Nuestra primera casa era una casa vieja, con el tipo de ventanas pasadas de moda que se levantaban y bajaban con una polea. Algunas de las poleas estaban rotas y las ventanas sólo podían sostenerse con una fuerte clavija de madera. Los anteriores propietarios de la casa habían puesto ventanas para tormentas en el exterior para protegerlas. Lograron que cada ventana fuera sólida y práctica, pero limpiarlas era una pesadilla.
Para hacer la tarea correctamente primero tenía que quitar todas las ventanas para tormentas y lavarlas aparte. Las que estaban en la polea no tenían ninguna inclinación para facilitar la limpieza, así que tenía que utilizar una escalera para llegar a la parte superior de los paneles en el interior, y una escalera de doce pies para el exterior. Había ocho lados de vidrio que necesitaban limpieza por cada ventana, y había catorce ventanas de la casa. Esto hace ciento doce lados de vidrio, además de subir y bajar las escaleras todo el día, y por supuesto, el retirar y volver a poner las ventanas para tormentas cuando estuvieran limpias. Me dolía el cuerpo de sólo pensarlo. Sí, me aterraba la tarea.
Durante los primeros años, no limpiaba muy bien las ventanas. Tal vez un par de chorros de aerosol limpiador en los paneles al interior de la cocina, o un poco de limpieza donde los perros pegaban sus hocicos en las ventanas de la sala de estar. Pero yo no podía soportar la idea de hacer el trabajo correctamente. Y no parecían tan sucias, de todos modos. Después de todo, todavía podía ver a través de ellas. Así que pospuse el trabajo año tras años.
Entonces, algo maravilloso sucedió, los discursos de la conferencia General estuvieron disponibles para escucharlos en línea. La Conferencia General es un acontecimiento bianual de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, donde el profeta y sus apóstoles y otras autoridades hablan a la gente. Los discursos se transmiten en vivo, y luego aparecen en revistas después de que la conferencia ha terminado. Durante la era de Internet, la iglesia se puso directamente al corriente y empezó a publicarlas en línea después de la conferencia. Todavía nos gustaba esperar a tener la versión impresa para leer y tomar notas, pero escucharlas una vez más en línea era verdaderamente una experiencia nueva e impresionante.
Coincidentemente, el año en que este increíble fenómeno en línea ocurrió, fue el año en que me di cuenta de lo sucias que se habían puesto mis ventanas. Todavía podía ver a través de ellas, pero había una ligera neblina gris obstruyendo mi visión. Pero una idea vino a mí, podría aprovechar la ocasión para escuchar los discursos de nuevo mientras limpiaba las ventanas. Balanceé la duración de cada sesión de limpieza con una o dos horas de discursos, asegurándome de que pudiera oír la conferencia desde cualquier lugar donde me pusiera a limpiar, en el exterior o interior.
Me sorprendió lo sucias que se habían puesto. Sin embargo, continué, confiando en las palabras del profeta y otros discursantes para reforzar mi determinación. Mientras trabajaba, me sentía como si tuviera mi propia mini conferencia. Esto hacía que el tiempo pase muy rápido.
Me tomó varios días terminar la limpieza en toda la casa. Cuando terminé, me puse de pie en medio de mi casa con las cortinas y persianas abiertas. El sol entraba a raudales y vi algo que nunca había visto antes. El mundo exterior se veía tan claro como si estuviera mirando a través de ventanas sin vidrios en absoluto. El jardín del vecino era hermoso, mi propio jardín se veía en un verde aterciopelado, y las aceras estaban brillantes. Todo parecía nuevo. Pero las únicas cosas que eran nuevas eran mis ventanas, mis ventanas limpias, y mi visión de la tarea que me las arreglé para terminar.
Nos acostumbramos al pecado.
A veces en la vida tenemos hábitos que pueden no ser los mejores para nosotros. Podemos luchar con las relaciones familiares, vicios adictivos que quitan tiempo y recursos valiosos, o podemos incluso tener una debilidad por ciertas distracciones que nos impiden hacer mejores cosas con nuestro tiempo. Todo el mundo se enfrenta a una situación como ésta de vez en cuando. Reconocemos que puede no ser lo mejor para nosotros, pero no estamos preparados para el desafío de alejarnos. Y al igual que mis ventanas sucias, el problema puede empeorar con el tiempo.
Nos volvemos miopes en cuanto al cielo y el futuro
Con los años, realmente pensaba que mis ventanas estaban lo suficientemente limpias, no podía ver lo sucias que estaban poniéndose. Recuerdo mirar afuera a veces y realmente no apreciaba la vista, sin darme cuenta de que era debido a la condición de las ventanas. Mi vecindario era bonito, pero yo no lo veía de esa manera. Cuando nos distraemos con nuestras propias tentaciones personales o pecados, nuestro punto de vista sobre la eternidad se bloquea. Incluso podemos dudar de las promesas de nuestro Salvador y nuestro valor para Él. Nos preguntamos si alguna vez podremos ver claramente de nuevo.
