La pérdida de un ser querido, un familiar o un amigo puede suceder en cualquier momento, y a lo largo de nuestra vida también las tendremos. Lo mismo pasará con las futuras generaciones.
Sabemos que la muerte es parte del plan de Dios, pero inevitable preguntarnos: ¿a dónde vamos después? ¿Hay algo más?
El viaje no termina aquí

Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, creemos que la muerte no es el final, sino el inicio de una nueva etapa.
La vida continúa más allá de la tumba, con oportunidades de seguir aprendiendo, creciendo y acercándonos al ideal que Dios tiene para cada uno de nosotros.
Se nos enseña que al ser resucitados, “somos traídos como fuimos depositados”. Es decir, un niño que muere, resucitará como niño; un anciano, como anciano. Pero todos crecerán y alcanzarán su forma y estatura perfectas. Dios nos permite seguir progresando, aun después de esta vida.
Lo que permanece en nosotros

No llevamos nuestras posesiones, pero sí lo que somos. Nuestra inteligencia, memoria y carácter permanecen.
Y más aún: se nos promete que se nos restaurará la memoria de nuestra vida premortal y que podremos avanzar “línea por línea y precepto por precepto” en el conocimiento eterno.
Esto nos recuerda que lo más valioso no son los datos o hechos que memorizamos, sino las verdades que vivimos. Dios no nos pedirá repetir de memoria los mandamientos, sino mostrar con nuestra vida cuánto lo amamos y cómo tratamos a nuestro prójimo.
Y nuestras debilidades, ¿qué pasa con ellas?

Muchos se preguntan si nuestras limitaciones terrenales continúan después de la muerte. La enseñanza del Evangelio es clara: las discapacidades, enfermedades o limitaciones no nos definen eternamente. Aquellos que tuvieron dificultades para aprender o recordar, recibirán en el más allá una mente renovada y plena.
En contraste, las pasiones y deseos desordenados que cultivamos sí permanecen. Como dijo un profeta del Libro de Mormón, después de esta vida habrá “una perfecta memoria de toda nuestra vida”. Por eso, lo que decidamos amar aquí tendrá eco en la eternidad.
Las Escrituras enseñan que llegará un día en que todo conocimiento estará disponible para los que regresen al Padre Celestial (DyC 130:6–9). No solo recordaremos lo vivido, sino que tendremos acceso a verdades que hoy ni imaginamos.
Qué hermoso será ese momento, reencontrarnos con lo que olvidamos, aprender lo que nunca supimos y descubrir que en el plan de Dios siempre hubo más.
Fuente: Ask Gramps



