristo con nuestras diferencias.

He estudiado las razones por las que las personas se desafilian de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Las razones varían. Sin embargo, muchos no se sienten aceptados por sus barrios o la Iglesia en general.

Una investigación de Religion News Service respalda eso. Sentirse juzgado es uno de los mayores contribuyentes a la desafiliación de la Iglesia y es la razón más importante según las mujeres millenial.

Los edificios de nuestra Iglesia tienen un letrero que dice que los visitantes son bienvenidos. Pero, a veces, debido a la cultura de la Iglesia o nuestras diferencias, podemos sentirnos no gratos o que no pertenecemos.

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Probablemente, las diferencias más difíciles sean aquellas que nos ponen en desacuerdo con la cultura de nuestro barrio o los ideales que enseña la Iglesia. A continuación, mencionaremos algunos:

  • Nuestras circunstancias personales pueden no coincidir con algún ideal cultural percibido. Podemos estar solteros, divorciados o no tener hijos. Ambos padres pueden trabajar fuera del hogar, ya sea por elección o necesidad.
  • La salud mental o los desafíos emocionales nos dificultan tener la felicidad del Evangelio o, incluso participar de las reuniones de la Iglesia.
  • Podemos identificarnos como LGBTQ y preguntarnos si hay un lugar para nosotros.
  • Si bien podemos creer en muchas de las enseñanzas de la Iglesia, podemos sentir una fuerza cultural que nos impida expresar nuestras creencias, preocupaciones o reservas.

No se supone que sea de esta manera. Los brazos del Salvador se extienden a todos los hijos de Dios. Siempre debemos dar la bienvenida a todos los que desean participar. El Élder Uchtdorf dijo:

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es un lugar para personas con toda clase de testimonios. Hay algunos miembros de la Iglesia cuyo testimonio es seguro y arde fuertemente dentro de ellos. Otros aún están esforzándose por saber por sí mismos. La Iglesia es un hogar para que vengan todos, sin importar la profundidad ni la estatura de nuestro testimonio. En las puertas de nuestros centros de reuniones no hay carteles que digan: “Su testimonio debe ser así de fuerte para poder entrar”.

amor de Dios

Dar la bienvenida incluye no solo aceptar las diferencias en la fe, sino también en las circunstancias personales.

Sin embargo, los barrios están llenos de personas como nosotros, imperfectas y con diferentes antecedentes y experiencias. Es difícil para algunos miembros del barrio entender nuestras diferencias. Además, es posible que tengan poca experiencia y comprensión de los asuntos difíciles.

Algunos pueden intentar decir lo correcto, pero no saben cómo. Pueden juzgar y hacer comentarios hirientes. Algunos están tan seguros de las creencias de la Iglesia que no pueden entender cómo alguien no. Es posible que intenten encontrar algo en nuestras vidas para culparnos por la incredulidad. Incluso, pueden buscar el pecado secreto que explica nuestras diferencias.

En estos tipos de entornos, es difícil para nosotros expresar nuestros sentimientos verdaderos porque no parecen ser bienvenidos. Aprendemos que cuando expresamos lo que realmente creemos, podemos encontrarnos con las críticas y el rechazo.

Es natural esperar que nuestro barrio cambie y nos acepte por lo que somos. Si bien algunos barrios son mejores en aceptación, ninguno será perfecto. Es posible, que estemos rodeados de personas que simplemente no nos entiendan o no sepan cómo acogernos. A veces, no podemos ver el amor y la aceptación de aquellos que nos rodean.

¿Qué hacemos en estas circunstancias?

No podemos permitir que nuestras diferencias nos definan

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Somos hijos de Padres Celestiales. Somos divinos y tenemos el potencial de ser como Ellos. Incluso si nuestras diferencias son grandes, nunca debemos permitir que esas diferencias nos definan. Nuestra divinidad está en nuestro ADN, eso es lo que debe definirnos.

Podemos tomar posesión y tener coraje

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Depende de nosotros encontrar pertenencia. Los familiares, los líderes y aquellos que nos rodean probablemente nunca sepan cómo ayudarnos a sentirnos bienvenidos. Es posible que ni siquiera sepan que sentimos que no pertenecemos.

Debemos recordar que no estamos a merced de otros para demostrar pertenencia. No podemos esperar a un lado que los demás nos den la bienvenida. En cambio, podemos tomar posesión para sentirnos parte de nuestro barrio, familia o grupo. Podemos encontrar maneras de participar que maximicen nuestros puntos en común.

Conozco a un hermano abiertamente gay que se acercó a su obispo y dijo:

“Quiero una asignación de ministración. ¿Cree que haya alguien que se sienta cómodo de que yo sea su hermano ministrante?”

Este hombre solo deseaba servir. Podemos encontrar maneras de participar que no se centren en nuestras diferencias. Podemos unirnos al coro, limpiar el edificio, ofrecernos como voluntarios para proyectos de servicio o unirnos a grupos.

Dependiendo de nuestra situación actual, es posible que no se nos pida que enseñemos o demos un mensaje sobre la Iglesia. Sin embargo, podemos compartir nuestros testimonios, hablar sobre las cosas que esperamos que sean verdad, las cosas que apreciamos o los desafíos que enfrentamos. Casi siempre existe una manera en que podemos participar en la Iglesia a pesar de nuestras diferencias.

