En noviembre de 2007, viajé a Tonga para cubrir la rededicación del Templo Nuku’alofa, Tonga.
Cuando llegué a la nación isleña del Pacífico, esperé en la fila y recibí un auto rentado y una licencia de conducir temporal de Tonga. La mujer me recomendó que manejara en el lado izquierdo de la carretera, en lugar del derecho. Ella me dijo que algunos caminos estarían sin asfaltar y que llovería con fuerza.
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“¿Puede brindarme un mapa, por favor?”, le pedí. Ella no tenía uno, pero me dio las direcciones necesarias para llegar. Me alejé del mostrador de alquiler de autos y me paré en medio del pequeño aeropuerto. Quería llorar.
“¿Qué estoy haciendo aquí?” Pensé.
En eso un hombre me dio la bienvenida a Tonga y se presentó. Era el presidente Eric B. Shumway, el nuevo Presidente del Templo.
Me miró a los ojos y me preguntó: “¿Alguna vez has oído la palabra ‘serendipia’?
No le respondí.
Las cosas en Tonga pueden no ir como se espera que vayan, me dijo. Pero si no te enojas, si tienes una buena actitud, si eres paciente, encontrarás tesoros inesperados y serán hermosos y maravillosos.
Las cosas en Tonga no sucedieron como lo esperaba. Mi habitación no tenía teléfono ni conexión a Internet. El edificio no tenía servicio a la habitación. El refrigerador al otro lado del pasillo comenzaba a sonar a las 3 de la mañana todas las noches. Fuera de mi habitación, rápidamente noté la ausencia de otras cosas. Había pocas señales de tráfico y no había restaurantes de comida rápida.
Pero encontré cosas mucho mejores. Los miembros me dejaban bananas afuera de mi habitación. Me ayudaron a usar la computadora de las oficinas administrativas de la Iglesia en el campus de la escuela secundaria de la Iglesia. Me invitaron a sus casas a cenar. Una noche asistí a una fiesta tradicional de Tonga en la playa. Comimos cerdo asado, pollo a la brasa, deliciosas frutas y jamón envuelto en algas.
Luego el grupo caminó hacia el agua para presenciar el bautismo de una madre y sus hijas. El Elder Sione M. Fineanganofo, un Setenta de Área en Tonga, estuvo a mi lado. “Tenemos todo en Tonga”, dijo, observando el bautismo.
Lo miré con sorpresa. Podía pensar en muchas cosas que creía que necesitaba pero no estaban disponibles para mí en Tonga.
“¿Qué?” dije yo.
“Somos bendecidos aquí en Tonga”, explicó. “Hay una capilla en casi todos las villas de Tonga. Tenemos un templo. Tenemos una misión. ¿Qué más necesitamos? Lo tenemos todo en Tonga.”
Este fue el momento serendipia que prometió el presidente Shumway, fue el momento en que aprendí el verdadero valor del Evangelio de Jesucristo para los fieles miembros de la Iglesia en Tonga y en todo el mundo.
Eso es lo que sé ahora que no sabía antes de visitar las “Islas de los amigos”. Empecé mi viaje en busca de un mapa de Nuku’alofa, y encontré algo mucho más grande: un mapa de la vida.
Yo también vivo en un lugar donde los misioneros enseñan el Evangelio de Jesucristo, donde aprendemos sobre el gran plan de felicidad en las capillas y en donde podemos acceder a las bendiciones de la eternidad en el templo.
La sabiduría del Elder Fineanganofo es parte de una rica herencia espiritual que comenzó en Tonga 50 años antes de que los misioneros Santos de los Últimos Días visitaran por primera vez la nación del Pacífico Sur en 1891.
Queriendo proteger su tierra de la colonización occidental en 1839, el rey cristiano de Tonga, George Tupou, ofreció una oración: “Oh, Dios Padre, te entrego mi tierra y mi gente y todas las generaciones de personas que me siguen. Los entrego a todos para que estén protegidos por el cielo.”
La leyenda tongana cuenta que el rey se agachó, tomó un poco de tierra y la lanzó al aire como un acto simbólico de entregar su tierra a Dios.
El significado del momento aún estaba presente cuando visité el paraíso del Pacífico Sur en el 2007. Es una filosofía que influyó en las vidas del Presidente Shumway, del Elder Fineanganofo y la de todos nosotros que, con los Santos de Tonga, entregamos nuestras vidas a Dios.
Al hacerlo, recibimos todo lo que necesitamos.
Este artículo fue escrito originalmente por Sarah Jane Weaver y fue publicado originalmente por churchnews.com bajo el título “The serendipitous moment that taught me the true value of the gospel of Jesus Christ”