Es sorprendente cuán diferentes podemos ser en nuestros matrimonios.
Aquí algunas diferencias que he notado en parejas que conocemos y amamos:
- Por un lado, prefiere su trabajo y ella desea más tiempo en familia.
- Ella da explicaciones largas y él prefiere respuestas rápidas y directas.
- Por una parte, él se siente cómodo gastando de más, mientras ella prefiere guardar
- dinero.
- La mujer prefiere toma decisiones basadas en sus sentimientos, mientras él es extremadamente lógico.
- Él es muy cariñoso y ella es más reservada.
- Cuando ella empieza el día temprano y rápido, mientras que a él le gusta empezar despacio y trabajar hasta tarde.
- A él le encanta viajar y ella prefiere quedarse en casa.
- Ella prefiere el orden y él es más relajado.
- Cuando hay un desacuerdo, él lo enfrenta directamente, mientras ella prefiere evitar las confrontaciones.
- Ella toma decisiones basadas en lo que considera correcto, mientras él a veces solo quiere relajarse y disfrutar más de la vida.
- Él es directo y ella tiene sentimientos delicados.
- A ella le gusta estar a cargo de la familia y a él no le gusta que lo manden.
- Él quiere lo mejor de todo y ella se conforma con lo que simplemente funcione.
- Ella desconfía de la autoridad tradicional y él la respeta.
- Él ama el orden y ella disfruta de proyectos interminables que a menudo son caóticos.
- Ella prefiere comer saludable, mientras él prefiere la comida tradicional.
Muchas de estas diferencias provocan años de frustración, aislamiento, tensión e incluso llegan a causar divorcio. Nos preguntamos, ¿somos realmente malos eligiendo compañeros compatibles? Tal vez no prestamos atención a las señales de advertencia, o quizás ni siquiera sabemos qué buscar.
Existe otra posibilidad, sugerida por Daniel Wile, un estudioso y terapeuta de matrimonios:
“Cada relación potencial tiene su propio conjunto particular de problemas recurrentes e inescapables… Hay un valor, al elegir a una pareja a largo plazo, en darse cuenta de que inevitablemente estarás eligiendo un conjunto particular de problemas irresolubles con los que estarás lidiando durante los próximos diez, veinte o cincuenta años”. (Daniel B. Wile, 1988, pp. 12-13).
Wile señala que cada uno de nosotros tiene la oportunidad de elegir cómo afrontar nuestras diferencias irreconciliables. Podemos ser críticos, amargados y enojados. Podemos discutir sin fin. Podemos exigir que nuestra pareja cambie.
O, cuando nuestra pareja no cambie, podemos optar por el divorcio para escapar de esos problemas molestos.
El problema con el divorcio es que, al elegir iniciar otra relación, también estaremos eligiendo un nuevo conjunto de “problemas recurrentes e inescapables”. Puede que tome un tiempo descubrir los problemas en la nueva relación, pero estarán allí y con el tiempo se volverán irritantes.
¿Cuál es la solución?
Para entender la solución a nuestras diferencias molestas, debemos comprender los propósitos de Dios en el matrimonio y en la vida mortal.
Nuestro Padre quiere que crezcamos. La vida mortal no es vivir tranquilamente en un lugar perfecto.
La mortalidad está específicamente diseñada para desafiarnos. La vida nos plantea preguntas: ¿Cómo enfrentarás a personas que son diferentes de ti? ¿Valorarás a las personas tanto como a tus propias preferencias? ¿Aprenderás a adaptarte, a acomodarte y a negociar?
No hay lugar donde esta lucha sea más intensa y constante que en la convivencia profunda del matrimonio.
El especialista en relaciones matrimoniales, Carlfred Broderick, habló sobre cómo los Santos de los Últimos Días solemos representar el matrimonio.
En nuestra juventud, idealizamos a una pareja encantadora y a sus hijos adorables vestidos de blanco, exaltando las promesas celestiales: ¡amor, alegría y bondad! Sin embargo, Broderick cuestionó esta visión.
Señaló que, si creemos que el evangelio garantiza familias felices, estamos malinterpretando los propósitos de Dios.
El evangelio no promete relaciones siempre armoniosas y amorosas, sino que ofrece recursos para afrontar los desafíos cuando surgen en las relaciones.
Dios no está listo para que nos jubilemos.
Nos está desafiando a aprender a amar a través de nuestras diferencias. Es fácil amar a quienes son como nosotros y a quienes vemos solo ocasionalmente.
Pero amar a alguien que trabaja hasta tarde, es defensivo y gasta dinero innecesariamente, ¡es una oportunidad de crecimiento! Especialmente cuando lo ves todos los días.
¿Ofreceremos compasión en lugar de juzgarlos? ¿Entenderemos y apreciaremos sus preferencias? ¿Valoraremos a la persona incluso cuando esté molesta? ¿Buscaremos soluciones que respeten las preferencias de ambos?
Esa es la prueba que Dios nos ha puesto por delante.
Fuente: Meridian Magazine