Debemos recordar que no estamos solos

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Desde el exterior, puede parecer que todos somos parte del grupo. Pero, en realidad, casi todos tienen dudas e inquietudes. Algunas personas tienen desafíos similares a los nuestros. Simplemente no lo sabemos. Casi todas las familias se sienten afectadas por las dudas, las enfermedades mentales, las cuestiones de género y sexualidad, las complicaciones familiares, etc.

Incluso si nuestros problemas son únicos, podemos intentar y encontrar pertenencia a través de Jesucristo. Por medio de la Expiación, Él nos conoce perfectamente (véase Alma 7: 11 – 12).

Podemos ser generosos en la forma en que vemos a los demás

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La obra del Salvador se encuentra con los enfermos y quebrantados (Marcos 2: 17).  Todos estamos enfermos y quebrantados. Cuando sentimos que no pertenecemos, podemos recordar que aquellos que no nos comprenden o excluyen también son personas. Pueden ser como nosotros, inseguras de su propia participación, se esfuerzan para formar parte del grupo.

El Élder Holland habló sobre esto:

“De modo que sean tolerantes con las flaquezas humanas, tanto con las propias así como con las de aquellos que sirven con ustedes en una Iglesia dirigida por voluntarios, hombres y mujeres mortales. Excepto en el caso de Su Hijo Unigénito perfecto, Dios se ha tenido que valer de gente imperfecta, lo cual ha de ser terriblemente frustrante para Él, pero se conforma con ello; y nosotros debemos hacerlo también”

Con compasión por los demás y al entender sus limitaciones y debilidades, aprendemos empatía y compasión.

Podemos hablar sobre nuestra no pertenencia

hablar de Religión

Esto puede requerir valentía y vulnerabilidad. Además, puede no ser posible en todas las circunstancias. Pero, cuando compartimos con los demás, podemos encontrar una conexión.

Al ser amables y orar, podemos preguntarle a alguien si podemos conversar. Luego, podemos decir algo como: “A veces, me siento solo. Veo lo amable que eres y me pregunto si podrías ayudarme”.

Podríamos escribirle una nota al obispo y decir: “Obispo, me siento solo en el barrio. ¿Cree que pueda hablar en la Iglesia? No puedo hablar de todos los temas. Pero, puedo hablar sobre…”

Podríamos hablar y reconocer nuestros desafíos. Quizá, decir algo como: “Lucho contra la ansiedad y, a veces, es difícil cuando las personas me preguntan qué estoy haciendo, si estoy saliendo a citas y cómo me va en la universidad. Si actúo un poco desilusionado, sé que me costará pensar en el futuro”.

Cuando somos abiertos, con frecuencia encontramos a otros que agradecen nuestro coraje y encuentran pertenencia y conexión con nosotros.

Podemos crear pertenencia para los demás

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Nuestro conocimiento de cómo se siente no pertenecer otorga una comprensión adicional para los que se sienten de la misma manera.

Cuando veamos a alguien que esté luchando para sentir conexión, podemos acercarnos y mostrarla. Si hay un comentario que sabemos que hará que alguien se sienta discriminado, podemos responder con compasión e inclusión.

Podemos ser pacientes

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A veces, es posible que simplemente queramos irnos porque nuestras diferencias y nuestra falta de pertenencia son demasiado. Pero, ganamos un poco al quedarnos. La relación y la conexión toman tiempo y se logran a través de las experiencias comunes. No sabemos cuánto tiempo tomará o si llegará alguna vez. Sin embargo, cuanto más paciencia y sabiduría demostremos, es más probable que podamos encontrar conexión y pertenencia.

Podemos practicar el cuidado personal

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Tomar posesión de nuestro sentido de pertenencia también significa que cuidamos de nosotros mismos. Podemos descubrir el cuidado personal a través de las Escrituras, la oración, la meditación, un buen terapeuta, buenos libros, paseos por la naturaleza o los ejercicios.

Debemos tener cuidado de no agotar nuestros esfuerzos de conectarnos dentro de la Iglesia. Podemos evitar hacer demasiado voluntariado, fingir ser alguien que no somos, o someternos a cosas que nos son saludables a nivel espiritual o emocional. Incluso, puede haber un tiempo para retroceder y sanar.

Podemos permanecer conectados a Cristo

la iglesia de Jesucristo

Solo el Salvador y nuestros Padres Celestiales nos conocen completamente. Nos aman sin reservas y han hecho todo lo posible para que podamos tener paz, alegría, cura y pertenencia. No importa quiénes seamos o lo que creamos, siempre nos amarán y valorarán.

Debemos asegurarnos de no pensar que somos creaciones defectuosas o rotas. Todos nosotros cometemos errores y, a pesar de que podamos sentirnos culpables por nuestros errores, nunca debemos creer que seamos errores.

Somos dignos de amor, respeto y amabilidad. No debemos dudar de nuestro potencial eterno, que, a pesar de nuestras diferencias, sucede a través de la gracia y el amor.

Gran parte del ministerio del Salvador fue para aquellos que no pertenecían: La mujer con flujo de sangre, aquellos que sufrían de lepra, los publicanos, la mujer que cometió adulterio y la samaritana en el pozo.

Él nos enseñó que todos somos parte de Su obra y la misma familia. Tal vez, en nuestro esfuerzo por pertenecer, podemos encontrar a otros que anhelan pertenecer. En nuestra simpatía y sufrimiento, podemos abrazarlos y darles la bienvenida en sus diferencias mientras el Salvador los cura.

Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Davis Ostler y fue publicado en ldsliving.com con el título “How Do I Participate at Church When I Feel Like I Don’t Belong?

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