Cuando JR Johansen, un veterano de guerra, aceptó la invitación de crear retratos de misioneros que fallecieron durante su servicio, no pensó en la magnitud que tendría ni las vidas que tocaría con su arte.
Él llevó sanación a las familias en duelo y a sí mismo.
En su modesto estudio a las afueras de Huntsville, Utah, ha creado retratos de misioneros que perdieron la vida durante su servicio, sanando las heridas invisibles infligidas a las familias que experimentaron esta dolorosa pérdida.
También te puede interesar: “La historia detrás del misionero que no dejó que el COVID y el asma lo alejaran de la misión“
Johansen dio inicio a su proyecto de retratos de misioneros desde hace unos años, sin embargo, desde antes ha producido decenas de retratos de ancianos y hermanas fallecidos.
Con reverencia investiga y retrata a cada persona, y luego dona los cuadros realizados a sus familias.
Este es un arte con un significado mucho más profundo de lo que parece. Trae consuelo a las familias en duelo, suavizando el golpe de perder a un ser querido cuya partida a una misión estaba destinada a ser un periodo temporal de servicio a Dios.
Sanando las heridas de la guerra
Johansen conoce el dolor que trae la perdida de un ser querido. Sirviendo como soldado en Vietnam, Johansen conoció la muerte de primera mano.
El trauma de la guerra lo afectó. Él compartió que a pesar de tener el apoyo de su esposa, con la que se había sellado en el templo antes de salir a la guerra, y de sus hijos; todavía no sentía que había podido encontrar paz.
Siguiendo el consejo de su terapeuta, Johansen comenzó a pintar.
“Siempre tuve el deseo de poder hacer el bien de alguna manera con mi arte… Se me ocurrió la idea de pintar retratos de niños y donarlos a sus padres. Inicialmente comencé a pintar retratos de niños que tenían enfermedades terminales o que habían fallecido”.
Como mínimo, pensó que las pinturas eran un buen pasatiempo y que si a alguna familia le gustaba sería una alegría adicional.
“Con el paso del tiempo, me di cuenta de que los padres y las familias parecían estar muy contentos [con los retratos]”.
Una llamada inesperada
No pasó mucho tiempo antes de que llegara una solicitud inesperada:
“Recibí una llamada de una madre que había perdido a su hijo en la misión. Me preguntó si pintaba misioneros”.
Johansen aceptó pintar el retrato del fallecido élder Mason Bailey, un joven de Richfield, Utah, que había sido atropellado por un automóvil mientras servía en la Misión Estocolmo, Suecia.
Johansen pensó que sería la única vez que haría ese tipo de retratos.
Pero después de que mostró el retrato del élder Mason en una exposición de arte en Salt Lake City, una mujer se acercó a Johansen con otra solicitud de un retrato, esta vez de una misionera.
La sobrina de aquella mujer, la hermana Vanessa Ann Bentley, había fallecido en 2011 en un accidente automovilístico mientras prestaba servicio en Nueva York.
Entonces, a pesar de lo deteriorada que estaba su salud, Johansen comenzó con su segundo retrato misional.
“Durante ese tiempo mi salud decayó. Pensé que iba a morir. Ni siquiera terminé el retrato, pero se lo envié a la familia hasta donde había avanzado”.
La familia de la hermana Bentley quedó conmovida por el hermoso, aunque inacabado, retrato que luego enmarcaron y colgaron.
Poco después, Johansen fue hospitalizado, pero afortunadamente su salud mejoró, y luego las solicitudes de retratos misionales “se multiplicaron”.
Un nuevo comienzo
Las solicitudes vinieron de todas partes, de familias cuyos seres queridos habían fallecido recientemente y de personas que habían fallecido muchos años antes. Johansen aceptó todas y cada una.
Creaba un retrato para cualquier misionero fallecido. Incluso realizó un retrato de una persona que falleció en 1942, es el más antiguo que ha hecho, y se lo regaló al sobrino de aquella persona.
Más que un retrato
En una ocasión, Johansen puso su disco navideño favorito de David Archuleta y pronto se perdió en las pinceladas del retrato del élder Zane Lamping, un joven misionero de Moapa, Nevada, que falleció de manera repentina en el CCM de Sudáfrica.
Mientras el estribillo de “Noche de paz” se escuchaba en el estudio, Johansen se maravilló por la hermosa voz que armonizaba con la de Archuleta.
Pero luego, algo sucedió:
“Dejé de pintar porque sabía que David Archuleta no tenía a otras personas armonizando con él. Así que volví a escuchar la canción, pero esta vez no escuché la otra voz”.
Al sentir que algo especial había ocurrido, Johansen rápidamente le envió un mensaje de texto a la madre del élder Lamping y le preguntó: “¿Zane tiene algún interés en la música?”.
La madre de Zane lo llamó rápidamente.
“Me dijo que Zane cantaba en el coro de su barrio, en el coro de la escuela, y disfrutaba hacer la armonización en las canciones. Y eso cobró mucho sentido para mí”, expresó, su voz llena de emoción.
Paz
En Hunstsville, Johansen continúa trabajando tranquilamente en su pequeño estudio. Ha pintado niños, a los soldados que sirvieron con él en la guerra, entre otros a lo largo de los años, y probablemente hará más retratos.
Pero sobre todo, retratará misioneros.
“Hay algo especial en la experiencia que tengo al pintar [misioneros] que es diferente a cualquier otra experiencia… No comencé a pintar pensando que me convertiría en un gran artista, y aún no lo soy, pero hay una conexión que tengo con el misionero y con el Espíritu que pienso que es lo que me guía”.
Fuente: ldsliving.com