En la fe de los Santos de los Últimos Días, todos los hijos espirituales de Dios, ustedes, yo y miles de millones de personas, somos considerados hermanos y hermanas espirituales.

Esto incluye no solo a los seres humanos que habitan la Tierra, sino también a Jesucristo, nuestro Salvador, y a Lucifer, quien se rebeló contra Dios y se convirtió en el adversario de la humanidad.

Para muchos cristianos esta idea puede parecer sorprendente o incluso polémica: ¿cómo es posible que el Salvador perfecto y Satanás sean considerados “hermanos espirituales”?

Aquí hablaremos más al respecto, poniendo esta creencia en contexto y explicando lo que realmente significa desde la perspectiva de la teología Santos de los Últimos Días.

Los Santos de los Últimos Días creen en la preexistencia, la existencia de nuestras almas antes de nacer en la Tierra (DyC 93:29-30). Antes de recibir un cuerpo físico, todos fuimos hijos espirituales de Dios y participamos en Su plan para nuestra felicidad y progreso eterno.

En ese tiempo, Dios presentó Su plan: cada hijo tendría la libertad de elegir entre el bien y el mal, y mediante estas decisiones aprenderíamos, creceríamos y regresaríamos a Su presencia. Sin embargo, se reconocía que los errores y los pecados serían inevitables. Por ello, se necesitaba un Salvador que redimiera a la humanidad.

Durante esa etapa premortal, dos hijos espirituales se ofrecieron para cumplir un papel clave en el plan de Dios: Jesucristo y Lucifer (Abraham 3:25-27; Doctrina y Convenios 76:25-27). Cristo aceptó con humildad y obediencia, diciendo:

“Hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para siempre”.

la caída de satanas
Jesús y Lucifer son considerados hermanos espirituales en el sentido de que ambos fueron creados por Dios. Fuente: Internet

Lucifer, por el contrario, propuso un plan para eliminar la libertad de elección, garantizando que todos recibirían vida eterna, pero al costo de usurpar el trono de Dios y controlar a la humanidad. Este plan fue rechazado, y Lucifer se rebeló, llevando consigo a otros hijos y hijas espirituales a su causa.

Desde entonces, se le conoce como Satanás, el adversario, y continúa tentando y engañando a la humanidad hasta nuestros días (Apocalipsis 12:7-9; Isaías 14:12; Doctrina y Convenios 76:25-27).

Así, Jesús y Lucifer son considerados hermanos espirituales en el sentido de que ambos fueron creados por Dios y participaron de la preexistencia, pero esta relación no disminuye la divinidad de Cristo ni justifica la maldad de Satanás.

Para los Santos de los Últimos Días, el hecho de que Cristo sea nuestro hermano espiritual se complementa con Su rol como Salvador y Redentor, y, tras aceptar Su evangelio, Él llega a ser nuestro Padre del convenio, engendrando espiritualmente a Sus hijos mediante la fe y la obediencia (Mosíah 5:7-8).

Jesús mismo enseñó que la verdadera familia no se limita a la sangre o a la preexistencia. Imagen: Masfe.org

De esta manera, nuestra relación con Cristo va mucho más allá de un parentesco espiritual: implica guía, protección y la oportunidad de alcanzar la vida eterna.

Jesús mismo enseñó que la verdadera familia no se limita a la sangre o a la preexistencia:

“Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana y madre”. (Mateo 12:50)

En otras palabras, nuestra verdadera conexión con Él y con Dios depende de nuestra obediencia y fe, no solo de un vínculo de creación. Por ello, Satanás, aunque técnicamente hermano espiritual, está completamente separado de Cristo en propósito y carácter, siendo el enemigo declarado de toda obra buena.

lucifer
«Satan Being Cast Out», Pintura: Carl Heinrich Bloch

Esta perspectiva ofrece una visión más profunda de la naturaleza de Dios, la preexistencia y el Plan de Salvación. Nos recuerda que todos somos parte de una gran familia espiritual, pero que la verdadera importancia radica en elegir seguir a Cristo y Su evangelio.

Entender la relación entre Jesucristo y Lucifer nos ayuda a contextualizar la existencia del mal y el valor del albedrío, y a apreciar la infinita misericordia y sacrificio de nuestro Salvador.

Para aquellos que deseen profundizar aún más, el tema abre debates sobre la relación entre Creador y creación, la naturaleza de Cristo como Hijo de Dios, y la eterna lucha entre el bien y el mal.

Estos conceptos son complejos, pero comprenderlos fortalece nuestra fe y nuestra comprensión del propósito de la vida.

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