El popular canto infantil “Hazlo conmigo”, que durante años ha ayudado a los niños de la Primaria de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días a liberar sus energías antes de comenzar las clases, guarda un detalle curioso: nadie sabe quién lo escribió.
Lo que parece un dato menor representa, en realidad, uno de los grandes desafíos del nuevo himnario mundial “Himnos — Para el hogar y la Iglesia”: los derechos de autor.
Un himnario con todos los permisos

En la Semana de la educación de Brigham Young University (BYU), David Channer, abogado adjunto de la Oficina de Asuntos Legales de la Iglesia, explicó que la institución solo incluirá himnos cuando posea el “paquete completo” de derechos:
“Debemos tener la posibilidad de imprimir, modificar, grabar y traducir cada himno. Si no conseguimos todos esos permisos, simplemente no se incluirá”.
Esto significa que himnos tradicionales muy queridos podrían quedar fuera del libro final si no se logra asegurar su uso libre y global.
El caso de “Hazlo conmigo” es aún más complejo: al figurar como “anónimo” en el cancionero, no hay manera de ubicar al autor ni pedir autorización.
También ocurre con himnos como «¡Grande eres Tú!», que solo contaban con permisos impresos en 1985. Con la llegada de internet, la Iglesia necesitó nuevos acuerdos para versiones digitales, transmisiones y grabaciones.
Un proyecto global desde 2018

La Primera Presidencia anunció la creación del nuevo himnario en 2018. Desde entonces, se han publicado digitalmente 48 himnos en cuatro entregas, y la versión impresa contará con unas 375 selecciones.
En total, la Iglesia recibió más de 17,000 propuestas de compositores que cedieron sus derechos al participar. Sin embargo, el desafío real está en los himnos tradicionales que aún no entran al dominio público.

Bajo la ley estadounidense, solo las canciones publicadas antes de 1930 pueden usarse libremente; cada año se suman nuevas, pero el panorama varía según el país, con plazos de hasta 120 años.
El trabajo legal detrás de cada himno demuestra que el proyecto no es solo una recopilación de cantos, sino una labor mundial que une fe, tradición y normas internacionales.
Lo que parece tan simple como cantar “Hazlo conmigo” en una clase de la Primaria es, en realidad, parte de un gran esfuerzo para que millones de Santos de los Últimos Días en todo el mundo puedan entonar las mismas melodías, en el mismo orden y con el mismo espíritu.
Fuente: Deseret News
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