Nos sentimos intimidados por la tarea
Por lo general, es cuando estamos “muy en lo profundo” que nos vemos obligados a enfrentar nuestros problemas, pero ahí radica la perplejidad. Sentimos que no podemos hacerles frente. Pero la alternativa de vivir bajo la presión del pecado o ser un esclavo de nuestras tentaciones, es peor. Por suerte, esto a menudo nos lleva a ponernos de rodillas, cuando parece que nadie nos va a escuchar. Y de rodillas es cuando encontramos la fuerza para mantenernos erguidos.
Nos damos cuenta de que no podemos hacerlo solos
“Oh Jehová, oye mi oración; da oídos a mis súplicas. Respóndeme en tu fidelidad, en tu justicia” (Salmos 143:1). Hay algunas cosas que simplemente no podemos hacer solos, la superación de nuestro propio vicio personal es uno de ellos. Lo hemos visto tantas veces en las Escrituras, donde los hombres y mujeres de Dios se han puesto de rodillas para recibir orientación. Cristo mismo nos enseñó este patrón cuando dio Su gran oración intercesora en Juan capítulo 17. Es un patrón que se ha trazado desde el principio del tiempo. Y afortunadamente para nosotros, es un patrón eterno que no discrimina a nadie, no importa cuán fuerte sea la fascinación del vicio, no importa cuántas veces se imponga sobre nosotros.
Permitimos al Salvador caminar junto a nosotros
“Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán, me conducirán a tu santo monte y a tus morada” (Salmos 43:3). Para mí, escuchar las palabras de los profetas modernos, palabras que hacen eco del amor y del perdón que mi Salvador, Jesucristo, tiene para ofrecerme, me dio el coraje para enfrentar el desafío que no estaba dispuesta a enfrentar antes. Es cierto que tener las ventanas sucias no es un crimen contra la humanidad o la naturaleza, no me va a impedir la entrada de los cielos. Pero eran un obstáculo real en mi vida, algo que no estaba dispuesta a enfrentar sola. Y no tuve que hacerlo sola gracias a la tecnología moderna. Pero aún más importante, tuve la oportunidad de ver el simbolismo en este evento que duró una semana para ayudar a limpiar los vicios de mi propia vida, para que yo pudiera tener un corazón espiritualmente limpio de nuevo.
La tarea se convierte en luz
Nuestro Salvador nos ha aconsejado: “ Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30). Parece imposible que la tarea de tomar sobre nosotros otro yugo, incluso el del Salvador, pudiera hacer que nuestra propia carga se aligere, pero sí lo hace. Sé que para mí, mientras escuchaba el consejo de las autoridades generales, mi mente se distraía de la tarea de mi mano, mi alma se fortalecía. Con el tiempo, las ventanas estaban resplandecientes y yo estaba edificada por mis esfuerzos. Sé que esto es cierto también en asuntos espirituales. Cuando confiamos en el Salvador, verdaderamente confiamos, somos fortalecidos por Su eterno poder para sanar y salvar. Esto a su vez nos da la capacidad de ver el cielo más claro y saber que Su gloria prometida es algo que somos dignos de alcanzar simplemente porque nos ama lo suficiente como para ayudarnos en cada paso del camino.
Una renovación de los ojos espirituales
“Porque tras mucha tribulación vienen las bendiciones. Por tanto, viene el día en que seréis coronados con mucha gloria…” (Doctrina y Convenios 58:4). Cuando abrimos nuestros corazones al Señor, cuando permitimos que camine con nosotros y nos restaure a medida que trabajamos a través de nuestras pruebas, nuestros ojos se hacen puros de nuevo. Vemos claramente como lo hicimos una vez antes de que permitiéramos que el pecado y la tentación corrompieran nuestro espíritu. Vemos más lejos, incluso más allá de las pequeñas barreras de la vida, ya que vemos como Dios ve. Lo que más me gusta de este don, es que todos lo podemos recibir cuando lo necesitemos y las veces que lo necesitemos.
En nuestra nueva casa, las ventanas son mucho más fáciles de limpiar. No hace falta tomarse mucho tiempo. Pero empecé una tradición estando en la vieja casa, una que trato de mantener dos veces al año, limpiar las ventanas con las Autoridades Generales. Cada vez que lo hago, disfruto de los discursos de la conferencia de nuevo mientras trabajo. Y cada vez, mi espíritu queda más limpio de lo que las ventanas podrían quedar.
Acerca de Nanette ONeal
Nanette O’Neal ha sido miembro activo de La Iglesia de los Santos de los Últimos Días desde su conversión en 1989. Ella vive en New Jersey, es esposa, madre, escritora y música.