Hace algunos años, después de que Daniel C. Peterson publicara un artículo sobre las finanzas de la Iglesia en su blog, un ex Santo de los Últimos Días logró desviar la discusión, como suele suceder en estos casos, hacia la “condenablemente” y “malvada” expectativa bíblica y práctica del diezmo, un mandamiento que ha sido reafirmado en la revelación de los últimos días.
Él argumentaba que los Santos de los Últimos Días en realidad no son libres de elegir si diezman o no, porque si no son diezmadores íntegros, no serán considerados miembros en plena comunión de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Esto significa que no podrán entrar al templo, servir en la Iglesia y cosas por el estilo. Y, por supuesto, es verdad: ¿No eres un diezmador íntegro? No puedes sellarte en el templo, ser un líder en la Iglesia o servir en una misión.
Sin embargo, algo que olvidamos es que uno puede ser un diezmador íntegro sin pagar literalmente nada. Si no tienes ingresos, tu diezmo completo es cero. Y esto no es meramente teórico.
Como obispo de un barrio de solteros relativamente con escasos pobre hace algunos años, extendí una recomendación del templo a varios jóvenes que, en ese momento, no pagaban diezmo alguno y aun así eran diezmadores íntegros
¿No estás dispuesto a dar el diezmo de tus ingresos o, si no los tienes, a declararte como pagador de diezmo completo?
Entonces, es posible que no goces de las bendiciones prometidas específicas para el diezmo o del templo.
Como ocurre con todos los principios del evangelio, nunca se nos obliga a obedecer, es nuestra elección. Sin embargo, si decidimos no obedecer, no podemos esperar recibir las bendiciones que acompañan a la obediencia.
Existe una ley, irrevocablemente decretada en los cielos antes de la fundación de este mundo, sobre la cual se basan todas las bendiciones y cuando recibimos alguna bendición de Dios, es mediante la obediencia a esa ley sobre la cual se basa (Doctrina y Convenios 130:20-21).
En ultima instancia, el Señor no necesita nuestro dinero, pero nosotros lo necesitamos a Él, necesitamos todas las bendiciones que esté dispuestos a darnos.
El Señor nos da la certeza de que si damos el diezmo, estaremos bajo Su protección, y Él cuidará de nosotros en medio de las pruebas y tribulaciones.
El diezmo es una práctica que nace de la fe, de un deseo sincero, no solo fortalecemos nuestra relación con Dios, sino para que también experimentemos las increíbles bendiciones que vienen con ella, bendiciones realmente celestiales.
“El Señor no necesita tu diezmo, en lo que a Él respecta, pero tú lo necesitas para tu crecimiento, espiritual y temporal, para que se abran las ventanas de los cielos y se te dé el Espíritu del Dios viviente”. -Heber J. Grant
Fuente: Meridian Magazine