Nota del editor: Esta historia está basada en hechos reales; sin embargo, los nombres de las personas han sido modificados para proteger su privacidad.
Desde que tengo memoria, mi vida ha estado profundamente ligada a la Iglesia. Di mis primeros pasos en los pasillos de una pequeña capilla donde mi padre servía como consejero de rama.
Crecí entre reuniones, actividades y las risas de la Primaria. Desde niño tenía muy claro mi sueño: repartir la Santa Cena, bendecirla algún día y, más adelante, servir una misión.

Pero cuando tenía once años, todo cambió. Mis padres dejaron de asistir a la Iglesia debido a un problema familiar del cual no daré detalles. Mi padre fue excomulgado y mi madre, herida por los comentarios de algunos miembros, también se alejó.
Al principio, mis hermanas y yo seguimos asistiendo, pero con el tiempo ellas también dejaron de ir, y yo, al ser tan pequeño, no tenía con quién hacerlo. Fue una época triste para mí; extrañaba mucho la Iglesia, caminar por esos pasillos, ver a mis amigos y sentir esa paz que solo encontraba allí. En total pasaron casi dos años sin que fuéramos, pero mi corazón seguía extrañando aquel lugar.
El joven que no se rindió

Mis padres nunca quisieron recibir visitas de los miembros de la Iglesia, pero un día apareció Pedro, uno de los jóvenes a quienes mi padre había ayudado a prepararse para la misión. Él ya había regresado y ahora servía como líder de los Hombres Jóvenes. A pesar de la distancia con mi familia, se tomó el tiempo de venir a buscarme. Mis padres, aunque no querían saber nada de la Iglesia, accedieron a recibirlo por el cariño y el aprecio que le tenían. Recuerdo que le dije con timidez que mi deseo seguía siendo repartir la Santa Cena.
Con el permiso de mis padres, Pedro comenzó a pasar por mí cada domingo. Cuando ya no pudo hacerlo, reuní valor y les dije que quería ir a la Iglesia solo. Mis hermanas estaban muy resentidas y me dijeron que no era una buena decisión asistir a un lugar donde habían ofendido a nuestra familia. Finalmente, mis padres aceptaron, pero con una sola condición: que no hablara de la Iglesia en casa.
Aquella etapa fue una mezcla de alegría y dolor. Pasé por los cuórumes de diáconos, maestros y presbíteros casi sin compañía, soñando con el día en que mis padres regresarían.

Cuando decidí servir una misión, ellos no estuvieron de acuerdo y no asistieron a mi apartamiento. Al volver, tampoco estaban en la puerta esperándome. Aun así, seguí adelante. Porque aunque dolía ir solo, dolería más perderme las bendiciones del Evangelio.
Durante esos años conocí a otros jóvenes que también asistían solos. Nos apoyábamos mutuamente y aprendimos que la fe puede sostenernos incluso cuando nadie más lo hace. Fueron mi testimonio y el amor del Salvador los que me mantuvieron firme.
Hoy mi vida es diferente. Estoy casado y tengo un bebé. Cada domingo, los tres vamos juntos a la Iglesia, y no hay mayor alegría que ver a mi hijo en los brazos de mi esposa mientras cantamos los himnos.
Hemos hecho una promesa: si uno de los dos alguna vez se siente desanimado, el otro no se quedará en casa e irá a la iglesia. Queremos que nuestro hijo crezca sabiendo que la fe se demuestra con pasos constantes, pero acompañadoo de sus padres.
Aunque te sientas solo, nunca estás solo.
A los que van solos a la Iglesia, quiero decirles algo: Dios los ve. Él conoce el valor que hay en sus pasos, la fe detrás de cada asiento vacío y la esperanza que los mantiene regresando.
No están solos. Y algún día, cuando miren atrás, descubrirán que esos domingos silenciosos fueron los que más fortalecieron su fe.
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@masfe.org Dios no solo está orgulloso de la persona que decide regresar, también lo está y mucho de las personas que lo reciben con amor ❤️🩹 #masfe #jesusteama #regresar #iglesia #inspiracioncristiana ♬ How Long, How Low? – Chance Peña & Hayd




He vivido por 37 años esa experiencia de ir sola a la iglesia. En mi familia nadie se bautizó, pero si yo he ido realizando las ordenanzas por los que han muerto. No tener una familia propia es algo que nunca imaginé que pasaría, pero sigo firme gracias al amor del Salvador.
Qué ejemplo de fe, Belkis. Tu constancia demuestra verdadero amor por el Salvador.
Por razones personales no he podido empezar a asistir a la iglesia. Los misioneros me enseñaron el camino y algunos hermanos me apoyaron, creo que se aburrieron porque no asisto a la reunión sacramental.
Hay ocasiones que me siento solo y desalentado, estoy perseverando cuanto puedo.
Algún día espero poder estar ahí.
Gracias por compartir, Ernesto. No estás solo. El Señor conoce tus esfuerzos y te ayudará a volver cuando sea el momento.
Aún no he podido asistir a la reunión sacramental los domingos, por razones personales.
Los misioneros me enseñaron el camino y algunos hermanos me apoyaron por algún tiempo. Creo que se aburrieron porque no voy a la reunión.
En ocasiones me siento desalentado y solo pero trato de perseverar cuánto puedo.
Espero algún día poder asistir.
Gracias por compartir, Ernesto. No estás solo. El Señor conoce tus esfuerzos y te ayudará a volver cuando sea el momento.
Aún no he podido asistir a la reunión sacramental los domingos, por razones personales.
Los misioneros me enseñaron el camino y algunos hermanos me apoyaron por algún tiempo. Creo que se aburrieron porque no voy a la reunión.
En ocasiones me siento desalentado y solo pero trato de perseverar cuánto puedo.
Espero algún día poder asistir.
Gracias por compartir, Ernesto. No estás solo. El Señor conoce tus esfuerzos y te ayudará a volver cuando sea el momento.
Que reconfortante es saber que la fé del hnito fue más allá que todo y nunca se rindió, mi historia es parecida