Nota del editor: Esta historia se compartió originalmente en LDSliving.
Mi hermana mayor, Robin, y yo a menudo éramos confundidas como gemelas. Tenemos otras tres hermanas que no se parecen en nada a nosotras (ni entre ellas), pero Robin y yo hasta teníamos la misma risa, la misma voz.
Además, éramos las únicas en nuestra familia con fibrosis quística. Esta enfermedad genética causa un daño severo en los pulmones, el sistema digestivo y otros órganos del cuerpo.
Cuidar del cuerpo es fundamental para vivir una larga vida, y Robin era mi guía en ese camino. Cada vez que me sentía mal, ella tenía el remedio perfecto.
Las personas con fibrosis quística suelen vivir experiencias muy diversas. Algunas optan por disfrutar al máximo cada momento, mientras que otras luchan incansablemente por prolongar su vida.
No hay realmente un punto intermedio. Robin fue una de esas personas que luchaban por eso. Me mostró que se puede vivir con paz y una actitud feliz gracias a Jesucristo y al Plan de Salvación.
Robin falleció cuando tenía 35 años.
Aunque ahora está del otro lado del velo, todavía siento que está cerca de mí, dándome la fuerza para seguir luchando.
La fibrosis quística es una enfermedad terrible, mi rutina médica es intensa, e incluye múltiples estancias de dos semanas en el hospital cada año.
No pude concebir hijos y mi dolor es frecuente y a menudo intenso.
La esperanza de vida de alguien con mi enfermedad es de unos 50 años.
Una noche me desperté con una pleuresía muy fuerte, que es cuando los pulmones están tan inflamados que cada respiración es extremadamente dolorosa.
Le pedí a mi esposo una bendición, y nunca olvidaré lo que dijo.
Él compartió que el Padre Celestial realmente me amaba, que era muy difícil para Él verme luchar y estar en dolor, y que le encantaría más que nada quitarme ese dolor.
Pero no podía hacerlo, esto era parte del plan; era una experiencia necesaria para mí.
Esa no era la respuesta que esperaba, quería que el dolor se fuera.
Pero sentí cómo la determinación volvía a mi alma. Si el Padre Celestial está conmigo y Él cree que puedo hacer esto, entonces puedo y puedo hacerlo bien.
Confío en que el Padre Celestial conoce el plan mejor que yo.
Sé de dónde vengo, sé a dónde iré cuando fallezca, y sé que todas las cosas pueden obrar juntas para mi bien, y eso me permite vivir con felicidad, propósito y paz.
En días o noches, cuando estoy realmente enferma, siento especialmente a Robin empujándome a seguir adelante, como siempre lo hizo.
Fuente: LDS Living