“No hay una sola forma de ser un Santo de los Últimos Días, todos podemos encontrar el lugar al que podemos pertenecer, todos somos hijos de Dios.”
Pensé que sabía exactamente cómo sería mi vida cuando tenía ocho años. Mi hermana, la que me lleva menos años de edad, se acaba de casar.
Ya había visto el mismo escenario con mis otros cuatro hermanos: Vas a la universidad, te casas, te gradúas, tienes hijos y luego te mudas a una pequeña ciudad. Vives con buenos vecinos que hacen cosas buenas por ti, y eso es todo.
Cuando comencé mi carrera universitaria, vi a tantas chicas seguir ese mismo camino que estuve segura de estar siguiendo el mismo sendero. Pero a medida que pasaba el tiempo y se acercaba mi graduación, comencé a darme cuenta de que mi vida no estaba resultando ser igual a la de los demás.
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Oficialmente me di cuenta de que no sería llevada a una ciudad pequeña y perfecta, a vivir con muy buenos vecinos que me saludarían mientras cuido de las flores del jardín delantero de mi nuevo hogar.
Entré en pánico.
Mi mente tenía muchas preguntas: “¿En dónde viviré? ¿Qué haré como carrera? ¿Cuál es mi lugar como mujer en la Iglesia, si no encajo en el único molde que conocí desde que crecí?”
Todavía no tengo todas las respuestas a esas preguntas, pero un evento de preguntas y respuestas del libro “A Place to Belong” fue una parada útil en mi camino de estudio y oración cuando comencé a darme cuenta de que SÍ hay un lugar para mí.
Un lugar al que puedes pertenecer
“A Place to Belong” es una recopilación de ensayos de mujeres modernas de los Santos de los Últimos Días, y, al mirar el panel de autores en el evento de preguntas y respuestas, vi mujeres que se parecían más o menos a las mujeres promedio de la Iglesia. No pensé demasiado en eso, hasta que comenzaron a compartir sus historias.
Mientras leían partes de sus ensayos, encontré partes de mí misma en sus historias. Nunca antes me había sentido tan vista como cuando Jenny Reeder dijo que tenía que “dormir en el piso de la lavandería durante las vacaciones familiares de Acción de Gracias porque [ella era] la única soltera de la familia”.
Esa fui yo el año pasado cuando nuestra casa familiar estaba repleta de gente.
Mi comprensión de cómo se ve una mujer Santo de los Últimos Días se expandió. Escuché historias de sobrevivientes de cáncer, de pensamientos suicidas y atracción hacia personas del mismo sexo.
Compartieron historias de maternidad, de profesión y de educación. Hubo historias de personas de Nueva York, Ghana y Francia. Todas tenían algo diferente, muy diferente, en ellas. Y todas pertenecían a la Iglesia.
Cuando llegamos a las preguntas del público, la coeditora Hollie Rhees Fluhman explicó la razón de la creación del libro. Su hija había tenido desafíos al encontrar su lugar en el evangelio, y Fluhman sabía que ella “necesitaba escuchar a muchas mujeres brillantes sobre cómo lidiar con su fe y los problemas de ser mujer”.
Cuando la gente ve que otras personas pasan por experiencias similares, saben que no están solas. Ese conocimiento trae fuerza. Esa noche sentí fortaleza cuando me di cuenta de que no era la única que no encajaba “en el molde” con el que crecí.
Fluhman continuó explicando que la mayoría de los ensayos fueron escritos específicamente para este libro. La coeditora Camille Fronk Olson dijo que buscaron personas de todo el mundo para incluir ensayos, “y el Señor nos bendijo con las personas que nos ayudaron a encontrarlas”.
No hay una sola forma de ser un Santo de los Últimos Días
Estas historias necesitaban ser contadas, y el camino estaba preparado.
“Cada ensayo que leo solo refuerza lo importante que es para nosotras tratar de conocer todo tipo de personas, que no hay una sola forma de ser un Santo de los Últimos Días. No hay una sola manera de ser una mujer Santo de los Últimos Días”, dijo Janeice Johnson, quien escribió el ensayo, “Nunca planeé ir a la Escuela de la Divinidad”.
Y aunque todos mis problemas no se resolvieron asistiendo a ese evento o leyendo los ensayos del libro, me fui con una perspectiva más tranquila y esperanzadora sobre mi lugar en la Iglesia.
Aunque mi vida no se ve igual a la de muchas de las mujeres que admiro, sé que estoy viviendo una vida buena en el camino que el Padre Celestial me ha trazado. Mi historia no es la historia de ellas. Y tampoco lo es la tuya.
No hay una sola manera de ser una mujer Santo de los Últimos Días, todos podemos encontrar el lugar al que podemos pertenecer, somos hijas de Dios, somos de inmenso valor.
Este artículo fue escrito originalmente por Sara Anderson y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “Finding My Place to Belong Even When Life Is Not Going According to Plan”