Cuando recibes un llamamiento de liderazgo: ¿felicitaciones o condolencias?

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Nota de editor: Este artículo es una adaptación de la experiencia personal de Jeanette Goates Smith.

Hace poco, mi esposo, Bret, fue llamado a servir como presidente de nuestra estaca. Tiene 65 años y ya ha servido como presidente de misión, obispo (dos veces), presidente de rama, en una presidencia de estaca, entre muchos otros llamamientos. 

Un llamado sorpresivo ya que, como nosotros comentamos entre risas: “ya ​​había pasado su fecha de vencimiento”. Y es que la tendencia en los últimos años es asignar a hombres más jóvenes para ocupar estas funciones de mayor liderazgo.

Sin embargo, nadie se molestó en hablar de la edad de Bret, ni siquiera en broma. Goza de una excelente salud y es físicamente activo. Pero, por otro lado, sí oímos una diversidad de comentarios que despertaron algunas reflexiones en mí. 

Desde estruendosas felicitaciones hasta “sinceras condolencias” produjo este nuevo llamamiento.

Al meditar sobre estas respuestas, recuerdo haberles expresado el mismo sentimiento a unos amigos que fueron llamados a ocupar asignaciones de mayor responsabilidad. Pero no consideré las consecuencias de esa actitud hasta hoy, tras varias décadas en la Iglesia.

Dios ama al dador alegre

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Dios ve nuestros corazones al servirle. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Cuando ofrecemos nuestras “condolencias” al que recibe un llamamiento, insinuamos que algo malo ha sucedido. Es una expresión que usamos cuando alguien ha perdido a un ser querido. Es lo que decimos cuando sentimos el dolor de otra persona. 

Dar nuestras condolencias cuando somos llamados a servir en la Iglesia implica que aceptar un llamamiento es una carga. ¿Cómo puede alguien comenzar el servicio religioso con entusiasmo y alegría cuando se le dice que merece compasión por aceptar su esfuerzo?

Piense en lo que sucedería en toda la Iglesia si la gente se sumara a la tendencia de que “los llamamientos son una carga” y comenzara a negarlos y rechazarlos. La obra del Señor se vería seriamente obstaculizada. 

El Señor ha diseñado su Iglesia restaurada para que sea dirigida con un corazón sincero y dispuesto. Este plan beneficia a quienes prestan voluntariamente su tiempo y talentos y a quienes lo reciben.

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En cada sostenimiento, prometemos apoyar a nuestros líderes. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

En Doctrina y Convenios 4:2, leemos que si somos llamados a la obra, debemos servir con nuestro poder, mente, corazón y fuerza para que podamos presentarnos sin culpa ante Dios en el último día. 

Imagínense cómo se siente el Señor cuando le servimos con la actitud de que nuestro llamamiento es una carga. Tal vez estemos dando una ofrenda, pero lo estamos dando de mala gana. Piensen en cómo se sentirían si reciben un regalo por mero compromiso. 

Probablemente, preferirían no haber recibido ese regalo en absoluto. Las ofrendas que damos al Señor mediante nuestro servicio deben ser entregadas con pleno propósito de corazón. Queremos que salgan con un espíritu de amor, no de rencor.

No es un ascenso o recompensa

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La Iglesia no es una empresa para buscar ‘escalar’. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

El otro sentimiento que se suele expresar cuando alguien recibe un llamamiento parece mucho más apropiado que las condolencias; sin embargo, aun así puede ser engañoso. 

“Felicitaciones” implica que de alguna manera nos hemos ganado un honor. Suena como si hubiéramos ganado un concurso o una competición deportiva. 

Felicitamos a alguien cuando se gradúa de la universidad. Felicitamos a alguien cuando se casa o tiene un bebé. Estos son logros que merecen reconocimiento.

Ahora bien, la idea de que el llamado a un puesto de liderazgo en la Iglesia amerita felicitaciones puede provenir de la idea de que los líderes deben ser dignos para poder servir. La persona que ofrece este saludo puede creer que el nuevo líder “se ganó” su puesto por su obediencia. 

Los líderes no “se ganan” sus llamamientos, ni compiten por ellos. Por lo tanto, las felicitaciones pueden ser un saludo anticuado.

Gratitud, el mayor reconocimiento

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Un simple “gracias” puede cambiar todo el día de una persona. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Entre la multitud de reacciones al llamamiento, una de mis amigas de nuestro barrio respondió de una manera que me conmovió el corazón. Especialmente porque no habíamos asistido a nuestro barrio durante 8 años por otras asignaciones. 

Mi amiga sabía que nos habíamos sacrificado para servir y que seguiríamos haciéndolo. Cuando se enteró de que Bret serviría como presidente de estaca y que podría hacerlo hasta los 75 años, pensó que sería apropiado decirle: “Gracias”. 

Sinceramente, con las manos sobre el corazón, expresó: 

“Muchas gracias por estar dispuesto a servir. Hemos sido muy bendecidos por su servicio en el pasado y estamos muy agradecidos de que todavía esté dispuesto a servir”.

¡Por supuesto que estamos dispuestos a servir! Hace casi 70 años, Bret y yo efectuamos una promesa inquebrantable de que entregaríamos todo a nuestra disposición para ayudar en la obra del Señor. 

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Prometimos ser representantes del Buen Pastor. The Gentle Shepherd, by Youngsung Kim

Al bautizarnos, hicimos un convenio de que tomaríamos sobre nosotros el nombre de Cristo, de que siempre lo recordaríamos (Moroni 4:3). Hicimos convenio de que lloraríamos con los que lloran y consolaríamos a los que necesitan de consuelo, de que seríamos testigos de Dios en todo tiempo y en todo lugar (Mosíah 18:9). 

Nunca hubo duda de que serviríamos dondequiera que el Señor necesitara que lo hiciéramos. Nos conmueve cuando los miembros nos agradecen por estar dispuestos a servir. Sin embargo, diariamente damos gracias al Señor por tener la capacidad de trabajar en Su obra. 

Porque no hay nada más satisfactorio en esta vida que traer almas a Cristo.

Fuente: Meridian Magazine

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