El 9 de junio de 1842, José Smith visitó a la Sociedad de Socorro y les habló nuevamente sobre su propósito:
“La Sociedad no solo existe para socorrer al pobre, sino también para salvar almas”.
Que las mujeres practicaran el servicio, las ayudó no solo a prepararse para brindar ayuda temporal. Tal como, coser camisas para los hombres que trabajaban en el templo. Asimismo, las preparó para su propia investidura del templo.
Recibieron este aprendizaje al elevarse unas a otras. Eliza R. Snow escribió lo siguiente sobre la Sociedad de Socorro de Nauvoo:
“Es una Orden, adaptada y diseñada / Para satisfacer las necesidades del cuerpo y de la mente— / Para buscar a los desdichados, en su larga morada— / Satisfacer sus necesidades y elevar su corazón a Dios”.
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José Smith observó a Emma mientras cuidaba a los enfermos, los huérfanos y las viudas, y los acogió en su hogar. Reconoció su naturaleza sagrada. Él enseñó a las mujeres de la Sociedad de Socorro:
“Al ir incrementando su bondad, dejen que se ensanche su corazón, hagan que se extienda hacia los demás”.
Esta magnificación se produjo solo a través de la asociación con Cristo.
José también sabía lo que el Señor le enseñó a Emma en la revelación de 1830, que al guardar Sus mandamientos, ella podría llegar a donde está el Señor, y que esto se aplica a todos.
En una reunión del 28 de abril de 1842, José Smith dijo:
“Ahora se encuentran en una situación en la que pueden actuar de acuerdo con esas simpatías que Dios ha plantado en su pecho.
Si viven según estos principios, ¡qué grande y glorioso! Si viven a la altura de su privilegio, no se puede impedir que los ángeles sean sus compañeros”.
Luego, José agregó:
“Las mujeres, si son puras e inocentes, pueden entrar a la presencia de Dios”.
Mientras las mujeres brindaban alivio, podían ayudar a Cristo y encontrar su propia salvación.
En una reunión, Emma habló sobre la “unión cada vez mayor de la Sociedad” basada en sus buenas obras.
Más tarde, la Sra. Chase “profetizó que, de ahora en adelante, si las hermanas son fieles, los dones del evangelio estarán con nosotros, especialmente el don de sanación”.
Incluso cuando Emma no estaba presente, las mujeres reconocían su ejemplo.
Elizabeth Durfee “testificó de la gran bendición que le fue administrada por la presidenta E. Smith y las consejeras Cleveland y Whitney tras la conclusión de la reunión anterior”.
Elizabeth consideró esta bendición como una experiencia significativa para promover la fe.
Al año siguiente, Dorothy Meacham comentó que “nuestra salvación dependía de nuestra liberalidad para con los pobres”, a lo que la consejera Elizabeth Ann respondió: “En esto conoceréis que sois mis discípulos”.
Una semana después, otra hermana Chase “fue testigo viviente de que Jesús de Nazaret sabía que había derramado su Espíritu sobre ella.
En la medida en que visitemos a los enfermos, seremos bendecidos, quiero hacer todo lo que pueda para aliviar sus necesidades”.
Aprendieron del ejemplo y las enseñanzas de Emma y testificaron de sus experiencias.
Quizás la forma más valiosa en que Emma y las mujeres de la Sociedad de Socorro salvaron almas fue a través del templo.
José visitó la reunión de mujeres el 31 de marzo de 1842 y explicó “que la Sociedad debe actuar según el antiguo sacerdocio”.
Dijo que esta “sociedad selecta” debía estar separada del mundo, que debía permanecer “virtuosa y santa”.
El profeta deseaba “hacer de esta Sociedad un reino de sacerdotes como en los días de Enoc, como en los días de Pablo”.
José Smith esperaba que las mujeres se dieran cuenta de “los privilegios, las bendiciones y los dones del sacerdocio”.
Emma, como presidenta de la Sociedad de Socorro y “dama elegida”, fue la primera en recibir la investidura del templo en septiembre de 1843.
Luego, se convirtió en la primera mujer en oficiar las ceremonias del templo y las transmitió a otras mujeres de la Sociedad de Socorro.
Siguiendo su precedente, Eliza R. Snow, Zina DH Young y Bathsheba Smith sirvieron simultáneamente como presidentas generales de la Sociedad de Socorro y obreras del templo.
La conexión sagrada entre la Sociedad de Socorro y el templo fue importante para preparar a las mujeres para comprender el sacerdocio en las ordenanzas del templo.
Parte de la preparación para el templo de las mujeres de la Sociedad de Socorro de Nauvoo fue la dignidad.
El Señor le enseñó a Emma en su revelación de 1830 a “andar por las sendas de la virtud”.
Emma, José Smith y John Taylor analizaron este concepto en la reunión de apertura de la Sociedad de Socorro.
José Smith señaló la importancia de “corregir la moral y fortalecer las virtudes de la comunidad femenina”, y John habló de Emma como un “modelo de virtud”.
Emma impuso estrictos requisitos para obtener membresía, similar a las organizaciones contemporáneas que se preocupaban por la pureza moral.
Ella quería que cada miembro “se despojara de todos los celos y sentimientos de maldad hacia los demás, si existían, para que su conducta fuera respetada”.
Ella les enseñó a las mujeres a “erradicar todo mal de su corazón”.
Emma se tomó su papel con seriedad para determinar si ciertas mujeres actuaban de manera apropiada.
A algunas no se les permitió unirse a la sociedad. En la última reunión, Emma “las exhortó a que limpiaran su corazón y sus oídos”.
La Sociedad de Socorro requería el arrepentimiento, que conducía a la salvación.
Esta es una traducción del extracto del libro “First: The Life and Faith of Emma Smith” de Jennifer Reeder que fue publicado en LDS Living con el título “Realizing the privileges and blessings and gifts of the priesthood: Emma Smith’s role in the early days of Relief Society”.