Abres tus ojos, miras tu celular, son casi las 08:00 de la mañana, hay un día completo por delante… pero solo sientes un profundo vacío.
Revisas tu correo y todavía no recibes ninguna respuesta de las más de 10 postulaciones de la semana. Han transcurrido 3 meses y los ahorros empiezan a agotarse. Y aunque tus amigos te incluyen en sus planes para salir y distraerse, necesitas reducir tus gastos y permaneces en la soledad de tu habitación.
O quizá ese desaliento proviene del dolor. De saber que la persona que proyectabas como tu compañía eterna ya no volverá. De querer darle los buenos días, pero no tenerla más en tus contactos. Porque ya no son más que un par de extraños.
O tal vez a ti sí te gustaría levantarte de tu cama, pero te encuentras postrado en la cama de un hospital. Ya has dejado de contar las semanas que llevas allí. Sin poder disfrutar de una puesta de sol, de una gota de lluvia o tan solo la brisa nocturna.
“¿Por qué me has desamparado?”
Si bien el inicio de otro año debería ayudarte a pensar en nuevos comienzos, han sido tantas las decepciones que ningún acontecimiento te conmueve. Ni la Navidad, ni el Año Nuevo, ni tu cumpleaños… pero hay un evento que, aunque ocurrió hace miles de años atrás, es capaz de cambiar tu presente para siempre.
Y sí, probablemente ya sabes de qué te estoy hablando. Lo has escuchado y leído en diferentes clases o discursos, y aunque testificas de la veracidad de este acontecimiento, te cuesta entender cómo puede realmente aliviar tu dolor.
Porque has escuchado que Jesucristo entiende a la perfección nuestros pesares, pero te preguntas en qué capítulo de la Biblia se narra Su búsqueda infructífera de empleo, la superación de un amor no correspondido o Su batalla contra una enfermedad crónica y degenerativa.
Sobre la Expiación de Jesucristo, el élder James E. Faust, quien fue miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, compartió:
“Se trata del acto más trascendente que haya ocurrido jamás, pero a la vez es el más difícil de comprender”.
Cuando el dolor te invade y estás sumido en el estado terrenal más bajo que podría existir, asimilar la magnitud infinita de un evento con una naturaleza celestial podría ser una tarea abrumadora.
Pero así como el Padre no desamparó a Su Hijo durante la máxima agonía en la cruz, así tampoco nos va a permitir atravesar esta jornada en soledad. Porque, aunque te cuesta entenderlo, Cristo ya lo sufrió por ti.
Y como no hay mayor testimonio del poder e impacto de la Expiación de Jesucristo en nuestra vida que las revelaciones divinas que han derramado Sus siervos escogidos en los tiempos modernos, hoy te compartimos 5 lecciones que podrían cambiar tu perspectiva sobre la sanación que ofrece el sacrificio de nuestro Salvador.
Experiencia de crecimiento
En un mensaje dirigido a los alumnos de Brigham Young University (BYU), el élder James E. Faust enseñó sobre las bendiciones de la adversidad:
“¿Por qué la adversidad es a menudo tan buena maestra? ¿Por qué la adversidad enseña tantas cosas? A menudo, en circunstancias difíciles nos vemos obligados a aprender disciplina y a trabajar.
“En circunstancias que suelen ser desagradables, también podemos estar sujetos a un azote, un pulido y un arrebato que no se puede obtener de otra manera.
“En la vida, todos tenemos nuestro Getsemaní. Un Getsemaní es una experiencia necesaria, una experiencia de crecimiento. Un Getsemaní es un momento para acercarse a Dios, un momento de profunda angustia y sufrimiento.
“El Getsemaní del Salvador fue sin duda el mayor sufrimiento que jamás haya sufrido la humanidad, pero de Él surgió el mayor bien en la promesa de la vida eterna”.
Hacedores de milagros
Por su parte, el élder David A. Bednar nos recordó que mediante nuestras experiencias más dolorosas, podemos desarrollar poderes sin precedentes con Cristo:
“El poder habilitador de la Expiación de Cristo nos fortalece para hacer cosas que nunca podríamos hacer por nuestra cuenta.
“A veces me pregunto si en el mundo de comodidad de nuestros últimos días, alguna vez aprendemos a reconocer nuestra dependencia diaria del poder habilitador de la Expiación.
“Las lecciones más importantes que he aprendido acerca del poder habilitador provienen del ejemplo silencioso de mi esposa en nuestro propio hogar. La vi perseverar a través de intensas y continuas náuseas y vómitos matutinos durante cada uno de sus 3 embarazos.
“Literalmente estuvo enferma todo el día, todos los días, durante 8 meses con cada embarazo. Ese desafío nunca desapareció, pero juntos oramos para que fuera fortalecida, y fue bendecida mediante el poder habilitador de la Expiación para hacer físicamente lo que con su propio poder no podía hacer”.
