Hay pérdidas que simplemente no entendemos. Personas que se fueron demasiado pronto, sueños que quedaron inconclusos, conversaciones que nunca alcanzamos a tener.

Cuando la muerte llega sin aviso, no solo se lleva una vida, también se lleva una parte de la nuestra. Nos quedamos con los planes pendientes, con las promesas, con esa sensación de que “no debía ser así”.

Y, aunque el tiempo pasa, a veces el corazón se resiste. Podemos seguir y sonreír, pero algo dentro sigue preguntando por qué. Sentimos que fue injusto, que el Señor podría haber hecho algo diferente.

En esos momentos, el dolor puede ser tan intenso que incluso las palabras de consuelo parecen vacías. Pero Dios no nos pide que dejemos de sentir; nos invita a confiar incluso cuando no comprendemos.

Dios no nos deja solos en medio del dolor
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El élder Neal A. Maxwell enseñó:

“La fe en Dios incluye la fe en Su tiempo. Si confiamos en Él, aun las tragedias pueden transformarse en bendiciones que ahora no comprendemos”. (Conferencia General, abril de 1991)

Aceptar eso no es fácil. A veces solo podemos decirle al Señor entre lágrimas: “No entiendo, pero quiero confiar en Ti”.

Esa frase, dicha con sinceridad, puede convertirse en una de las oraciones más poderosas que existen. Porque la fe no elimina el dolor, pero lo acompaña con esperanza y una paz que sobrepasa todo entendimiento.

Entre la fe y el dolor

mujer llorando
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Confiar en el Señor no significa que la tristeza desaparezca, sino que decidimos caminar con ella, sabiendo que Él está a nuestro lado.

El Salvador también conoció la pérdida, también lloró. Y cuando lo hizo, no solo mostró compasión por los que sufrían, sino que santificó el acto de llorar. Nos enseñó que sentir no es debilidad, sino parte de la sanación.

Dios sabía lo que ocurriría. No porque sea indiferente, sino porque ve lo que nosotros no. Él conoce los días, las circunstancias y los caminos de cada persona. Y aunque a veces la partida de alguien parezca injusta, no hay injusticia eterna en el plan de un Dios justo.

En Su sabiduría y amor, nos promete que nada bueno se pierde para siempre.

Un reencuentro prometido

Un día nos encontraremos Imagen: Más Fe

Un día, todo lo que hoy duele dejará de doler. Las lágrimas que ahora parecen interminables serán parte del testimonio de cuánto amamos. Y ese amor, cuando está sellado en Cristo, no termina con la muerte. Llegará el momento en que comprendamos todo.

Cuando lo veamos otra vez, cuando podamos decirle lo que no dijimos, cuando sintamos que la distancia de los años se disuelve en un solo abrazo eterno. Ese día, el vacío se llenará y entenderemos que el Señor siempre supo lo que hacía.

Mientras tanto, Él nos invita a seguir viviendo. A sonreír sin culpa, a recordar sin dolor, a servir a otros con el mismo amor con el que amamos a quien partió. Porque confiar en Dios no es olvidar: es aprender a caminar con esperanza mientras llega el reencuentro.

Y si hoy sientes que el dolor sigue ahí, recuerda esto: el Salvador no solo venció la muerte, también venció el vacío. Permítele acompañarte en este proceso. Confía en que Él está al tanto de ti, y que cada día que logras seguir adelante es una prueba viva de que Su amor sigue obrando en tu vida.

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