En su más reciente publicación en Instagram, el presidente Russell M. Nelson, presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, recordó que los discípulos de Jesucristo están llamados a liderar el camino como pacificadores. En un mundo donde la crítica, el juicio y la división se han vuelto tan comunes, su mensaje resalta la necesidad de que la caridad se convierta en parte esencial de nuestra naturaleza.
El presidente Nelson explicó que, cuando dejamos que la caridad habite en nuestro corazón, perdemos el impulso de menospreciar a los demás.
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Dejamos de juzgar y comenzamos a ver a las personas como realmente son: hijos e hijas de Dios con un valor infinito. Esta caridad no se limita a quienes nos resultan fáciles de amar; se extiende también a aquellos con quienes tenemos diferencias o con quienes nos cuesta relacionarnos.
El líder de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días invitó a orar con fervor para que nuestro Padre Celestial nos bendiga con este don divino.
Lo más importante de la caridad

La caridad, recordó, no se logra únicamente con esfuerzo humano: es un regalo celestial que transforma corazones y nos ayuda a vivir más plenamente el evangelio.
Al hablar de la importancia de la paz, el presidente Nelson dirigió nuestra mirada hacia el Salvador. Jesucristo es el Príncipe de Paz, y Su vida es el ejemplo perfecto de cómo tratar a los demás con compasión, respeto y amor verdadero. Seguirlo significa tender la mano en vez de levantar barreras, reconciliar en lugar de dividir, y actuar con bondad aun en medio de la confrontación.

Este recordatorio llega en un tiempo en el que el mundo necesita urgentemente voces que promuevan la paz. Como seguidores de Cristo, tenemos la responsabilidad de reflejar Su amor en nuestras acciones diarias: en el hogar, en el trabajo, en la comunidad y también en lo que compartimos en las redes sociales. Cada palabra de aliento, cada gesto de bondad y cada acto de paciencia puede marcar la diferencia.
El presidente Nelson nos recuerda que ser pacificadores no es opcional, sino parte esencial de nuestro discipulado. Con corazones llenos de caridad podemos contribuir a sanar heridas, a fortalecer la unidad y a traer más luz al mundo.
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