Aprendiendo a ser compasivos
Los dolores y amarguras de este mundo, como exhorta el élder Joseph B. Wirthlin, no solo pueden ser una experiencia de crecimiento personal, sino que también nos van a ayudar a desarrollar una empatía inigualable hacia el prójimo:
“Debido a que Jesucristo sufrió intensamente, Él comprende nuestro sufrimiento, comprende nuestro dolor. Experimentamos situaciones difíciles para que también tengamos mayor compasión y comprensión hacia los demás.
“Recuerden las palabras sublimes del Salvador al profeta José Smith cuando este sufría con sus compañeros en la agobiante oscuridad de la cárcel de Liberty:
‘Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento; y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos’ (Doctrina y Convenios 121:7–8).
“Con esa perspectiva eterna, esas palabras consolaron a José, y también pueden consolarnos a nosotros. A veces, los momentos que parecen abrumarnos de sufrimiento son los que, a la larga, nos permitirán triunfar”.
Con Cristo, no hay más culpa
El élder Boyd K. Packer, por otro lado, nos explica que la Expiación también puede borrar esos sentimientos negativos que nos impiden avanzar. Las aflicciones no son un castigo que te eximen de Su amor; por el contrario, te ayudan a comprenderlo:
“Hoy me dirijo a los que pueden estar perdidos y están buscando esa luz que los guíe de regreso.
“No importa cuáles hayan sido nuestras transgresiones ni cuánto hayamos lastimado a otras personas, toda esa culpa se puede eliminar.
“Esa es la promesa del evangelio de Jesucristo y de la Expiación: tomar a quienquiera que venga, a quienquiera que se una, y hacerlo pasar por una experiencia tal que al finalizar su vida pueda atravesar el velo habiéndose arrepentido de sus pecados y habiendo quedado limpio mediante la sangre de Cristo.
“Eso es lo que hacen los Santos de los Últimos Días por el mundo; esa es la luz que ofrecemos a los que están en la oscuridad y han perdido el camino. A dondequiera que vayan, nuestro mensaje es uno de fe y de esperanza en el Salvador Jesucristo”.
Entrégate al Maestro Sanador
Finalmente, el presidente Jeffrey R. Holland nos derrama su poderoso testimonio de que podemos encontrar la mano del Salvador incluso en medio del desconsuelo. El Padre así pone a prueba nuestra fe, y nosotros ponemos a prueba Su misericordia:
“Dios no hace ahora ni hará jamás con ustedes algo destructivo, malicioso e injusto. Jamás. Dios es completamente bueno, y todo lo que Él hace es para nuestro bien. Dios no se queda despierto por las noches tratando de encontrar maneras de decepcionarnos, dañarnos ni destruir nuestros sueños o nuestra fe.
“Así que cuando estén siendo golpeados con el yunque de la adversidad, cuando su alma esté siendo refinada con lecciones severas que quizás no se puedan aprender de ninguna otra manera, no salgan corriendo.
“No abandonen el barco. No agiten el puño contra Dios. Por favor, permanezcan con la única ayuda y fortaleza que puede ayudarlos en ese momento doloroso. Cuando tropiecen en la carrera de la vida, no se alejen del Médico que está allí para tratar sus lesiones, levantarlos y ayudarlos a terminar el recorrido.
“Cuando la vida parezca ser desgarradora, trágica y llena de dolor tras otro, cuyo significado y respuestas no pueden entender, les pido, como lo hizo Alma, que tengan ‘esperanza en cosas que no se ven, [pero] que son verdaderas’”.
Jesucristo no necesitaba enfrentar directamente la tortura del desempleo, el llanto del desamor o el abatimiento de la enfermedad para entender nuestra angustia. Porque el dolor de la Expiación no se limitó al sufrimiento físico que lo condujo a sangrar por cada poro.
Su sacrificio traspasó las barreras de la mortalidad, alcanzando también un nivel emocional infinito y puro:
“Y Sus debilidades tomará Él sobre sí, para que Sus entrañas sean llenas de misericordia, a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los de Su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos” (Alma 7:12).
Al culminar un año en el que la aflicción y el pesar reinaron en tu interior, permítele al Salvador acompañarte en ese dolor. Hará milagros en ti, borrará la culpa, te llenará de compasión y sanará tu alma.
Esa es la promesa que comparten Sus siervos escogidos. Porque Dios siempre cumple Sus promesas. Siempre.
Video relacionado
@masfe.org No tengas miedo de volver a empezar, que Dios siempre provee para Sus hijos cuando ellos se esfuerzan. #empezar #miedo #esfuerzo #motivacion #sud #nontengasmiedo