Pregunta

¿Cuál es el propósito de la oración? ¿Realmente influimos en la voluntad de Dios y en el resultado de una situación, o se trata más bien de alinear nuestra voluntad con la suya?

Respuesta

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¿Puede la oración alterar la voluntad de Dios? Imagen: Canva

La oración ha sido considerada a lo largo de los siglos como un recurso central en la religión. Sin embargo, su propósito sigue siendo tema de debate: ¿sirve para alterar la voluntad de Dios o más bien para transformar a quien la practica?

En la tradición de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, la enseñanza es directa. La oración no es una fórmula mágica para imponer deseos personales. Su función está en moldear al creyente, alinear su voluntad con la de Dios y abrir el acceso a bendiciones que ya existen, pero que requieren ser pedidas conscientemente.

 En palabras de líderes de la fe, “el objeto de la oración no es cambiar la voluntad de Dios, sino asegurar para nosotros y para otros bendiciones que Él ya está dispuesto a dar, pero que se hacen condicionales al pedirlas”.

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Nos abre camino a las bendiciones que ya existen. Imagen: Canva

El modelo proviene del Nuevo Testamento: dirigirse al Padre Celestial, agradecer, presentar peticiones y concluir en el nombre de Jesucristo. Este patrón se mantiene hasta la actualidad y fue resaltado por teólogos de los primeros siglos como Orígenes y Eusebio, quienes reconocieron que la oración cristiana debía ir dirigida a Dios por medio de Cristo.

En este marco, la oración cumple varias funciones. Es una herramienta de crecimiento personal, porque ayuda a desarrollar fe, humildad y obediencia. Es también una manera de aprender a aceptar la voluntad divina, incluso cuando las respuestas no llegan en el tiempo o en la forma esperada.

 Además, se sostiene que ciertas bendiciones dependen de la petición explícita: Dios no actúa por encima de la agencia humana y espera un acto de deseo consciente.

Finalmente, se entiende como un ejercicio de cooperación: orar no implica delegar toda acción en lo divino, sino hacer la parte propia y pedir ayuda para lo que está fuera de control.

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La oración es una herramienta de crecimiento personal. Imagen: Canva

Aunque el sentido de la oración parece claro, su práctica cotidiana presenta desafíos. Muchas personas luchan contra distracciones, repeticiones automáticas o falta de concentración.

Para contrarrestar esto, se sugieren cambios simples: orar en voz alta para mantener la atención, preparar la mente antes de empezar, ser específicos en lo que se pide o agradecer con detalle. 

También se recomienda adoptar posturas que refuercen la reverencia, como arrodillarse, y reservar momentos de silencio para escuchar posibles impresiones espirituales.

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Orar no implica delegar toda acción en las manos de Dios. Imagen: Canva

Otras prácticas buscan dar variedad y profundidad a la experiencia. Algunos optan por oraciones dedicadas solo a agradecer, lo que ayuda a reconocer bendiciones pasadas.

Otros escriben sus oraciones en diarios personales, especialmente en tiempos de ayuno o necesidad, lo que permite reflexionar con mayor claridad. También se sugiere meditar previamente, para que las peticiones se orienten a lo realmente esencial.

La pregunta inevitable es qué ocurre cuando parece no haber respuesta. La enseñanza oficial indica que Dios responde de diferentes maneras: a veces de inmediato, otras con una alternativa distinta y, en muchos casos, con silencio. 

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¿Qué se puede hacer cuando parece no haber respuesta? Imagen: Canva

Ese silencio no se interpreta como abandono, sino como un periodo de crecimiento. Según el élder Richard G. Scott, las respuestas suelen llegar en momentos tranquilos, cuando el creyente reflexiona, y no necesariamente durante la oración misma. En ocasiones, Dios permite largos intervalos sin respuesta directa para fortalecer la fe y la capacidad de decidir.

El impacto de la oración también se observa en la vida familiar. Los padres que oran con sus hijos transmiten mediante el ejemplo una práctica de gratitud y confianza.

La constancia, ya sea en la mañana o en la noche, establece hábitos que integran la espiritualidad al hogar. En ese contexto, los niños aprenden que la oración no siempre resuelve todo de inmediato, pero ofrece fortaleza y paz en medio de las dificultades.

Orar refuerza la fe y da sentido a la relación entre el ser humano y lo divino. Imagen: Canva

Más allá de lo formal, la oración puede ser espontánea y cercana. No se limita a las grandes preocupaciones; incluye también lo cotidiano, las alegrías simples o incluso lo que podría parecer trivial. En este aspecto, se enseña que la comunicación con Dios no necesita solemnidad extrema, sino sinceridad.

La visión general es que la oración transforma más al orante que a la realidad externa. Su valor está en la disposición que genera, en la fe que cultiva y en la capacidad de aceptar que la voluntad de Dios no siempre coincide con los deseos inmediatos. No se trata de obtener todo lo que se pide, sino de aprender a confiar en que incluso el silencio puede tener un propósito.

Así, la oración sigue siendo un pilar de la práctica religiosa. No como un medio para cambiar lo inmutable, sino como un acto que forma carácter, refuerza la fe y da sentido a la relación entre el ser humano y lo divino.

Fuente: Ask Gramps

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