“Patricia es el huracán más intenso de que se tiene conocimiento en toda la historia desde que se tienen cronologías pues tiene una velocidad de 325 km por hora y su “ojo” mide entre 9 y 10 km de diámetro, es un huracán categoría 5 en la escala Saffir-Simpson y viene hacia nosotros.” Esas fueron las palabras que se nos comunicaron a las 4:00 p.m. del jueves 22 de octubre e inmediatamente se cancelaron los servicios educativos en toda mi ciudad: Puerto Vallarta, Jalisco, México.
Pasamos la tarde del jueves pensando que tal vez se “exageraba” la información que el este ciclón pasaría de largo como otros tantos pero ¿Qué creen? Somos mormones así que nos olvidamos de suponer cosas y mejor comenzamos a revisar nuestro hogar.
¿Qué fue lo que sucedió? ¿Qué fue lo que aprendimos?
- Creemos en obedecer la voz de nuestros líderes religiosos
El almacén listo, las maletas de emergencia, listas, las transportadoras de animales, listas. Nuestra familia se compone de 5 gatos, 2 perros, 3 hijas, papá y mamá. Mi esposo y yo llenamos el tanque de gasolina, no tuvimos necesidad de ir a la tienda y hacer compras de pánico, por lo tanto cenamos, oramos y nos fuimos a dormir tranquilamente.
En todos los años que tengo en la iglesia, las enseñanzas han sido las mismas:
Almacén familiar para un año
Maletas de emergencia por persona si ya es capaz de cargarla
Un poco de dinero ahorrado
Pago íntegro de diezmos y ofrendas de ayuno
Recomendación vigente
A la 1:00 a.m. del viernes 23 las sirenas comenzaron a sonar, la policía y bomberos recorrieron nuestra colonia notificándonos que debíamos evacuar pues nuestra zona es de alto riesgo, hay un río a 200 mts. de la puerta de nuestra casa y no un río cualquiera: el Ameca el río más grande del estado de Jalisco. Mi esposo se fue a buscar algunos hermanos del barrio y la comunicación con nuestro Obispo inició puntualmente.
A las 2:00 p.m. inició un “toque de queda” en nuestra ciudad, nosotros a esa hora llegamos al centro de estaca donde ya habían llegado otras familias, miembros, activos e inactivos, inclusive extranjeros cuyos hoteles no pudieron albergar y que no encontraron lugar dónde resguardarse.
El huracán tocó tierra a las 6:15 y entonces algo pasó: casi no había lluvia ni vientos
- Fe, esperanza, alegría y amor
En medio de la tempestad pudimos disfrutar estos principios, compartimos alimentos, oramos, reímos y nos fortalecimos. Los jóvenes disfrutaron de un “cinito” de juegos de mesa y todos participamos limpiando la capilla, luego juntos buscamos la paz de la oración para poder dormir tranquilamente.
El vivir el evangelio y cumplir los mandamientos solo se traduce en paz, en esperanza, en alegría y en solo desear que otros se encuentren bien y disfrutando la hermandad que nos da la iglesia.
Nuestro Obispo nos dijo que la Iglesia ya había mandado trailers con ayuda, equipo y materiales para la reconstrucción pero no lo necesitamos y todo eso llegó a otras poblaciones donde sí hubo necesidades mayores. Las lágrimas brotaron al escuchar el amor y preocupación de la Primera Presidencia y miembros en todo el mundo por México, por nuestro estado y por nuestra ciudad.
- Los milagros no han cesado entre los hombres
Cuando la contingencia terminó, regresamos a casa solo para enterarnos que nuestra colonia se inundó un poco, nada muy grave excepto nuestro hogar y las casas ubicadas a la izquierda y derecha de la nuestra. ¿Qué sentirían ustedes al ver que sus vecinos no se expliquen cómo fue posible eso?
Nuestra ciudad no tuvo daños serios ni hubo lesionados, se reportó un saldo blanco e inmediatamente todo volvió casi a la normalidad: digo casi, porque todos nos sentimos transformados, la gente se saludaba con alegría, se abrazaba y todos fuimos un poco más amables los unos con los otros.
Algunos titulares nacionales dijeron que el huracán perdonó nuestra ciudad, que nuestras montañas lo detuvieron y mil cosas más. Esta semana llegarán investigadores y especialistas en el tema para estudiar el fenómeno y el “milagro mexicano”.
Nosotros seguiremos asistiendo a la iglesia cada domingo, seguiremos pagando diezmo, ayunando, “peleando” con el “otro barrio” por la limpieza del edificio, viendo quién dará de comer a los misioneros, levantando a los hijos para que vayan a seminario, cuidando a los bebés para que estén tranquilos en la reunión sacramental, seguiremos empacando comida, haciendo noches de hogar con palomitas y animando a las hermanas a hacer nuestras visitas. En fin, seguiremos haciendo lo que siempre hacemos pero esta vez con más amor, con más humildad pues nuestro testimonio ha sido fortalecido y nuestra fe recompensada.
«Por tanto, guárdate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; sino que las enseñarás a tus hijos y a los hijos de tus hijos.»
Deuteronomio 4:9
«Y porque ha hecho esto, ¿han cesado los milagros, mis queridos hermanos? He aquí, os digo que no; ni han cesado los ángeles de ministrar a los hijos de los hombres.»
Moroni 7:29